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Un Breve Ensayo sobre La Leyenda Negra

¿Por qué en el país que protagonizó las mayores hazañas de la Historia y sin cuyo liderazgo ni el cristianismo ni Occidente habrían logrado sobrevivir, sus ciudadanos tienen tan mal concepto de su pasado y su presente?

Alberto G. Ibáñez

Todos los imperios sin excepción han tenido su propia leyenda negra, una imagen negativa de su presencia y de su obra creada por sus enemigos, pero ninguno, ni siquiera los Estados Unidos, han sufrido una leyenda negra tan profunda, tan persistente y tan devastadora como España y su imperio y, siendo que las “leyendas negras” terminan cuando acaba el poder hegemónico, España es un caso particular y donde su leyenda negra ha sido alimentándose de los relatos de los enemigos aún hoy, contaminando su herencia, su imagen y su presencia, porque hoy la leyenda negra anti-española es asumida en todo el mundo e incluso en la propia España y donde libros, programas de televisión continúan difundiendo una imagen negativa de la propia España. Ala sazón con el Libro de Bartolomé de las Casas intitulado “Brevísima narración de la destrucción de Las Indias” está plagado de falsedades, un libro que puso en marcha el aparato de propaganda anti-español más formidable que hayan conocido los tiempos. Además, esa leyenda no se ha limitado a destruir la imagen de España en América sino cualquier aspecto relacionado con asuntos más allá del descubrimiento. Aspecto político por ejemplo el caso de Felipe II un gran emperador consagrado a la construcción y defensa del imperio y la religión como un ser oscuro y malvado que fue capaz de matar a su propio hijo. O el cacareado asunto de la inquisición, una institución que con unas u otras variantes se implantó en Europa para tratar las desviaciones de la fe, pero la leyenda negra se ha encargado de definir la inquisición como algo exclusivamente español como si los demás países no tuviesen parte alguna, cuando en realidad las naciones europeas fueron más crueles que España a la hora de castigar la brujería. La acusación más repetida contra la labor de España en América es la del “genocidio”, de hecho, para el resto del mundo, españoles incluidos, España practicó un genocidio en América. Téngase en cuenta que de lo primero que habla Bartolomé de las Casa es de ello, diciendo que en América había cien millones de nativos y que los españoles “cayeron sobre ellos como una manada de lobos sobre un frágil rebaño de ovejas”. Es cierto que hubo una mortandad de indígenas pero porque los españoles cayeran sobre ellos como “lobos hambrientos” sino por los virus y bacterias así como sus vectores todos venidos de Europa, el sarampión, el tifus, la viruela o la tosferina, fueron los verdaderos “lobos” que cayeron sobre una población desprovista de anticuerpos para enfrentarse a unas enfermedades desconocidas en el continente americano, así es que se calcula que de cada cien muertes de indígenas, noventa y nueve corresponden a los virus y tan solo uno a acciones de guerra. Otra acusación recurrente de a leyenda negra es que en los barcos que trasladaban a los pobladores de España hacia América es que viajaban en ellos la hez de la sociedad, reclusos, rufianes, delincuentes y gentes de mal vivir, nada menos cierto. Para poder embarcarse en una de las naves que partían de Sevilla hacia Las Indias, era necesario pasar un riguroso filtro que incluía desde la “pureza” de sangre hasta el buen comportamiento cívico. Como todos los embarques están registrados en el Archivo de Indias de Sevilla, constan las condiciones de las personas embarcadas, soldados, oficios diversos, mujeres y niños lo cual consta explícitamente y no embarcó un sólo delincuente. Como sería el filtro de riguroso que cuando fue a embarcar Don Miguel de Cervantes, que había solicitado licencia para viajar a Las Indias, no fue autorizado porque tenía algunas deudas pendientes, todo lo contrario que los ingleses hicieron en Australia a donde fueron enviados presos confinados en las cárceles de Inglaterra. Otra acusación recurrente contra España era la ambición desmedida por el oro y la plata, a tal extremo que se consideró que era la única razón de la presencia de España en América, pero éste es otro de los grandes embustes de la leyenda negra. Ya en el testamento de Isabel La Católica decía