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Venezolanos frente a Biden

En los anales de la psicopatología social del siglo XXI debe figurar en sitio destacado el caso de los venezolanos que han salido del país huyendo del socialismo y una vez instalados en lugar seguro, en los EEUU, por ejemplo, apoyan allá la misma agenda política que los expulsó de aquí.

Lo curioso es que utilizan el mismo discurso: EEUU no es Venezuela, exaltan las sólidas instituciones norteamericanas, el imperio de la Ley, el Estado de Derecho, ese ADN democrático que corre por las venas de los ciudadanos de ese gran país. No, allá no puede ocurrir lo que pasó aquí y ante cualquier reparo responden: “No vale, yo no creo”.

Recordemos la ingeniosa tesis de Moisés Naím de que el problema de Venezuela no es el socialismo: “Los venezolanos están huyendo no sólo de la indigencia sino también del colapso del orden público y de la falta de servicios más básicos: la electricidad, el agua corriente, las telecomunicaciones, las carreteras, una moneda que funcione, la salud y la educación. A fin de cuentas, estos refugiados no huyen del ´socialismo´, se escapan de un gobierno infernal y fracasado”. Es como decir que los cubanos que se echan en una balsa al estrecho de La Florida no están escapando del ´comunismo´ sino de toda la lista anterior.

De manera que se puede reconocer la realidad de ambos países, que es imposible negar, y no obstante salir de ello con la convicción socialista intacta, porque todas las consecuencias que se derivan de la aplicación del modelo, donde quiera que sea, no le son imputables, se explican por una mala gestión, corrupción de funcionarios u otros errores inexcusables; pero la doctrina sobrevive completamente refractaria al testimonio de la realidad.

Otros venezolanos, menos ingeniosos que Naím, eluden esas disquisiciones doctrinarias y prefieren argumentar que JB, en realidad, no es socialista. Él es un individuo moderado, sensato, equilibrado, equidistante del supremacismo derechista de Trump y del extremismo de izquierda, representado por las turbas de Antifa y Black Lives Matter que, por alguna razón maliciosa, se suelen asociar con su agenda.

No es poca razón haber sido vicepresidente de Obama durante todo su reinado confirmando la percepción tradicional de que “este cargo es el más insignificante de cuantos haya imaginado o concebido el hombre hasta el momento”, al decir de John Adams, vicepresidente y sucesor de Washington; o en forma más moderna, que es como la quinta rueda del carro, que revela su importancia sólo en caso de que se pinche el principal.

Para Obama estos movimientos resultan “inspiradores” y de hecho, en ejercicio de su vocación de “organizador social”, desarrolló su propia plataforma llamada Organizing For Action (OFA), con decenas de oficinas desplegadas por todo el país, cuya finalidad es coordinar las acciones de los sedicentes “movimientos sociales espontáneos” dirigidas a sabotear el cumplimiento de las promesas de campaña de Trump que ellos repudian.

Se les ha visto aparecer en manifestaciones contra las medidas anti-inmigración, en el caso del muro con México, en el desmantelamiento del sistema conocido como Obama-care y aportando asistencia jurídica y financiera a los grupos en general, proveyéndoles recursos logísticos, materiales y de transporte, propagandísticos, dando asesoría legal y pagándoles fianzas a individuos detenidos en actos de vandalismo, también presentando demandas para neutralizar judicialmente las iniciativas de la Administración.

Pero si todavía quedaran dudas de estos nexos simbióticos, el mismo JB se encargó de despejarlas con la selección de su compañera de fórmula, Kamala Harris, que representa en sí misma este coctel ideológico no exento de su “toque racista”. Es muy falazmente llamada “afroamericana”, porque sus padres son inmigrantes de Jamaica y la India.

Hizo su carrera en la conocida popularmente como “República Popular de California”, uno de los Estados más radicalizados de la Unión, donde fue Fiscal General, con propuestas tan controvertidas como legalizar el consumo de marihuana, responde vagamente que hay que “reinventar” el concepto de seguridad pública frente al reto de retirar fondos a la policía para invertirlos en programas sociales, su propuesta “Back on Track” consiste en reducción de penas por planes de formación laboral y reinserción social de delincuentes, en cambio, recomienda procesar a los padres cuyos hijos falten a la escuela.

Es partidaria de la ideología de género y del aborto. Como Fiscal anuló la “propuesta 8” que impedía el matrimonio entre personas del mismo sexo; como senadora promovió la Women´s Health Protection Act, que “prioriza proteger a la mujer en la decisión de abortar a la vez que procura que los servicios de abortos sigan disponibles sin restricciones”, una forma muy sibilina de asentar que el aborto es una “decisión” y que se deja sin protección alguna al niño, sin duda, la parte más indefensa.

A Venezuela le ofrece dar ayuda a organizaciones humanitarias internacionales para ser distribuidas a los venezolanos residentes y refugiados, continuar apoyando los esfuerzos diplomáticos multilaterales hacia una transición pacífica hacia elecciones legítimas, lo cual debe ser el último objetivo: “Finally, we should take US military intervention off the table”. 

Pero afecta más directamente a los venezolanos la declaración explícita de JB de volver a la política de Obama de apertura hacia Cuba, el “deshielo”, de tan ingrata recordación. Esto implica deslindar una realidad para tratarla como procesos desvinculados.

Imposible olvidar que durante esa administración se celebraron en La Habana las “negociaciones de paz” entre Santos y las FARC, se firmó el llamado “acuerdo del siglo”, que condujo al actual desbarajuste que sufre Colombia, con los guerrilleros controlando el poder judicial y dirigiendo el Congreso, sin haber sacado ni un voto, mientras Álvaro Uribe está en prisión, habiendo ganado todas las elecciones a que se ha presentado, incluyendo el plebiscito en que se rechazó con un NO rotundo los mentados acuerdos.

Las FARC disidentes ahora acampan en territorio venezolano, disputándoselo con el ELN, sus dirigentes viven en Caracas y La Habana respectivamente, el ejército y la policía de Castro ejercen autoridad en toda la subregión, ¿cómo puede resolverse esta situación separando una realidad geopolítica única que aquí se denominó Venecuba o Cubazuela?

Gustavo Petro manifestó su apoyo a la candidatura de JB, la foto de Piedad Córdoba pasea por las redes del brazo de Nancy Pelosi, no exactamente vestidas de rojo porque la Pelosi prefiere darse un exquisito toque roji-negro, como hacen Hillary Clinton y Michelle Obama. Todos están clarísimos: quieren hincar de rodillas a todo el mundo.

¿Y qué les pasa a los venezolanos? Lo que exhiben es, por ejemplo, una morbosa devoción por Michelle Bachelet, olvidando que su Partido Socialista es miembro del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla, que promueve disturbios para abolir la libertad desde la Patagonia hasta más allá del río Bravo.

Va siendo hora de hacer una reflexión muy seria: ¿No podría haber algo en su mentalidad y en su conducta que contribuye a lo que todos estamos padeciendo? ¿No tendrán una gran responsabilidad en lo que ocurre aquí y que están llevando donde quiera que van? Porque, bastante que se les advirtió y nunca escucharon.

Como colofón puede preguntarse, una vez que hayan contribuido a destruir a los EEUU, porque la mala noticia es que sí puede ser destruido, ¿para dónde van a emigrar?

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Un comentario

  1. Imbécil. Los demócratas han gobernado mejor que los republicanos la economía americana. Sistemáticamente. Ahora, el invento de que Biden es «comunista» es una imbecilidad. Supongo que hay sinónimos, pero la palabra me parece demasiado adecuada.

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