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Segunda parábola existencial de AD (II)

¿Cómo se define, en su Tesis Política, el PDN (Partido Democrático Nacional), que permaneció clandestino durante el gobierno de Eleazar López Contreras, y después se convierte en partido legal, con el nombre de Acción Democrática (AD), bajo el gobierno de Isaías Medina Angarita?

Se define en estos términos: “El PDN es un frente orgánico de capas sociales oprimidas. Trabajadores intelectuales y manuales, campesinos y amplios sectores medios forman el grueso de su militancia. La aplastante mayoría de estos sectores se agruparán definitivamente bajo sus banderas, cuando las condiciones políticas del país nos permitan actuar en la legalidad, y no formen sus efectivos, como ahora, sólo la vanguardia más combativa del pueblo…La Nación Venezolana, para superar el estado de atraso y de subordinación en que se encuentra frente al capital internacional y para extirpar esa especie de cáncer de nuestra economía que significa el latifundismo, tiene que realizar una transformación profunda en su estructura económica y política que permita un amplio desarrollo de todas las fuerzas productivas del país. Esta es, como lo hemos demostrado, la transformación democrática antiimperialista y agraria de Venezuela, por la cual luchan los densos sectores populares del país. Esta transformación económica y social del país, exige la existencia de un organismo político popular, no clasista, que canalice el anhelo de liberación de nuestro pueblo…”.

Para ser protagonista de ese rol, era necesario lograr la legalización del PDN, hasta entonces negada. Con vistas a alcanzar ese objetivo, se planteó el cumplimiento, por parte de Rómulo Betancourt y de otros dirigentes, del Decreto de Expulsión del 13 de marzo de 1937, y su salida, por un año, del país. Ya la Primera Conferencia Nacional del PDN, realizada en septiembre de 1939, había comisionado al Comité Directivo Nacional para que se buscara “solucionar el problema que entrañaba la permanencia de ese compañero (Carlos Roca, seudónimo de Rómulo Betancourt) en la clandestinidad”. Acatando esa comisión, según informó el CEN el 26 de octubre de 1939, “el CDN estudió el caso concreto del compañero Carlos Roca y después de pesar todas las circunstancias, acordó la entrega a las autoridades de ese compañero para demostrar así, tanto a a nación como al jefe del Ejecutivo y sector progresista del Gobierno, que el PDN estaba dispuesto a hacer sacrificios para que la política de concordia y convivencia sea una verdadera realidad en Venezuela. Resuelto este punto, el CDN acordó la redacción de una carta que debía enviar el compañero al general López Contreras, documento que llevaría un análisis de la actual situación política del país y que presentaría la entrega de nuestro compañero, de acuerdo con lo ya expuesto, como un efectivo paso de las fuerzas de izquierda hacia la solidificación de la política de convivencia…”. El 20 de octubre de 1939, en momentos en que Betancourt estaba redactando esa carta, la policía allanó la casa en que se alojaba y se lo llevó detenido. Unos días después, el 8 de noviembre, inició su segundo exilio, rumbo a Chile. Ya cumplido el año de expulsión establecido en el decreto del 13 de marzo de 1937, Rómulo Betancourt regresó a Venezuela el 5 de febrero de 1941. Ya no tenía problemas para realizar libremente sus actividades políticas.

Estaba planteada en el país la cuestión de la sucesión presidencial, la escogencia de quien reemplazaría al general López Contreras, como próximo Presidente de la República, para el período constitucional 1941-1946. El 6 de febrero, en documento suscrito en San Fernando de Apure -desde el escenario de “Doña Bárbara”- un numeroso grupo de dirigentes políticos lanza la candidatura de Rómulo Gallegos, que enfrentaría la candidatura oficialista del general Isaías Medina Angarita. El 31 de marzo, conocidos dirigentes de la izquierda democrática, encabezados por Rómulo Betancourt, respaldan la candidatura del ilustre novelista. Todavía el PDN era un partido clandestino, y es por eso que los líderes pedenistas expresan –sin mencionar al PDN- ese apoyo. La candidatura de Gallegos fue calificada como “simbólica”, sin posibilidad de triunfo, porque el presidente era designado por el Congreso Nacional en una elección de tercer grado y no por el pueblo mediante el sufragio universal, directo y secreto.

En todo el país se constituyeron Comités Pro Candidatura de Rómulo Gallegos, y también recibió el apoyo del Partido Comunista de Venezuela. Gallegos, en su campaña, recorrió gran parte del territorio nacional. El 24 de abril, Betancourt y sus compañeros respaldantes de la candidatura de  Gallegos, se dirigieron de nuevo al país y manifestaron su propósito de “proyectar, hacia un mañana inmediato, el vasto movimiento de opinión creado en torno de ella, encauzándolo, disciplinándolo y estabilizándolo, para bien de la República, dentro de un organismo político legal”. En su libro “Rómulo”, Alfredo Tarre Murzi se imagina a Betancourt revelando ese mismo propósito al ponerlo a decir: “Nuestra estrategia se cumplió en tres etapas: primera, el lanzamiento de Gallegos como candidato nacional de la oposición; segunda, la formación de comités de apoyo al candidato en todo el país y la realización de una intensa campaña para movilizar y sensibilizar a las masas; y tercera, el aprovechamiento de ese movimiento  de opinión, después de la elección de Medina, para pasar a la legalidad en forma de partido nacional con el nombre de Acción Democrática”. En uno como ejercicio de pedagogía política, la candidatura “simbólica” de Gallegos tenía un propósito, un objetivo: preparar y fervorizar el ambiente para organizar un partido político. El propio autor de “Doña Bárbara”, en su discurso de campaña del 5 de abril en el Nuevo Circo de Caracas, se preguntaba y respondía: “¿Cómo organizar y disciplinar las fuerzas del civismo, las de la ciudadanía que respalde y respete la autoridad legalmente constituida, sino precisamente por medio del libre ejercicio de los deberes y los derechos? Ensayándoles estamos aquí, después de aquel colapso, para que mañana sea una fuerza serena, respetuosa, consciente y responsable. Y este y no otro producto de alucinación colectiva, es el sentido que tiene mi candidatura a la Presidencia de la República: un ensayo de civismo. Yo mismo no soy sino un accidente. Lo que ha de adquirir carácter de substancia, que no perezca ni se adultere, es la actitud de este pueblo que ahora está oyéndome, porción ahora representativa de todo el pueblo venezolano. Organizarla y disciplinarla  en los cuadros de los partidos políticos  que han de constituirse bajo el imperio de las leyes y en el campo de la democracia, donde todos cabemos ampliamente”.

Como se esperaba, fue designado el 28 de abril por el Congreso como próximo Presidente de la República, el general Medina, quien tomó posesión del cargo el 5 de mayo. Seis días después, se oyeron los pasos de la andadura del PDN clandestino convirtiéndose en los pasos de Acción Democrática.

En el venidero artículo, concluiremos esta parábola existencial del partido que más se ha parecido, con fidelidad de espejo, al pueblo venezolano.

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