que el fin principal de España era la evangelización de los indígenas, disposición que pasó como norma de obligatorio cumplimiento en las Leyes de Indias. Con respecto a que la corona sólo tenía como fin el oro y la plata es igualmente falso ya que la Corona sólo percibía el veinte por ciento del oro y de la plata y el resto era de los criollos dueños de los yacimientos, el famoso “Quinto Real”, un impuesto pequeño para los impuestos que en Europa y particularmente en España se cobran hoy en día. La leyenda negra es unánime al difundir que España, además de un genocidio, practicó una destrucción sistemática de las culturas indígenas, que describen, los enemigos de España como sumamente ricas antes de la llegada de los españoles, sin perjuicio que dichas culturas autóctonas eran despóticas y tiránicas hacia sus propios súbditos y que España las liberó de esas tiranías. España obró en América de mismo modo que el imperio romano en Europa, trasladando la cultura occidental a unos pueblos muy primitivos. La labor cultural de España en América es visible por todas partes. Miles de ciudades y pueblos fundados desde Colorado en USA hasta la Tierra del Fuego en Argentina, algunas tan importantes como Buenos Aires, Lima o Bogotá, más de treinta universidades del norte al sur del continente americano, desde la famosa Universidad de Santo Domingo fundada cien años antes que la Universidad de Harvard, una red hospitalaria completa que abarca la totalidad del imperio hispano, sobretodo la creación de toda una civilización, la Civilización Hispánica, que comprende hoy a casi seiscientos millones de personas por todo el mundo. España crea en el Nuevo Mundo una civilización que incluye aspectos materiales como la alimentación y el ganado, la música o la arquitectura y aspectos culturales como la lengua, la religión y la filosofía de vida. Esa común identidad deriva de que España no prescindió de los nativos americanos, como ocurrió con Inglaterra en cuyas áreas de conquista los indios se extinguieron por completo. España no sólo no prescindió de los nativos, sino que se mezcló con ellos en una obra de mestizaje gigantesca como no ha existido otra en todos los tiempos. España fusionó su sangre con la de los nativos, creando una nueva raza, la mestiza y además los protegió a ultranza con las Leyes de Indias gracias a las cuales los indios americanos han sobrevivido en la América hispana mientras que han desaparecido en la América inglesa, así es que ocurrió lo contrario de lo que preconiza la leyenda negra. En lugar de genocidio, protección del indio, en lugar de destrucción , construcción de ciudades, hospitales y universidades, en lugar de destrucción de culturas creación de las la gran cultura mestiza, pero nada de esto lo reconoce la leyenda negra, que de modo continuo y sistemático, a base de repetir tantas mentiras, han llegado hasta el día de hoy, en cambio Español no ha puesto ni defensa ni resistencia contra estos enemigos, por eso es necesario reaccionar contra estos enemigos y reconstruir la verdad.  Todo proceso tiene un principio y en el de la leyenda negra su iniciador fue Fray Bartolomé de las Casas, quien para defender una causa justa se valió de datos falsos o poco precisos, que más tarde empleó la propaganda extranjera con el propósito de levantar la famosa leyenda contra España. En verdad, algunos conquistadores aprovecharon las encomiendas, sistemas de vasallaje, para abusar de los indígenas en contra de las recomendaciones de la corona española, pero las cifras fueron exageradas adrede para que la voz de los críticos fuera escuchada. ¿veinte millones de muertos causados por la violencia y abusos de los conquistadores? Los extranjeros dieron por buena esa cifra hasta que los propios enciclopedistas franceses cuestionaron su verosimilitud. El daño, no obstante, ya estaba hecho. Nacido en Sevilla a finales del siglo XV, Fray Bartolomé de Las Casas era hijo de uno de los hombres que acompañó a Cristóbal Colón en uno de sus viajes y, él mismo, viajó en 1502 al Nuevo Mundo. Durante esta primera estancia en América, el sevillano se convirtió en encomendero, que era una forma de esclavitud encubierta. La encomienda era una institución sirvió para canalizar la ambición de los conquistadores de un sistema feudal en América, ante la incapacidad de las fuerzas reales de hacer valer su