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Un farsante perfecto

Las tristes declaraciones recientes del dizque defensor del pueblo me han hecho recordar una de las milongas bonaerenses más clásicas. Es aquella en la que un porteño compadrón narra que asistió a un baile que se daba para proveer de fondos a un amigo que estaba encarcelado, y justifica la acción de su compinche: “Resulta que el loco es de buena familia, pero tiene un inconveniente el hombre: es coleccionista de gallinas”. Al final, quien canta explica que la fiesta terminó en una pelea generalizada y que, aprovechándose del desorden “yo me chorié un bandoneón”. O sea, primero, trata de justificar con razones traídas por las greñas las acciones del conocido y, para cerrar, admite que tiene los mismos defectos del “coleccionista”.

Lo digo porque la actitud oficial del Tarek W. Saab —quien detenta (empleo bien este verbo) el cargo actualmente— no se diferencia en nada de las de sus antecesores. Porque él y quienes lo precedieron en el cargo —Germán Mundaraín y Gabriela  Ramírez— no han actuado como la Constitución manda y el pueblo necesita: ser alguien que actúa al igual que el ombudman de los suecos, como uno colocado ahí para frenar los abusos de las autoridades del Estado y promover el respeto y conocimiento de los derechos de los ciudadanos. Para nada, todos ellos confundieron el segundo término del título: donde dice “pueblo”, ellos leen “régimen”. Todas sus ejecutorias han estado teñidas con el tizne partidista.

Si Mundaraín fue quien puso de moda aquello de que “en Venezuela no hay presos políticos sino políticos presos”, lo que le mereció que un respetado dirigente de la oposición comentara que “el problema entonces es que en Venezuela no hay un Defensor del Pueblo sino un pueblo sin defensor”; si la Ramírez, con gran irresponsabilidad y terrible insensibilidad frente a la tragedia de la familia venezolana, trató de desprestigiar a Amnistía Internacional y restarle importancia al drama de la inseguridad ciudadana; el turquito al que el muerto viviente se vio en la necesidad de relevar en Anzoátegui no se les queda atrás. A él, quien salió a la luz pública como “defensor de los derechos humanos”, no se le conoce un solo gesto a favor de algún desvalido después de haber llegado los rojos al poder. Todo el tiempo fue uno más en la larga caterva de robolucionarios ineptos y amigos del erario. Hasta que necesitó desempolvar lo de “defensor” para poder acceder al regalo inmerecido que le dio el parlamento y que hoy utiliza para intentar frenar la corriente en ascenso de las fuerzas alternativas que han de reemplazar a los actuales mandatarios, por corrompidos, por ineptos, por regalados a un dictador casi nonagenario.

Ya había cometido la “gracia” de asegurar que los privados de libertad (para usar el cursi lenguaje del régimen) no deben tener celulares. Exactamente, sus palabras: “Estoy en desacuerdo con que cualquier detenido tenga un teléfono celular”. ¡Claro, porque en este caso es un preso político! Mientras tanto, media población penal ordinaria —con la anuencia, y hasta complicidad de La Fosforito—no solo tiene celulares, sino armas y explosivos. Y, para añadir ludibrio a esa estupidez, dijo que: “Nadie, estando detenido, (…) graba un video llamando a manifestaciones a la calle, tal o cual día, por ósmosis”. Si el muy maldito ejercita su memoria, recordará que el pitecántropo sabanetense, cuando estuvo en Yare, no solo tenía varios celulares, con los cuales seguía conspirando, sino que daba entrevistas a los periodistas para seguir creando su aureola de salvador de la patria. Y nos resultó un Bolivita de a locha.

Fueron dos las más recientes “gestas” de Tarek para defender y congraciarse con sus jefes en Caracas y La Habana. Primero, intentó descalificar a los expresidentes, “Tuto” Quiroga y Andrés Pastrana, quienes vinieron a Venezuela a solidarizarse con los presos políticos y dejar más visible la vesania del régimen en contra de quienes se les oponen. Los llenó de epítetos que más bien cuadran a los jerarcas actuales —a los que él, más bien, debiera tener vigilados. Lo menos que les dijo fue que vinieron a sumarse a la «guerra mediática para desacreditar al Estado y las instituciones del país». Como si fuese posible estar más desacreditado. Y lo más fue acusarlos de ser «personas vinculadas con asesinatos masivos”.

¡Mira, turquito, ellos no tienen nada que ver con los 42 asesinatos que tus copartidarios, más bien tus cómplices, cometieron el año pasado cuando las protestas! Entiende que no son solo esos dos expresidentes quienes abogan por el respeto de los derechos de nuestros opositores; vas a tener que tratar de desacreditar a todos los que están agrupados en el “Club de Madrid” y a todos quienes firmaron la carta que ustedes no quisieran haber visto nunca. Y después, ¡le pusiste la guinda de la torta! Saliste con ese chorro de babas, durante lo que debió ser un reconocimiento al derecho que tenemos a manifestarnos: hiciste lo contrario, incitar a las policías a reprimir a los marchistas. Pero, claro, tú seguías la línea impuesta por tu jefe, el ilegítimo, quien ya antes había amenazado con poner presos a los comandantes de cuerpos policiales que no metiesen en cintura a los opositores. Quien no te conozca que te compre…

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Un comentario

  1. Buen artículo. Yo le agregaría que la descarada anterior fue la que declaró, sin pizca de escrúpulos, ni respeto alguno por los cientos de miles de víctimnas y sus allegados, que eso de la Inseguridad era una SENSACIÓN.
    ¿Cual sería la Causal de Divorcio que alegó la ex del turquito, para separarse de esa bazofia?
    Al término ombudman le faltó una S. ombudsman

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