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Vamo a calmarno

Como decía el Maestro José Raúl Capablanca, campeón mundial de ajedrez, quien no tiene estrategia, forma parte de la estrategia del otro. Y conozco una sola estrategia para cambiar de Gobierno, probada, comprobada y estudiada: elecciones. Todo lo demás son cuentos de hadas promovidos por radicalismos cómodos ejercidos desde la comodidad del exilio o de quien no cuenta con una organización política capaz de movilizar de manera pacífica a miles de personas. Recuerdo una marcha en particular, realizada el 27 de febrero de 2004, cuando fuimos por la Av Libertador rumbo al Teatro Teresa Carreño a entregar a los Jefes de Estado reunidos con Chávez un carta donde se argumentaba el sesgo político y las verdaderas intenciones de las planillas planas, que dio lugar posteriormente a la Lista Tascón. Nunca había experimentado en carne propia tanta violencia: vi a motorizados enmascarados dispararnos desde la calle que sube a Cotiza, sin que la GN hiciera nada al respecto, tragué gas del bueno, lloré y regresé horas más tarde a la casa de papá, que me esperaba con los nervios de punta y seguramente, con la tensión alta de la preocupación. Años después, siendo testigo electoral municipal del candidato de oposición a la Presidencia, me escapé de milagro de un intento de cárcel o intimidación por parte de militares del Plan República, pero nunca pude comparar el coraje que vi desplegado por los testigos de Mesa ese día y en las jornadas electorales siguientes.

Montar un Padrón Electoral – la lista de las personas que van a trabajar como miembros de Mesa o testigos en las mismas – es una prueba máxima de organización. Comienza meses antes con el estudio de las personas seleccionadas para colaborar con el CNE el día de las elecciones: hay que identificarlos, saber quién es partidario del Gobierno y quién no, buscar a alguien que lo conozca, contactarlo y convencerlo para que haga los cursos requeridos para ejercer su condición de miembro o testigo. La logística es importante: el transporte, los alimentos, los teléfonos, los suplentes de los testigos y los suplentes de los suplentes. Luego organizar el transporte de las Actas al final del día y llevarlas a buen resguardo, lo cual puede ser una misión imposible, que tiene sus peligros. Es sumamente complejo, pero lo más importante es la valentía, la disciplina demostrada por cada testigo para defender el voto de los venezolanos, uno por uno. Hay que estar pendiente y reclamar si el representante del PSUV pretender acercarse a la mesa a ver por quién va a votar la persona, con la idea de intimidarlo o presionarlo. Voto a voto, durante horas, a veces con fuerte tensión entre los miembros; el día se hace largo, agotador, incómodo. No estamos hablando de la masa, sino de personas de carne y hueso, de gente viva como diría el hijo del Presidente en su lenguaje tan particular, con nombre y apellido, cuya defensa a ultranza realiza cada miembro de mesa de forma individual. Es una tarea titánica realizada por personas anónimas que no figuran en las redes sociales, ni serán conocidos más allá de su ámbito familiar o sus cercanías con algún partido. Esas son las personas que cambian gobiernos. No supuestos héroes militares vaporosos o dirigentes gritando desde el exilio, pidiendo levantamientos del pueblo venezolano.

Recuerdo a Argelia Laya, dirigente fundadora del MAS, una gran mujer que tuve la oportunidad de recibir en mi casa en Barcelona, cuando trabajaba en el Liceo Tomás Ignacio Potentini en el pueblo de Onoto, al sur del Estado Anzoátegui. Compartía mi trabajo como docente de bachillerato con mi pasión por la escritura, el arte y también con la política. Ella me argumentaba, una noche que nos dirigíamos a una reunión del Comité Distrital, que el verdadero revolucionario no es aquel se interesa por el pueblo o por las masas, sino quien está motivado por un verdadero amor o preocupación por las personas de verdad, una a una. Los primeros pueden llegar a ser tiranos o violadores de derechos humanos, los segundos siempre tendrán como única prioridad a la gente de a pie. Recuerdo de aquella época no sólo al escultor Pedro Barreto y a Gladys Meneses, cuyo Taller de grabado frecuentaba todas las tardes, sino también al poeta Gustavo Pereira, una de las personas más generosas y lúcidas que he conocido en mi vida. Le llevaba mis textos y los comentaba, me prestaba libros y jamás dejó de abrir las puertas de su casa para ayudarme en lo que necesitara. Gustavo fue simpatizante de Chávez e incluso participó en su Gobierno, aunque por corto tiempo, lo cual no me impide admirarlo de pies a cabeza como una de las personas más íntegras que he conocido en mi vida.

Y ese es el punto, cómo diseñar una estrategia política que nos lleva a superar la crisis actual. No conozco otra manera que permitiéndole al venezolano de a pie manifestar su opinión. Jamás un golpe de Estado o una aventura militarista que pondría en manos de muy pocos el destino del país. Y la única forma de hacer eso, es participando en las próximas elecciones de Gobernadores y luchando voto a voto para que la voz de todos sea escuchada. Ese famoso padrón electoral sólo pueden montarlo los partidos, que tienen representación y organización en todos y cada uno de los 335 Municipios que tiene Venezuela. Esa es la realidad y jamás tendrás un hashtag propio por participar, nadie te va a retuitear si te ofreces como voluntario, pero por eso luchamos. La democracia se conquista voto a voto. No hay otra manera de respetar los derechos de cada venezolano, esa es la razón por la cual su convocatoria  una ANC tuvo tanto rechazo y por lo que tuvieron que hacer trampa. El medio es el mensaje, como diría McLuhan.

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