autoridad. El proceso consistía en “encomendar” a un grupo de indígenas a un conquistador, un encomendero, como si se tratara de un vasallaje, pero sin cesión de tierras. Todo indígena varón entre los 18 y 50 años de edad era considerado tributario, lo que significaba que estaba obligado a pagar un tributo al Rey en su condición de “vasallo libre” de la Corona castellana o, en su defecto, al encomendero que ejercía este derecho en nombre del Monarca. Las encomiendas, no en vano, eran una cesión de los Reyes Católicos a cambio de que los conquistadores corrieran con los gastos de la evangelización, pues debían pagar, entre otros costes, el hospedaje del cura doctrinero. Se ordena unos seis años después pero no empezaría con su oficio de difamador sino hasta trece años más tarde tratando de dar cumplimiento a sus desmedidas ambiciones por abrirse paso en la aristocracia española para tener cargos y privilegios, a través de un texto intitulado “Brevísima historia de la destrucción de Las Indias”. El libro iba dedicado al Príncipe Felipe, pero quien más rédito le sacó a largo plazo fue Guillermo de Orange, el hombre que encabezaba en los Países Bajos la rebelión contra el Imperio español. Orange buscaba la forma de debilitar a España a través de la propaganda y se valió de las exageradas cifras del dominico para criticar la conquista de América y pintar a los españoles como esclavistas crueles. Coincidiendo con las negociaciones de Flandes, de mayoría católica, para seguir al rey español, aparece la versión francesa del libro de De Las Casas, traducida por supuesto por un protestante y con el rimbombante título: “Tyrannies et cruautés des Espagnols perpétrées ès Indes occidentales, qu’on dit le Nouveau Monde, brièvement décrites par l’évêque don frère Barthélemy de Las Casas ou Casaus, de l’ordre de saint Dominique, traduites par Jacques de Migrode pour servir d’exemple et d’avertissement XVII provinces du pays” La estrategia de los holandeses pasaba por advertir a los católicos de que entenderse con los españoles era hacerlo con opresores de naciones, como así lo habían demostrado en las Indias, que no tardarían en hacer lo mismo en los Países Bajos. Las traducciones del libro del fraile se multiplicaron en Europa y alcanzaron un número superior a las sesenta y dos ediciones. Y por si quedaba alguna duda en el título sobre la maldad de los hispánicos, el traductor sustituyó todas las menciones a los cristianos por la palabra españoles, lo cual tergiversa completamente el texto original de De Las Casas. Como apunta el hispanista Josep Pérez en su libro La leyenda negra”, la intención del fraile era “mostrar la contradicción entre el fin, es decir, la evangelización de los indios, y los medios utilizados: la guerra, la esclavitud, el trabajo forzoso, los malos tratos; “…porque así no se comportaban los cristianos sino los mahometanos. El que fueran españoles era secundario”. Es decir, que la crítica no estaba enfocada contra los españoles, sino contra los malos cristianos. El problema estaba focalizado en los encomenderos que, protegidos por las grandes distancias y la poca influencia que el rey ejercía, excedían los límites. Se consideraban algo así como virreyes pero eran mal vistos por la realeza y por el clero, quienes marcaban la pauta en cuanto a la legalidad, lo cual fue recogido en escritos de Felipe II a sus enviados: “Yo he sido informado que los delitos que los españoles cometen contra los indios no se castigan con el rigor que se hacen los de unos españoles contra otros (…) os mando por ello que de aquí en adelante castiguéis con mayor rigor a los españoles que injuriaren, ofendieren o maltrataren a los indios, que si los mismos delitos se cometieses contra los españoles”. Sin embargo, las cifras de De Las Casas no se sostenían y así lo denunciaron un puñado de autores españoles con escasa repercusión. En el extranjero la Leyenda Negra dio por ciertas las palabras del fraile y hasta el siglo XVIII no se empezaron a poner en cuestión. En El Ensayo sobre las costumbres” (1756), Voltaire reconoció que Las Casas exageró de forma premeditada el número de muertos e idealizó a los indios para llamar la atención sobre lo que consideraba una injusticia. “Sabido es que la voluntad de Isabel, de Fernando, del cardenal Cisneros, de Carlos V, fue constantemente la de tratar con consideración