El EditorialOpinión

Un viaje sin sentido

A veces cuesta entender cuál es el propósito de un Presidente de someterse al escrutinio público en el vasto espacio de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Por lo general, cuando no tienen nada nuevo ni particular que decir, dejan en manos de su Ministro de Relaciones Exteriores el discurso de rigor, para demostrar al mundo que su país existe, incluso hemos visto, en algunas ocasiones, que el que lo ha leído ha sido el Embajador ante la organización.

Maduro nunca hasta ahora se había dignado pisar el hemiciclo de la ONU para pronunciar su palabras a la audiencia y presuntamente al mundo. Tal vez porque en su memoria quedaba aquella tremendista intervención de su predecesor en Miraflores, cuando expresó ante una atónita presencia a sala llena, que el sitio en el que iba a hablar le olía a azufre.

Pues bien, de pronto, sorprendiendo a Tirios y Troyanos, Maduro decidió montarse en el avión presidencial y enrrumbarlo hacia la ciudad que nunca duerme. Las razones de ese improntu quedaron en el campo de las suposiciones y de los rumores, siendo el más difundido, incluso por medios de comunicación tanto de nuestro país como el de otros, en particular de nuestra vecina Colombia, que Trump lo había invitado a conversar.

Tal vez pensó que si este había sostenido un encuentro, con el hasta entonces impresentable líder norcoreano, él podría tener sus minutos de encuentro con Trump, ya que el propio presidente norteamericano dejó abierta la posibilidad.

En todo caso, haber leído un discurso vacuo y sesentoso ante una insignificante audiencia y olvidándose que la tan criticada doctrina Monroe fue precisamente solicitada por el gobierno venezolano de finales del siglo XIX para contener las apetencias terrófagas del Imperio Británico que no solo se posesionaba del hoy llamado territorio Esequibo, sino que pretendía convertirse en ribereño de nuestro río Orinoco.

Mejor le hubiera ido a Maduro hacer mutis por el foro y dejar a Arreaza o a Moncada que leyense la cartilla, pero entonces como justificaba él presuroso e inoportuno viaje a Nueva York.

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