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Tres bonanzas petroleras en 100 años

Venezuela enfrenta en las primeras décadas del siglo XXI el dilema entre reorientar su devenir histórico hacia un desarrollo humano y sustentable, con equidad social y en democracia; o continuar dependiendo indefinidamente de las cíclicas bonanzas petroleras que brindan una falsa sensación de riqueza que, al cesar, sólo dejan más atraso, pobreza y subdesarrollo para la sociedad venezolana.

La primera bonanza petrolera (década de 1920)

Venezuela ha vivido tres grandes bonanzas petroleras en los últimos cien años. La primera fue en la década de los años 20 del siglo pasado, cuando en 1928 nos convertimos en el primer exportador mundial de petróleo; posición que mantuvimos hasta 1970. En 1926, el petróleo desplazó a la agricultura y la cría como el principal componente del producto interno bruto, de los ingresos de divisas y de los ingresos fiscales. Hasta 1920 y durante 400 años, Venezuela fue un país rural y agropecuario, donde el 60-70% del producto nacional era generado por la agricultura y la cría.

Pero aquella primera bonanza petrolera facilitó la modernización del país y la transición hacia la democracia, iniciada por el presidente Eleazar López Contreras en 1936, al instituir el Programa de Febrero, cuyo 80mo. aniversario se celebró el año pasado (pero que nadie recordó). Fue aquel el plan de reformas políticas, sociales y económicas de más largo alcance ejecutado en Venezuela hasta la fecha. Fue el año cuando Arturo Uslar Pietri, colaborador del ministro de Hacienda, Alberto Adriani, escribió el emblemático articulo Sembrar el petróleo.

Del Programa de Febrero surgieron instituciones indispensables, como el Banco Central de Venezuela, el Instituto Pedagógico, el Consejo Supremo Electoral, la Contraloría General de la Republica, la Guardia Nacional, el Banco Industrial de Venezuela y los ministerios de Agricultura, Sanidad y Asistencia Social y del Trabajo. Se promulgó la primera Ley del Trabajo, cuyo principal redactor fue el entonces joven abogado, Rafael Caldera.

Desde 1936 hasta la década de los años 70, y especialmente después de la restauración de la democracia, el 23 de enero de 1958, Venezuela no sólo construyó una democracia liberal respetable, quizás la más avanzada de América Latina, sino que pudo desarrollarse razonablemente con altas tasas de crecimiento económico y empleo, muy baja inflación, ascendente industrialización, mayor equidad social y decrecientes índices de pobreza.

Durante ese periodo, Venezuela si sembró el petróleo, llevando la instrucción pública a las grandes mayorías y edificando una extraordinaria red de escuelas, liceos y universidades en todo el territorio nacional, al igual que eficientes sistemas de electricidad, vialidad e hídrico, únicos en América Latina.

La II (años 70) y la III bonanza petrolera (2003-2014) 

La segunda gran bonanza petrolera, inducida por la Guerra del Yom Kippur, en 1973, si bien tuvo repercusiones positivas por la construcción de nuevas y grandes infraestructuras para el país (como el complejo hidroeléctrico del Guri, el conglomerado de industrias básicas del hierro, acero y aluminio en Guayana y el Metro de Caracas, etc.), ella introdujo otros impactos negativos.

Estos impactos negativos también se han manifestado durante la tercera gran bonanza petrolera, la de la década comprendida entre 2003 y 2014, la más larga y significativa de todas; y posiblemente la última en términos de los enormes ingresos petroleros de que disfrutó el país. Las transformaciones tecnológicas y científicas de las últimas décadas, la tendencia irreversible a la des- carbonización de las fuentes de energía y los avances de la III y IV Revolución Industrial, nos permiten pronosticar que la era de los combustibles fósiles entró en su fase terminal. Construir una sociedad del conocimiento es ahora el principal desafío del desarrollo. La tenencia de recursos naturales ha pasado a un segundo plano.

Las últimas dos bonanzas, por choques externos de precios de materias primas, trajeron consigo el surgimiento o agravamiento de una mentalidad rentística en la sociedad venezolana, que abrió paso o exacerbó fenómenos socio-políticos y económicos que hoy los tratadistas del desarrollo denominan la Maldición de los Recursos, la Enfermedad Holandesa y el Petro-Estado. En ambas bonanzas, los precios del petróleo se cuadruplicaron y hasta se septuplicaron, momentáneamente.

La Maldición de los Recursos, también conocida como la Paradoja de la Abundancia, es responsable de que el crecimiento económico de Venezuela, que registró tasas anuales de casi 6% entre 1928 y 1978, cayera a menos de 2% anual entre 1978 y 1998. Luego de la fenomenal bonanza petrolera de los años 70, el crecimiento económico y el ingreso por habitante se desplomaron, causando grandes trastornos socio-económicos que desestabilizaron la democracia, la economía y la cohesión social.

Durante la III bonanza petrolera (2003-2014), la economía creció, entre 2006 y 2008, entre 8% y 10% anual; pero en los últimos tres años (2014, 2015 y 2016), el producto interno bruto se ha contraído considerablemente durante doce trimestres consecutivos. La situación económica se ha agravado por la Enfermedad Holandesa, al sobrevaluar el tipo de cambio oficial (abaratar la divisa), haciendo que todo lo importado sea más barato traerlo del exterior que producirlo en el país, mermando la capacidad productiva de Venezuela. Una divisa cara es el mejor aliado de la producción nacional y de las exportaciones no tradicionales, es decir, es el mejor antídoto contra el Petro-Estado y el comportamiento rentístico de la sociedad venezolana.

@lxgrisanti

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