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Si no capitula, monda

Muchos zulianos alzarán una ceja al leer la frase que hoy pongo como título porque es una muy estimada por los naturales de ese poderoso estado, ya que pasó a la Historia de Venezuela desde que la pronunció una nativa de Los Puertos de Altagracia, Ana María Campos, en los tiempos de la Guerra de Independencia.  Hagamos un poco de memoria.  Esta joven hizo todo lo que estaba a su alcance para colaborar con el esfuerzo emancipador, y su casa se convirtió en el sitio para las reuniones secretas de quienes se oponían al yugo español.  En una de ellas dijo en alta voz lo que puse más arriba.  Se refería al mariscal Francisco Tomás Morales, primera autoridad realista en Venezuela luego de que el mariscal de la Torre se replegó a Puerto Rico después de la derrota sufrida en Carabobo.

Se refería a la situación de precariedad en que se encontraba Morales y su régimen, en desventaja notoria después de las victorias patriotas.  Llegada la información a oídos del mariscal (soplones, sapos, chivatos, ha habido siempre), ordenó la detención y tortura de Ana María.  Fue paseada por las calles de Maracaibo a lomo de un burro, semidesnuda, mientras era azotada.  Después de cada latigazo, al serle preguntado si se retractaba, lo que hacía era repetir la frase por la cual fue encarcelada: “Si no capitula, monda”.  Y tuvo razón, un año más tarde pudo tener la satisfacción de ver el triunfo de las armas nacionales, enfrente a ella y todo Maracaibo, en la batalla naval del 24 de julio de 1823.  A Morales no le quedó sino, como había sido vaticinado, capitular ante el general Manrique, quien comandaba la porción terrestre de las fuerzas nacionales, y salir hacia Cuba.

Esa frase fue la que vino a mi mente después de haber visto los grandes despliegues cívicos del 23-E y el 2-F, de presenciar la presión internacional que se ejerce sobre el régimen, y de sentir la desesperación de Platanote y su combo por el aislamiento que sufre; ya ni los chulos de siempre se quieren retratar a su lado.  Ni los chinos, tan pragmáticos ellos toda la vida, han apoyado al régimen.  Lo de ellos es cobrar lo adeudado, sin importar quién pague.

El paralelismo de los hechos marabinos narrados y lo que acontece hoy es mucha.  Está rodeado.  Está solo.  No puede recibir refuerzos desde el exterior.  Está quemando las pocas reservas monetarias y el último cartucho.  Paralelismo hasta en la ruta escogida para la retirada.  Porque ya se ve el malecón de La Habana en la lontananza.  No le queda mucho para donde huir.

Pero es fiera acorralada, en fin de cuentas.  Y eso, como señala don Pero Grullo — ese gran pensador que es famoso por presentar obviedades de manera sentenciosa— en ese estado, los irracionales suelen ser más peligrosos.  Ya lo hemos estado viendo y sufriendo.  Son decenas los asesinatos cometidos por los “colectivos” que actúan por órdenes del régimen y pagados con munificencia por este.  Los carniceros siguen torturando desde los sótanos del Sebin y arrojando personas desde sus balcones.  Los allanamientos, los interrogatorios, las confiscaciones, en contra de lo que reza la Constitución siguen como si nada.  Pero algunos ya han visto la luz al final del túnel.  O, mejor, fueron deslumbrados —cual Saulos contemporáneos camino a Damasco—, y por fin vieron la verdad (o la conveniencia) y han empezado a abjurar en público (pleonasmo intencional) de lo que hasta apenas ayer defendieron: el comunismo, disfrazado de un inexistente “socialismo del siglo XXI”.  Se ve que la Ley de Amnistía está dando resultados.

Como la heroína y mártir maracucha, nosotros también veremos el triunfo de los verdaderos patriotas (en el uso correcto del vocablo, no del que pusieron en boga los rojos para dividir artificialmente a la nación).  La victoria está delante de nuestros ojos.  Solo se requiere un poco más de esfuerzo y voluntad.  Dicho esto, lo que viene ahora a mi pensamiento son unos versos que Shakespeare pone en boca de Henry V, delante de las murallas de Harfleur, mientras ponía siega a esa villa: “Once more unto the breach, dear friends, once more…” (Una vez más a la brecha, queridos amigos, una vez más…).  La próxima cita que nos ha puesto Guaidó es para el doce venidero.  Ahí sigamos el consejo del monarca inglés y echemos el resto.  Si es que se hace necesaria la manifestación de ese día.  Porque todo parece señalar que la partida de los jerarcas ineptos y ladrones sería antes.

Pero, ya sea para seguir la protesta, o para celebrar la huida, o para meramente conmemorar el día en que los jóvenes tuvieron otro triunfo, el de La Victoria, en 1814, todos a la calle con nuestras banderas (no hace falta acometer a través de una brecha en una muralla, solo hacer presencia).  Pero todos. No porque sea el Día de la Juventud, vamos a dejar esa tarea en las manos de ellos.  Todos, inclusive los que, como yo, sufrimos la molestam senectutem” de la que habla la canción universitaria…

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