a los indios”, expuso en 1777 el escritor francés Jean-François Marmontel en una obra, “Les Incas”, que por lo demás está llena de reproches hacia la actitud de los conquistadores. Así y todo, la Revolución francesa y la emancipación de las colonias en América elevaron a de Las Casas a la categoría de benefactor de la Humanidad e hicieron olvidar otra vez los trabajos de Voltaire. Asimismo, la emancipación de las colonias disparó la publicación de ejemplares de su obra difamatoria. Es de hacer notar que De Las Casa estuvo poco tiempo en América, paradójicamente. En su libro “Imperiofobia y Leyenda Negra”, Elvira Roca Barea cuestiona directamente que Las Casas conociera lo suficiente América para escribir algo así, pues ni se preocupó por conocer a los indios ni su idioma. “Su estancia más duradera fue cuando le nombraron obispo de Chiapas (1544-1550), pero sólo estuvo allí unos meses, la mayor parte de su vida restante la pasó en la Corte defendiendo sus textos. Para cerrar, la leyenda negra antiespañola se produce por tres motivos fundamentalmente, políticos, religiosos y económicos, de parte de las naciones enemigas de España, fundamentalmente Inglaterra y Holanda., lo cual sigue ocurriendo en la actualidad, siendo la imagen histórica de España muy negativa, inclusive dentro de la misma España, donde se enseña sistemáticamente en las aulas la leyenda negra y los activistas políticas dicen que “hay que pedir perdón por haber descubierto América” y la pregunta que sobreviene es ¿pedir perdón por haber construido más de mil ciudades y preservado todas las formas autóctonas? La realidad es que, si el descubrimiento lo hubiese hecho Inglaterra, Holanda o incluso Francia, muchos de los que ahora quieren pedir perdón no existirían. En los círculos intelectuales y cultos se sabe que la leyenda negra es un fraude, pero a nivel popular persiste y es creída. En la Historia no hay nada más incorrecto que aseverar que la Reforma Protestante fue un movimiento a favor de la libertad intelectual. La verdad es que fue todo lo contrario. Para los luteranos y calvinistas, es cierto, representó su libertad de conciencia, pero el concederles esto a los demás, es falso, no mientras ellos dominaran la escena. La eliminación completa de la Iglesia Católica y de todo lo que se les oponía en su camino, fue considerado por los reformadores como algo perfectamente natural. Desde el principio, la rebelión espiritual de Lutero desató la avaricia. Los gobernantes alemanes, los monarcas escandinavos y Enrique VIII de Inglaterra, tomaron ventaja del rompimiento con el tutelaje papal, apropiándose tanto de la riqueza como del control de la Iglesias respectivas. Las normas y directrices marcadas por los líderes protestantes, fueron absolutamente igual de intolerantes que las de la Iglesia Católica con su particular Inquisición. Se implantó la asistencia obligatoria a los sermones protestantes bajo pena de castigo, toda enseñanza y práctica religiosa que se desviara de las regulaciones prescritas, se castigaban. A los clérigos no se les permitía oficiar misa ni se permitía a los feligreses asistir a ésta. Fue prohibido bajo pena de castigo severo, el tener imágenes y esculturas religiosas aún dentro de las casas. Muchas bellas pinturas, monumentos y antiguas obras de arte dentro de las iglesias católicas, fueron destruida en nombre del Cristo de Lutero. Aquella persona que se negara a asistir al culto público, se le daba un plazo de ocho días para salir de los límites de la ciudad, y los ciudadanos católicos, se les prohibió el asistir a los lugares de culto, bajo severos castigos. En Inglaterra, Seis monjes cartujos y uno de la orden Brígida fueron colgados, el obispo de Rochester, san Juan Fisher, fue decapitado. En mayo y junio de 1535, otros fueron desollados en vida, ahogados y descuartizados, por negar que Enrique VIII fuera la Cabeza Suprema sobre la tierra de la Iglesia de Inglaterra. Cuando Enrique VIII comenzó su persecución, había unos mil monjes dominicos en Irlanda, solo cuatro sobrevivieron cuando Elizabeth llegó al trono treinta años después. En un acta firmada por los Comisionados del Parlamento de Inglaterra, decretaron que cada “sacerdote romano” debería ser colgado, decapitado, descuartizado, sacarle las entrañas y quemarlas, así como colocar su cabeza sobre un poste en un lugar público. Al final, fueron