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Susana Raffalli vence la sombra

La hoja de vida de Susana Raffalli Arismendi comienza en Carúpano y Río Caribe, y ancestralmente en Córcega y Vizcaya. Corre en su sangre la laboriosidad y el espíritu emprendedor de sus ancestros corsos y el amor a Venezuela y la rectitud incólume de su antepasado, el general Juan Bautista Arismendi, casado con la heroína Luisa Cáceres de Arismendi; ambos próceres de la Independencia. Nieta del eminente jurista riocaribero, Dr. Pedro Arismendi Lairet, la hija de Alcides Raffalli y Leonor Arismendi no podía menos que sobresalir al acudir junto con su madre y su hermano morocho Alfredo a la Universidad Central de Venezuela (UCV), a estudiar Nutrición, mientras Leonor, ya con larga prole y frisando los sesenta años, proseguía la carrera de Bibliotecología.

Las monjas del San José de Tarbes le insuflaron la vocación de servir a los niños y a los necesitados en las peregrinaciones del colegio a los hospitales públicos y a los barrios caraqueños. En el Centro de Recuperación Nutricional Menca de Leoni, en El Cementerio, Susana comenzó a experimentar la angustia de palpar a niños hambrientos y desnutridos. A su Licenciatura en Nutrición de la UCV, le siguieron las prácticas en el JM de Los Ríos y el posgrado en Nutrición Clínica en el Centro Médico de Caracas, bajo la tutela de la Dra. Josefa Vivas de Vegas. Gracias a un crédito educativo de la Fundación Eliodoro González (si, los del Ponche Crema) la joven nutricionista realizará un internado en Nutrición y Gastroenterología Pediátrica en el Hospital de la Universidad de Johns Hopkins en Baltimore, y asistirá a todas las clases de la Maestría en Nutrición de esa prestigiosa universidad estadounidense.

Susana se familiarizó más tarde con los trabajos de James Grant, director ejecutivo de la UNICEF. Se decanta por la Nutrición Pública en lugar de la Clínica y parte a Guatemala a cursar la Maestría en Políticas Públicas de Nutrición en el renombrado Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá, con el respaldo financiero de la Fundación Andrés Mata del diario El Universal. Regresa a Venezuela y trabaja en el barrio de Catuche con la organización epónima.

Ha iniciado su internacionalización, comenzando por la labor que desplegó en la oficina de la UNICEF en Bogotá, bajo la tutoría de Aron Lechtig, el director para América Latina. Trabajará con los damnificados del huracán Mitch en El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y la península del Yucatán, México. Se ha especializado en brindar adecuada nutrición a poblaciones en situaciones de emergencia alimentaria o humanitaria; pero la experiencia práctica quiere complementarla, siempre, con una mayor y mejor formación académica. Se inscribe en un programa de gestión alimentaria y emergencia humanitaria impartido por la Cruz Roja española y la Universidad Complutense de Madrid.

Si en su adolescencia leía las homilías de Monseñor Oscar Arnulfo Romero (canonizado por el Papa Francisco como San Romero de América en 2018), en su defensa de los derechos humanos frente a las violaciones propinadas por la dictadura en El Salvador, en su madurez Susana Raffalli estudiará la obra del economista de la India, Amartya Sen, Premio Nobel de Economía y autor de la obra clásica El desarrollo como libertad, en la cual define las cinco modalidades de libertad que garantizan el progreso y el bienestar social inclusivo de las naciones: las libertades políticas de la democracia, los emprendimientos y servicios económicos, las oportunidades sociales de los habitantes, las normas y garantías de trasparencia en la gestión pública y privada y la seguridad social universal.

Ajena a las tareas burocráticas de oficina, la aguerrida nutricionista venezolana se postula para una posición de campo en la ONG Oxfam International, cuyo radio de acción se extiende por 90 países. Con el tiempo alcanzará la posición de coordinadora para el Sureste Asiático. Durante los siguientes 20 años ejecutará programas de ayuda humanitaria y nutricional en Afganistán, Angola, Birmania, Camboya, Colombia, Filipinas, Indonesia Pakistán, Sahara Occidental, Tailandia y Vietnam.

Pero la enfermedad de su hermana y el deterioro de la situación nutricional de Venezuela en medio de una bonanza petrolera sin precedentes, la inducen a regresar a su país en 2004. Coopera con la Red Venezolana de Derechos Humanos de Niños, Niñas y Adolescentes, la Red Venezolana por los Derechos Humanos y el Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos; organizaciones no gubernamentales dedicadas a la protección de la niñez y de la mujer frente a la violencia. Debe asumir un rol proactivo en la denuncia de injusticias y atropellos; aunque le incomoda la figuración pública. Prefiere el trabajo tesonero y callado. Y se indigna cuando se percata de que hay regímenes dictatoriales en el mundo que utilizan la pobreza y la ayuda humanitaria con fines políticos.

Susana presta colaboración a la organización católica Caritas Venezuela en la elaboración y presentación a la Unión Europea del Proyecto del Sistema de Monitoreo, Alerta y Atención en Nutrición y Salud (SAMAN) para su país. El proyecto recibe la asignación de US$ 9,2 millones del Fondo Común de Respuesta a Emergencias de la ONU y 35 millones de euros de la Comisión Europea, con lo cual Venezuela comienza a recibir ayuda humanitaria.

Una vida consagrada a superar la desnutrición y la pobreza y a proteger los derechos humanos es reconocida en diciembre de 2018, cuando le fue conferido el Premio Franco-Alemán de Derechos Humanos y Estado de Derecho. Hace pocos días su Alma Mater, la UCV, la casa que vence la sombra, le otorgó el Doctorado Honoris Causa en Nutrición. Pero los premios y reconocimientos no fueron nunca su meta, sino brindar soluciones humanitarias a centenares de miles de niños y adolescentes en Venezuela y el mundo.

Susana Raffalli Arismendi es un ejemplo de solidaridad social y compromiso republicano en una sociedad donde el nihilismo consumista y rentista embriagó a muchos venezolanos y venezolanas de su generación. Si Venezuela edificara un arquetipo de la mujer del siglo XXI, Susana sería sin duda un referente; referente que bien aplicaría al hombre venezolano. No ha aspirado a ningún cargo público, ni ha militado en un partido político, ni convertido su gesta ciudadana y civilista en trampolín para el ascenso ministerial o presidencial. Susana es ella, única, tenaz y segura, dedicada al prójimo con la más elevada fe cristiana.

@lxgrisanti

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