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Una economía descuartizada

Lo poco que queda de la economía productiva está sobreviviendo de la inercia y de los menguados inventarios. Y lo mucho que ya no existe, fue destruido, poco a poco, por el régimen político más irresponsable y depredador que haya padecido Venezuela en toda su historia. Lo que no es poco decir.

Pero la situación de lo que ha logrado sobrevivir se encuentra muy trancada. Entre las pequeñas y medianas empresas que aún operan, es común enterarse que adelantarán vacaciones colectivas y que no saben si abrirán en el 2016. Y no tanto porque no quieran sino porque no están en capacidad de hacerlo.

También es común apreciar como otras ya están cerrando la santamaría, sumándose así al grueso del aparato productivo, industrial, agrícola y comercial de Venezuela que, lamentablemente, no aguantó la guerra declarada y ejecutada desde la hegemonía. Decenas de miles de empresas, en todas las regiones del país, han sucumbido en la hecatombe, y los parques y zonas industriales, otrora símbolos de la pujanza venezolana, parecen cementerios abandonados. Guayana incluida.

Lo único que “prospera” en esta mega-crisis es el mercado negro o el bachaquerismo, y el mercado rojo o la bolicorrupción. Más nada. ¡Y vaya si prospera! Algunos ex-funcionarios de estos desgobiernos han denunciado formalmente que el monto de la corrupción cambiaria asciende a 250 mil millones de dólares… Y se trata de un solo rubro de los muchos que componen el latrocinio rojo, sin excluir el narcotráfico.

Y ante semejante panorama, la hegemonía es incapaz de hacer otra cosa que establecer más controles y depredar más recursos. No estamos ante una situación de coyuntura por efecto de una disminución de los precios del petróleo en los mercados internacionales. No. Estamos ante una realidad estructural, potenciada por una mezcolanza de ideología colectivista, chapucería gubernativa, pillaje tribal, y un afán de dominio despótico que es incompatible con el desarrollo económico y social.

Por eso actúan de mala fe o son unos ilusos irredimibles, quienes piensan que puede haber cambios razonables con el desgobierno de Maduro. Eso no es posible. Las evidencias lo vienen demostrando una y otra y otra vez. La única manera de impedir que se destruya lo que todavía existe de actividad económica legítima, amén de la posibilidad de reconstruir y relanzar, es que la hegemonía sea superada, que quede atrás. No hay otra.

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