escasísimos los sacerdotes que quedaron en toda la isla. Opositores en Irlanda también soportaron horribles sufrimientos. Hubo casos registrados en los que se les arrancaron a tirones sus dedos, a los que se les chamuscó el cuerpo por medio de hierros candentes, a los que se les rompían las piernas. Sus esposas también eran azotadas en público. La ejecución más infame en Ginebra fue la de Miguel Servet, un médico español que negaba la Trinidad, fue una especie de gnóstico panteísta. Había conocido a Calvino y éste último declaró, el 13 de febrero de 1547: Si él viene (a Ginebra), prevalecerá mi autoridad y no permitiré que vuelva a casa con vida. El arribo de Servet a Ginebra, el 13 de agosto de 1553, fue detectado casi en el momento. Por medio de instigaciones fue arrestado y puesto en prisión. El 26 de octubre, el Consejo ordenó que se quemase a Servet al día siguiente. La persecución, incluyendo la pena de muerte por herejía, no es una exclusiva falta del catolicismo. Con claridad ha sido comprobado, que es también un error de los protestantes y un punto ciego de la Edad Media y Moderna, donde lo que primaba no era tanto la fe o el creer en Dios, sino utilizar a éste, para dominar y controlar en su nombre determinados territorios, y con ello asegurarse el poder y el control social. Los inquisidores españoles aparecen representados en películas y novelas como ”sádicos fanáticos” que hicieron de España el territorio más atrasado de Europa y quemaron a una cifra interminable de judíos, brujas, musulmanes y sobre todo protestantes. Se le supone el episodio más terrible y despiadado de la Iglesia Católica. No en vano, el Santo Oficio fue un mecanismo inherente a la Edad Moderna que, a diferencia de la inquisición medieval, respondía directamente a la autoridad real, se empleaba como un órgano de control social y no aceptaba como válidos los testimonios obtenidos por tortura. Y si bien la cifra de muertes que causó la actividad del Santo Oficio en la Península Ibéricafue muy inferior a la que produjeron las guerras de religión, que desangraron Francia, Alemania o Inglaterra durante los siglos XVI y XVII, en el imaginario popular son los españoles los únicos que se ganaron la fama de radicales sanguinarios. ¿Qué tuvo de diferente la Inquisición española en comparación con otros países? ¿Utilizaba métodos más crueles? El historiador francés Marcel Bataillonrespondió que “la represión española se distinguió menos por su crueldad que por el poder del aparato burocrático, policial y judicial del que dispuso”. De esta forma, lo que diferenció la intolerancia religiosa de los territorios de la Corona española, respecto a otros países, es que los Reyes Católicosinstitucionalizaron esa represión a través del Santo Oficio, que, si bien causó menos derramamiento de sangre, dejó registrada la información detallada de cada ejecución. La propaganda inglesa, francesa y holandesa se encargó de exagerar algo que las inquisiciones protestantes realizaban con todavía más violencia y en menos tiempo. Precisamente fue a raíz de la propaganda escrita por el líder protestante, Guillermo de Orange, cuando la Inquisición española adquirió su fama de tribunal monstruoso, pese a que el odio religioso estaba presente en todos los rincones de Europa. No mucho tiempo antes, los principales gobernantes europeos habían celebrado la injusta expulsión y persecución de los judíos en España como un síntoma de modernidad. La Universidad de la Sorbonade París trasmitió a los Reyes Católicos sus felicitaciones. De hecho, la mayoría de los afectados por el edicto eran descendientes de los expulsados siglos antes en Francia e Inglaterra. Pero una cosa era expulsar a judíos o a musulmanes y otra diferente, a ojos de sus contemporáneos, perseguir a cristianos, ya fueran luteranos o calvinistas. En su “Apologie”, Guillermo de Orangesiente total indiferencia por los judíos, pero critica la Inquisición por acosar a los protestantes españoles. Lo que Orange ignora, o quiere ignorar, es que este grupo fue minoritario. Se ha calculado en dos mil setecientos el número de protestantes perseguidos por la Inquisición española entre 1517 y 1648, de los cuales la mayoría eran franceses, británicos, flamencos y alemanes. Una cifra nimia en comparación con lo que estaba ocurriendo en países como Inglaterra o Francia, que vivieron