Sentido común frente a hipocresía
Cada día es mayor el número de mujeres y de hombres que adoptan niños y los educan de manera ejemplar proporcionándoles el hogar del que carecían. Es sabido que no deja de aumentar el número de mujeres bien preparadas, independientes económica y socialmente, que deciden tener un hijo sin una relación de matrimonio.
Si eran admirables las viudas con hijos, las abuelas y tías, los adoptantes de niños ajenos ¿por qué se insiste tanto en la necesidad de que tienen que existir las dos figuras que representen los roles de padre y de madre? ¿Acaso la legislación actual no favorece los permisos laborales a los padres varones por causa de maternidad de su pareja? Excepto la natural procreación, los roles de padre y de madre son asumidos indistintamente. Y es de sobra reconocido que, en muchos casos, con más acierto que el de parejas heterosexuales que han hecho de su “casa” un infierno. A estos casi no se les exige nada para reproducirse, salvo su capacidad biológica compartida con los animales.
Enormes han sido los obstáculos que se han puesto durante siglos para deshacer un matrimonio mientras que, para casarse, bastaba el mero consentimiento. Decían que era para salvaguardar los derechos de los hijos, aunque los sufrimientos morales y psicológicos de estos fueran un tormento con secuelas terribles.
La familia tradicional está experimentando un cambio. Recordemos que la Iglesia católica condenó el parto sin dolor cuando se descubrió la anestesia en el siglo XIX porque en la Biblia se decía “parirás con dolor”. Y que en los casos de conversión al catolicismo no reconocía el valor de una unión matrimonial previa, como sucedió en el caso de la princesa Leticia Ortiz que había estado previamente casada y divorciada.
Muchos creyentes ya no identifican sexo con reproducción, pues es inadmisible que parejas que no pueden o que no desean tener más hijos no puedan vivir su relación afectiva con plenitud erótica y sexual.
La paternidad y maternidad responsables son un imperativo que no admite ideologías, por respetables que puedan ser para quienes las profesan.
Resulta paradójico que se erijan en dispensadores de doctrina y de anatemas quienes poco o nada saben por experiencia de una vida sexual plena y responsable.