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Señor Presidente

“Cada corrupción moral es al mismo tiempo corrupción política y viceversa.”
Albert Camus

Recién electo usted, Señor Presidente, pidió y le fue concedida una habilitación para legislar contra la corrupción y si mi memoria es buena, nada pasó. Nuevamente llamó usted a los jóvenes de su partido a enfrentar la corrupción hace unos días y le confieso que, tengo más dudas que convicciones con respecto a la eficacia de esa solicitud. Tampoco creo en su sinceridad.

¿Cómo esperar un cambio en la orientación de la clase gobernante si en todos estos años solo hubo tolerancia frente al saqueo que ha sufrido la cosa pública? Convendría usted que el flagelo se hundió profusamente en numerosos cuadros civiles y militares que figuraron y ocuparon dignidades importantes y en su mayoría se fueron o se escondieron con las alforjas llenas y en el obsceno goce de la impunidad más absoluta allende fronteras patrias. Algunos tocaron puertas en el Imperio del Norte y a cambio de contar, señalar, delatar viven cómodos en su vistosas guarimbas. Otros; en países amigos, compraron universidades y exhiben impúdicos sus opulencias. También tenemos a los que a través de testaferros tratan de pasar agachados o de mimetizarse en la sociedad de los silentes que viven la exuberancia entre Florida y Venezuela disfrazados de exitosos empresarios. Nada, ni un gesto y contra ninguno realizó su gobierno y por eso creo que su discurso sobre la materia es retórico y falaz.

Debo sin embargo decir que a usted le aplicaron la política del hecho cumplido. Al arribar a la primera magistratura ya circulaba en el torrente de los pseudo revolucionarios y uniformados compañeros de Hugo Chávez Frías el virus inoculado de la ambición y la frivolidad, acompañada la misma del sentimiento de que podían todo y nadie haría contra ellos ademán de reclamo. El tiempo los había hecho socios del endiosado Comandante que perdía escrúpulos en cada movimiento para conservar el poder y se alejaba de sus iniciales propósitos altruistas para mutar y convertirse en un demagogo populista, disipado e irresponsable.

Una revolución requiere de varios condicionantes para completarse. No basta la violencia ni acribillar al adversario, ni vejarlo, ni humillarlo, ni macularlo. Eso lo han hecho bastante pero no es suficiente. Tampoco soliviantar a la turba envilecida para que despoje a los que tienen y compensen sus patéticas carencias. También allí han fraguado y construido de abusos vilezas de todo género. Derribar al orden institucional y normativo es menester, pero supliéndolo con una creación empapada de humanismo recomiendan los estudiosos de la historia. Pero si se trata de cambiar el mundo como ofreció su mentor difunto, es menester rescatar al ser humano de sus extravíos, de su materialismo, de su concupiscencia. Y para eso es inevitable asumir la tarea del apóstol que predica con sus actos además de sus palabras. Solo así tiene un chance la revolución de cuajar. La gran falla del llamado proceso chavista radicó en la hipocresía que los caracterizó. Ni un solo sacrificio se observó de ninguno de ellos, salvo dirá Diosdado aquello de dejar correr al vicepresidente para Presidente, pero esa decisión tomada en Cuba no podía dejarse a la literatura constitucional. Maquiavelo alumbro, ““Que la patria se debe defender siempre con ignominia o con gloria, y de cualquier manera estará defendida”

Sabemos que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente como enseño Lord Acton y cabe preguntarse si a usted mismo no le viene al espíritu el natural remordimiento de los que saben que fracasaron y trajeron más pesar y amargura de la que había antes, para esas mayorías irredentas más pobres y más vulnerables que jamás. Desastre Presidente en todos los órdenes es el resultado de casi dos décadas de gobierno. Valué con seriedad el costo de oportunidad que el país ha pagado para que ustedes gobernaran y con franqueza mida, cuente, pese las ejecutorias y descubrirá los que 8 de cada 10 de sus compatriotas decimos y es que el modelo del socialismo del siglo XXI nos lanzó por un abismo sin fin. Como dicen popularmente, “sin un barranco que nos ataje seguimos cayendo inmisericordes”

Decía el libertador que la justicia por ella sola aseguraba a la república y precisamente es lo que contaminaron con especial premeditación. No es anomia señor Presidente, es bellaquería la que se advierte cuando decenas de presos políticos con orden de excarcelación siguen detenidos al capricho de los esbirros del Sebin. Y a eso se suma el hambre, el miedo, la frustración y la perdida de toda ilusión con respecto al porvenir que ya nadie invoca porque desapareció de los temas de conversación ciudadana y los que osan invocarlo son los que decidieron emigrar.

Son denuestos, agravios, tristezas de los venezolanos que quise compartir con quién debe saber tiene la primera responsabilidad.

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