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Un país en crisis

Venezuela está preñada de crisis y el dicho popular reza que «la que está preñada o pare o revienta…» Ese es el caso de nuestro país. Aquí va a pasar algo… y ese algo tiene futuro que es la vigencia plena de la democracia, la reinstauración de la República civil, en la cual el estamento militar se somete al poder civil y no a la inversa. Es además, la expresión de las más altas libertades, en especial la libertad de pensamiento, la libertad de prensa.
La República vivió 40 años de República civil derrocado Pérez Jiménez en 1958, hasta 1998 cuando sucumbe la llamada partidocracia y emerge un militar en la escena política: Chávez, que comienza por alterar la historia y acuñar el concepto de la «Cuarta República». Con ello daba a entender que con él se iniciaba un nuevo periodo histórico. Hoy podemos decir algo similar si consideramos que con los 16 años de fracaso del chavomadurismo se cierra un ciclo histórico.
La crisis tiene manifestaciones políticas, sociales, económicas, culturales y también se manifiesta en la salud y en la educación. La dirección política debe saber estimar las distintas caras de la crisis. La experiencia histórica demuestra que la solo crisis económica no da pie para cambiar a un gobierno, por muy deficiente que sea su desempeño en esa importante área, es necesario que converjan la crisis económica con la política y la social.
La crisis económica es profunda, también la política que se expresa en un divorcio entre dos mitades de país, en la carencia de libertad de expresión, en la represión de las protestas pacíficas. Hasta tanto no se una a Venezuela no cesará la crisis política, porque su fundamento radica en esa división. Hemos llegado a un momento en el que está planteado un cambio de gobierno por otro que tome en cuenta el pluralismo político de toda la sociedad.
La crisis afecta fundamentalmente a los sectores más pobres que son los que padecen con más rigor los efectos de la inflación que en el rubro de los alimentos supera el 100%. Esta situación se torna intolerable para esos sectores que serán el motor del cambio.
Venezuela no puede vivir eternamente sin ley, sin justicia, con un poder judicial supeditado a las órdenes del Ejecutivo. Precisamente, otro de los motores del cambio lo constituye la necesidad de retornar a la imprescindible separación de poderes. Venezuela cambiará, Venezuela tiene futuro y su futuro es un gobierno democrático que gobierne para todos sin distinción.
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