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Tras los nubarrones viene la luz….

Los terribles naufragios de cientos de migrantes en el Mediterráneo arriesgando todo obstáculo para el logro de un futuro, es testimonio de los desafíos de la voluntad humana sustentada en la fuerza de la “Esperanza”. Europa no encuentra vías para encauzar las aspiraciones de un continente con múltiples vínculos históricos coloniales que tiene como referencia integrarse a esa tierra prometida. Son huracanes que exigirán caminos de cooperación y aceptación de la diversidad constructiva con cambios desconocidos que se impondrán al reconocer el caos creciente.

La violencia desatada en nuestro entorno, y decimos desatada ante los rostros de la misma,   como dice el Presidente de Alemania en el funeral de las víctimas del reciente accidente aéreo “ninguna explicación es suficiente para darle sentido a esta tragedia”. Así estamos ante un profundo caos y como refiere Alejandro Moreno se camina hacia la consolidación de una violencia estructural en donde solo el presente existe y todo lo que me proporcione prestigio o me elimine obstáculos justifica las acciones. Si bien la impunidad es el piso donde se mueve la ausencia de responsabilidad del Estado, son múltiples los alimentos que recibe la proliferación de la anarquía: desde sometimientos para sobrevivir, desdibujamiento de la autoridad, denuncias vengativas,   hasta la represión arbitraria que lleva a justificar “todos contra todos.” Y sin embargo, cada vez el descontento crece y la irritabilidad se expande, asemejando el rio que busca su cauce. Ya no es el líder salvador, sino la posibilidad de encontrar una meta común.

Hay desesperanza, muestra de ello es la migración de tantas de nuestras familias. Simultáneamente también testimonios de lucha y esfuerzo. Seligman identifico el proceso de la desesperanza aprendida como la incapacidad para asumir que tus decisiones marcan tu vida y no el destino. Posteriormente,   se propuso el aprendizaje de la esperanza como la valoración de tus capacidades y aspiraciones, algo que ya Santo Tomas había señalado como la esperanza activa a partir de la “libertad individual” en las decisiones, la cual nos mueve a trascender mas allá de lo inmediato. No es esperar pasivamente a que nos lleguen los deseos, sino a comprometerse con metas producto tu propia voluntad y que exigen acción aceptación de obstáculos y disfrute de logros.

Si, la esperanza no se da en el vacío, requiere metas que trasciendan. El caos que nos circunda tiene tremendos nubarrones que son las amenazas de bloquear cualquier camino mediante la mentira, la represión de la fuerza de tener a disposición instituciones y control informativo,, notoria es la manipulación de los datos poblacionales ante las parlamentarias y con ello castrar las opciones ciudadanas pero además la inseguridad sin control que amedrenta. Que sea ilegal toda decisión eso no le importa al poder omnímodo. Constitucional o inconstitucional eso no impide el fanatismo autoritario.

Para que el barco pueda llegar a feliz puerto es necesario preguntarnos si ¿Tendremos arrojo para aceptar que este “armazón” no se cae sola? ¿Entenderemos que las parlamentarias son una meta alcanzable si somos capaces de unir voluntades y acción? ¿Aprenderemos que lo perfecto es enemigo de lo posible? Cero sonrisitas con contemplaciones y complacencias con cantos de sirenas. Solo esquivando piedras y montañas como nuestros niños en Groenlandia en unión de acciones audaces podremos disfrutar de un amanecer. No es la luz regalada sino fruto de de audacia estratégica.

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Un comentario

  1. Llama a la reflexión el artículo de la autora, dado que vivimos tiempos muy convulsos y conflictivos y que nos obligan a hacernos una pregunta : ¿ Qué será de Venezuela y el mundo dentro de veinte años ?. Lo mas probable es que la mayoría de nosotros ya no estemos vivos y de estarlo, seguramente estaremos en unas condiciones físicas y mentales bastantes deplorables ; nuestros hijos rondando los cincuenta años y nuestros nietos, serán adultos jóvenes. De hecho, la generación de relevo en este momento va rumbo a profundizar unos cambios demográficos internos dada su emigración masiva a todos los puntos del orbe, no regresarán y seguramente, ni sabrán lo que ha significado para nosotros el verlos pasar de ser ciudadanos de la patria a ciudadanos del mundo. Y no es que ello sea necesariamente una tragedia, puesto que es un imperativo de la globalización, y el tener que admitir que nuestro pequeño planeta se ha quedado pequeño y que un nuevo mundo lleno de oportunidades, no deja de ser una aventura apasionante.

    Lo cierto es que si nos dejamos llevar por aquello de las ´´expectativas inerciales´´, mejor sería dejar las cosas como están, pues los que nos gobiernan son los primeros interesados en que todo continúe igual y que nada cambie. Y es que como bien señala la señora Pulido de Briceño de manera taxativa, los únicos que pueden cambiar la presente situación somos nosotros mismos y no los que dicen representarnos. El problema radica en que hasta ahora, se han estrellado en el muro de sus propias contradicciones e incapacidades, casi que de la misma manera de los que nos dirigen. Y ello está ocurriendo porque ambos tenemos en común el compartir igual grado de decadencia. Una especie de determinismo fatalista que nos está destruyendo como nación.

    Mientras no comprendamos el problema, jamás daremos con la solución. Es menester mucha sabiduría y humildad para dejar de lado muchas de nuestras apetencias personales y darlo todo para favorecer el cambio que necesitamos. Es casi que una situación de ´´vida o muerte´´. Si lo hicimos todo mal para que nos remplazaran los que fatalmente nos gobiernan, ellos no son diferentes : ¡ Están haciendo exactamente lo mismo y hasta peor !. Y es que estamos consumiendo el tiempo mientras la decadencia continúa avanzando y ya llegamos al foso sin que hasta estas profundidades se vea la luz al final del túnel. Algo así, como: atrapados y sin salida, y aunque intuimos lo que se quiere significar con el término ´´audacia estratégica´´, pareciera que nos hace falta mucho ´´cemento´´, para rellenar tamaña tronera.

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