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Una pizca más de sensatez

Ser sensato debe ser muy aburrido. De vez en cuando hay que cometer alguna desmesura para disfrutar la vida con intensidad. Pretender que nuestra dirigencia y los ciudadanos en general nos comportemos siempre con responsabilidad, con mesura y aplomo es una utopía. Dirigentes y dirigidos nos equivocamos y tenemos la tendencia humana a no reconocer errores y por ello se nos dificulta rectificar.

Sin embargo, seríamos torpes si nos equivocamos todo el tiempo y nunca estemos dispuestos a enderezar entuertos. En esta lucha en contra del totalitarismo hemos cometido algunos errores, pero también hemos tenido aciertos. Ahora, que contamos con un gran apoyo de las democracias del mundo, requerimos una pizca más de sensatez para lograr una unidad que muestre al mundo que sí hay una alternativa de poder. Caso contrario, ese apoyo se irá erosionando y en Venezuela se impondrá el desaliento.

Esa unidad la tuvimos en varias etapas de esta lucha por la democracia, por lo que no debería ser difícil reconstruirla. Quizá el escollo es que algunos creen que ya los mangos están bajitos y pueden cosecharse, sin mayor esfuerzo, acudiendo a votar o mediante negociaciones bien llevadas, mientras que otros los perciben más altos y quieren recurrir a las piedras para apearlos.

Esta diferencia no puede ser tan insalvable. Para cosechar los mangos bajitos se debe contar con una organización perfecta que impida la trampa y, principalmente, que los ciudadanos estén dispuestos a votar. Al respecto hay que entender que ningún líder tiene suficiente carisma para entusiasmar a unos votantes que eluden bejucos por estar picados de culebra. También hay que considerar la desconfianza en negociaciones, dado que las anteriores no han dado fruto, tanto porque no es fácil que un totalitarismo claudique, asi como por falta de unos facilitadores imparciales.

Quienes piensan que la única forma de agarrar los mangos es a pedradas, deben evaluar si cuentan con piedras de tamaño adecuado y suficiente puntería. Hasta el presente, muchos valientes fueron víctimas de la represión. Gracias a ellos, a la gestiones internacionales de muchos de nuestros dirigentes, así como por la brutalidad de la Guardia Nacional, de la policía y de los paramilitares rojos, se logró despertar la atención de muchos países, pero eso no es suficiente.

Un paso previo para lograr entenderse es aceptar que ninguno de los partidos de oposición, ni sus principales dirigentes, son colaboracionistas. Todos quieren la salida del régimen ya que, contrario a lo que algunos piensan, estar en la oposición no proporciona dividendos. Sin duda que, frecuentemente, nos amotinamos con algunas declaraciones con las que no comulgamos, pero hay que entender que cada cabeza es un mundo y ser tolerantes. Con el debido respeto a gente bien intencionada, pensamos que algunos dirigentes y opinadores actúan echándole leña al fuego, en vez de agua para apaciguar los ánimos.

Seguimos siendo optimistas. El tiempo del narcorégimen terrorista está cercano a terminar. No creemos en que pueda producirse una intervención militar extranjera, pero sí en que nuestros dirigentes podrán coincidir en acuerdos mínimos que animen al resto de los ciudadanos a protestar masivamente y que pierdan el comprensible temor a una huelga general para que esta sea exitosa. Todos debemos apoyar a Almagro, la intervención humanitaria y la denuncias ante la Corte Penal Internacional con sede en La Haya.

Como dice Adolfo Salgueiro en su artículo del sábado: “Pareciera que estamos en presencia de los últimos manotazos de desesperación que podrían extenderse hasta que China -y un poco menos Rusia- lleguen al precio que su interés geopolítico haya establecido como tope para asegurar su presencia en América Latina. Hasta entonces es necesario el milagro de trabajar con unidad sabiendo que el mayor y más decisivo esfuerzo es el que nos compete a nosotros, los de a pie”.

También somos optimistas en que se pueda lograr la recuperación económica de Venezuela en poco tiempo. El reciente artículo de Ricardo Haussman sobre el caso de Albania proporciona elementos para ello. Solo se requiere que todos aportemos una pizca más de sensatez.

Como (había) en botica: Argentina, Canadá, Chile, Colombia, Francia, Paraguay y Perú dieron un ejemplo al mundo de su compromiso con la defensa de los Derechos Humanos al denunciar a la dictadura venezolana ante la Corte Penal Internacional. Igualmente Almagro y el Grupo de Lima. Nuestra solidaridad con La Patilla, acosada por la justicia chavista que maneja Diosdado. Los gritos del coronel Jorge Eleazar Márquez Monsalve a la periodista Carla Angola evidencian que es un tipo de mala calaña. Lamentamos el fallecimiento Alirio Sifontes, compañero de Gente del Petróleo y de Unapetrol. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

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