auténticas guerras civiles entre católicos y protestantes durante casi dos siglos. Solo en la noche de San Bartolomé (1572), la orden del rey francés de asesinar a los protestantes congregados en París causó más de tres mil muertos. Fue así la persecución protestante, mínima en España, la que llamó la atención en la Europa anglosajona sobre un tribunal encargado de juzgar un amplio grupo de pecados. Los procesos afectaban a grupos tan distantes como los blasfemos, bígamos, heterodoxos, homosexuales e incluso contrabandistas de moneda. Según los estudios de Jaime Contreras y Gustav Henningsen, entre 1540 y 1700 el Santo Oficio persiguió a cuarenta y nueve mil personas (si se suman las cifra anterior y posterior, Joseph Pérezeleva el número total a 125.000 procesos durante sus trescientos cincuenta años en España) de los cuales el 27% fue procesado por blasfemias y palabras malsonantes; el 24% por mahometismo; el 10% por falsos conversos; el 8% por luteranos; el 8% por brujería y distintas supersticiones; y el resto por otros asuntos como la sodomía, la bigamia, etc. Cabe recordar que la mayor parte de estos pecados eran igualmente sancionados como delitos en el resto de Europa a través de tribunales ordinarios. Entre los reos finalmente condenados, los castigos podían ir desde una multa económica, servir en galeras como remeros durante un tiempo específico, penas de prisión o, en los casos más graves, ser quemados vivos. En lo que se refiere al periodo entre 1540 y 1700, las condenas a muerte se dictaron en un 3,5% de los casos, según los cálculos de Gustav Henningsen. Pero solo al 1,8% de los condenados se les aplicó efectivamente la muerte por hoguera. Los otros fueron quemados en efigie, es decir, a través de un muñeco del tamaño de un ser humano que los representaba. Esto se debía a que habían fallecido antes de terminar el proceso, se habían escapado o directamente nunca habían sido capturados. Como ejemplo de ello, en la mayor ejecución sumarial de la Inquisición, celebrada en 1680, fueron 61 los condenados a morir en la hoguera, de los cuales treinta y cuatro eran estatuas (quemados en efigie) en representación de los reos. Otro de los errores más comunes es imaginar los multitudinarios autos de fe, que solían contar con la presencia de los Reyes y las autoridades, como lugares donde se presenciaban auténticas matanzas. En realidad, no se ejecutaba a nadie en estos actos, sino que los condenados a muerte, que comparecían ataviados con el tradicional sambenito (una especie de gran escapulario con forma de poncho), eran entregados formalmente a los tribunales reales encargados de ejecutar la sentencia más tarde y sin la presencia de las autoridades. Los miembros de la Iglesia no podían derramar sangre alguna y se limitaban a “relajarlos” al brazo secular, es decir, entregados a los tribunales reales. En caso de que se arrepintieran y reconocieran su herejía, los condenados a la hoguera eran estrangulados previamente mediante garrote vil. El número de los que realmente fallecían a consecuencia del fuego era muy escaso. Buscando una cifra global de muertos, el número estaría en torno a los cinco mil a diez mil muertos durante los trescientos cincuenta años de existencia del tribunal, si bien Geoffrey Parkerse atreve a concretar hasta los cinco mil muertos, lo que supone un 4% de todos los procesos abiertos. Durante esos trescientos cincuenta años de historia, la Inquisición española fue un aparato muy efectivo en el control social de los súbditos, pero no fue el único ni el más violento. El hispanista Henry Kamen, que ha dedicado varias obras a desmitificar las ideas extendidas sobre el Santo Oficio, ha demostrado con datos que al “comparar las estadísticas sobre condenas a muerte de los tribunales civiles e inquisitoriales entre los siglos XV y XVIII en Europa: por cada cien penas de muerte dictadas por tribunales ordinarios, la Inquisición emitió una”. Lejos de lo que se pueda suponer, la Inquisición ofrecía unas garantías procesales más amplias (ya de por sí insuficientes) que los tribunales ordinarios y, de hecho, mataba menos. Para empezar, la Inquisición recurría a la tortura en escasas ocasiones, y siempre bajo supervisión de un inquisidor que tenía orden de evitar daños permanentes, a menudo junto a un médico, en contraste con las salvajes torturas aplicadas por la autoridad