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Santos intolerante

Varios indicios acusan poca tolerancia del Gobierno con los medios de comunicación, distintos, claro, de los propios. Aunque sería una cruel paradoja que un mandatario de la entraña misma del periodismo resultara extremadamente sensible a la crítica y vanidosamente apegado a su proyecto único de paz. Lo circunda, por cierto, un halo de prensa favorable. Su propio periódico (no hablo de la propiedad accionaria), mantiene una dirección unívoca a su favor. Sus directores son familiares y la sombra de los que fueron sus dueños susurra y espanta en las salas de redacción. La Casa Santos sigue imperturbable y ahora, una vez más, informa y preside el país. Salvo los columnistas invitados, lo que allí se escribe tiene sabor oficial.

Extensiones del mismo diario, pulpo reconocido, se dan en más prensa escrita, radio y televisión. ¡Ay, pues, de los réprobos!, de aquellos que discrepen desde otros medios, escasos, aunque de no poco rating y circulación. El Gobierno está en la mira. Desaparecen voces en la radio, demasiado importantes y que habían seducido al público. El mejor moderador de debates fue borrado de Cable Noticias, canal de televisión. Se dijo que por el pecado de sus opiniones particulares.

Claro que esto es nada todavía en comparación con lo que pasa en Ecuador o en Venezuela. En Colombia se emplean métodos sutiles, de clara estirpe santista, para enderezar las opiniones incorrectas. Es un hecho que el poder, sumado a su entramado de medios y a grandes intereses económicos, hace invencible cualquier propuesta electoral de origen oficial.

Aún hay democracia en nuestro país, pero se engaña anunciando que será el pueblo el que decida lo que va quedando atado sin remedio en una mesa de negociaciones. Nos han convencido de que la refrendación es imposible. De La Habana saldrá un voto, casi timbrado, para dar el sí o el no a un proceso irreversible y, como se ha dicho, se decidirá finalmente entre la paz o la guerra.

Hay festival en el santismo (incluida la izquierda, la que se horroriza con los crímenes de sus contrarios), por la reducción a prisión de la señora Hurtado. Asilos y desasilos, circulares rojas negadas y revertidas; viajes a Panamá y a Francia, coincidentes. El señor fiscal no había nacido cuando ya Colombia practicaba y respetaba el derecho de asilo. Ya en la cacería misma de la imputada: televisión asediante, reseñas, ángulos, detalles y la cabeza más brillante de la Fiscalía en todos los medios.

Y en Casa de Nariño, un duende malicioso que sonríe mientras ve llegar, por sus pasos, la prisión del ex presidente, a quien le debe el poder; la del candidato opositor, ultrajado y tímido (se le vio leer sus declaraciones callejeras), todo al estilo antidemocrático de Unasur. Santos, el intolerante.

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