civil. El desarrollo de la tortura era registrado escrupulosamente por los secretarios, incluyendo los quejidos y exclamaciones proferidas por las víctimas. Además, el Santo Oficio tenía un manual de procedimiento que prohibía muchas formas de tortura usadas en otros sitios de Europa y por los tribunales ordinarios. Las confesiones obtenidas durante el tormento no eran válidas por sí mismas y debían ser ratificadas, fuera de él, en las veinticuatro horas siguientes. Por otra parte, llama la atención la escasa incidencia que tuvo en España la persecución de la brujería, que se vinculaba casi exclusivamente a las mujeres. Se considera tradicionalmente que la brujería era, a ojos de los inquisidores españoles, un mal menor en el que incurrían mujeres de baja extracción y ningún tipo de influencia social o religiosa. La actuación del tribunal se encaminó durante los siglos XVI y XVII a la reinserción de las acusadas de brujería en el seno de la Iglesia más que a la pena de muerte, aunque también se registraron algunas ejecuciones en la hoguera por esta causa. Como ejemplo de condena benigna, una mujer llamada Isabel García, que en 1629 confesó ante el tribunal de Valladolid habérsele aparecido Satanás, con quien pactó, la recuperación de su amante, fue sólo castigada a cuatro años de destierro. Así y todo, hay que tener presente que, en la Corona española, los tribunales civiles contaban entre sus funciones habituales “la represión de la superstición”, con lo cual la mayoría de casos pasaron por sus manos. Sea como fuere, las cifras demuestran que la caza de brujas fue un problema ajeno al Mediterráneo. Según cálculos del historiador alemán Wolfgang Behringer, la persecución provocó en toda Europa entre cuarenta a sesenta mil víctimas, donde quinientas corresponden a la suma de las ejecutadas en España, Portugal e Italia (exceptuando las regiones alpinas de lengua italiana). En esta cifra, correspondiente a la primera parte de la Edad Moderna, Francia habría ejecutado a cuatro mil y Alemania al menos a veinticinco mil. Que no se entienda el presente artículo como una apología de los excesos contra otros humanos sino sólo como un pequeño grano de arena a la hora de dignificar a la gente que le dio sentido y forma a América. Se deja claro que fue un descubrimiento y no un encuentro como los quisieron vender a propósito de los quinientos años y era un descubrimiento lo que hizo Colón porque si no hubiese sido de esa forma, un descubrimiento, tampoco lo fue lo que hizo Koch con el bacilo de la tuberculosis, algunos quizá digan que Robert Koch se encontró con el bacilo y no lo descubrió porque el bacilo ya estaba ahí, lo mismo con el ADN que ya estaba ahí y así un sinfín de cosas y sitios descubiertos que, de no ser esta la palabra, tendría que ser eliminada del diccionario ya que no tendría sentido su uso, y ser cambiada por encuentro. Así mismo los movimientos que critican a Colón y la colonización son aprovechadores de una veta política propia de los zurdos y que hoy en día se sigue reflejando en los comportamientos propios de la inestabilidad de ciertos países latinoamericanos.

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2 comentarios

  1. Excelente recopilación de valiosa información, para desmentir el falaz andamio de infamias y exageraciones que elaboraron y consolidaron esa nefasta Leyenda Negra sobre España, tratando infructuosamente de negar o reducir la importancia de la colonización española en el continente americano, donde no era paradisíaca la situación en tiempos precolombinos, ni fue mejor para los aborígenes en los espacios conquistados y colonizados por las otras potencias europeas, esas que produjeron y difundieron la leyenda negra contra España. Chapeau !!

    1. Edgar hiciste un comentario valioso de un análisis del Dr. José Miguel. Gracias y quería enaltecer su persona como un gran médico que fue y lastimosamente murió y a muchos de nosotros nos ha dolido tanto, era nuestro vaston y guía. Una persona con tan buenos sentimientos. Lo digo… No es justo a tan corta edad. Fue muy fuerte para ver la situación de nuestro país en otra perspectivas y conocimientos, sentir el agobio de tantas personas tal vez colaboro en su infarto. Dios lo tenga en su gloria y eternamente agradecida a quien tanto quise y recordaré.

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