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Venezuela: ¿colapso pacífico o sangriento?

  1. La preocupación del mundo. Ninguna persona sensata en el mundo se pregunta hoy día si Maduro va a ganar las elecciones de diciembre. Basta ver las estadísticas sobre la destrucción de la economía y las preferencias de sufragio, para entender que la derrota electoral de Maduro-Cabello-Arreaza es inevitable. La pregunta real, por lo tanto es, si la sustitución de este gobierno será pacífica y ordenada, o caótica y sangrienta, como en el Maidan de Ucrania.
  2. Cabello en el consultorio de Lula. El 10 de junio del presente, Diosdado Cabello, el verdadero hombre fuerte del régimen, viajó en plan de emergencia al “Instituto Lula” en Sao Paolo. Ahí pidió al decano de la socialdemocracia latinoamericana un kit de supervivencia política, para escapar de la muerte electoral preanunciada. Quería un remedio rápido contra la creciente orfandad global del gobierno por los “derechos humanos”, reforzada por las (coordenadas) cábalas mundiales de Felipe González y la (malinformada) declaración del Premio Nobel de la Paz y Arzobispo emérito, Desmond Tutu, sobre el “silencio ensordecedor” oficial latinoamericano ante “los presos de conciencia de Venezuela”; quiso también recetas electorales para evitar la catástrofe de diciembre.
  3. Brasil muestra la tarjeta roja. En ausencia de un proyecto nacional propio de la troika y ante posibles fallas predictivas del pajarito de Miraflores, era una opción lógica ir con Lula. Lógica, porque Lula es una de las dos eminencias históricas, cuyos confesionarios son frecuentados regularmente por Maduro y Cabello. Existía, sin embargo, un problema. Lula ya había planteado la estrategia de salvación del proceso venezolano en febrero de 2014, en vísperas de las negociaciones con la oposición. Públicamente había abogado por la gran alianza nacional con la burguesía y negociaciones con Capriles, para aislar a los radicales. Pero, en su momento, los iluminati de Miraflores no le hicieron caso. De hecho, implementaron la propuesta del confesionario alternativo y de fuerzas sectaristas y corruptas internas, con los resultados desastrosas que vemos ahora. Llegado marzo, 2014, se acabó el “jogo bonito”. Lula se desesperó y criticó abiertamente el sectarismo abusivo y suicida de Maduro-Cabello. Un año después (mayo 2015), Brasil perdió la paciencia con la ignorante y arrogante cúpula “chavista” y le sacó la tarjeta roja: pasó de una posición pro-Maduro a una política abiertamente injerencista, instrumentada mediante declaraciones del canciller, de la Presidenta y del Senado. La sumisa y silenciosa aceptación de ese intervencionismo reveló el extremo debilitamiento de la troika. Después de haber acusado al imperialismo gringo de causar el desastre en Venezuela, seguido por las acusaciones contra el rancio sub-imperialismo español, Miraflores carecía de fuerza, para aplicar la estratagema de los diablos externos a Itamaraty. Por eso, y después de la humillante derrota en la Cumbre de las Américas, al hombre fuerte del régimen no le quedó de otra que emprender el “paseo al Canossa brasileiro”.
  4. La causa política de la crisis terminal. Trágicamente, el Presidente Chávez dejó su obra en una configuración improvisada y de incertidumbre, que prefiguraba el colapso actual. Por las circunstancias históricas de la “Revolución Bolivariana” su construcción había sido vertical: el líder, basándose en los militares, el petróleo y las masas, conduciría la transición nacional. Pero, cuando por default llegaron al poder el activista maoista Nicolás Maduro y el apparachik anti-comunista Diosdado Cabello, el delicado equilibro de los cuatro vectores de poder se rompió. Ni el activista de izquierda, ni el subteniente de derecha tenían los dotes, que el proyecto desarrollista de Hugo Chávez requería. Puestos a la cabeza de un poderoso aparato estatal vertical, sin contrapesos en la conciencia y organización del pueblo, arruinaron en menos de tres años a la revolución, la nación y al pueblo.
  5. La causa económica de la crisis terminal. Para agravar la catástrofe, la troika no sólo heredó un elaborado sistema de dominación política vertical, sino también económica. Cuando en la economía monoexportadora rentista venezolana, Fidel le recomendó a Hugo Chávez —después del fallido golpe de Estado— el bloqueo de la fuga de capitales mediante el control de divisas, se concentró todo el poder económico del país en una sola variable: el dólar. El dólar se convirtió en rey de la economía, es decir, en la madre de todos los precios relativos; y, a quién lo manejaba, lo volvía amo del destino económico de la nación. Tal medida fue temporalmente necesaria para defender la revolución. Pero, al transcurrir el tiempo, la medicina preventiva se convirtió en toxina y destruyó todo el tejido productivo y distributivo del país. Ante el autismo de la troika que, en lugar de gobernar, mira paralizada —como el conejo ante la serpiente— al caos que ha producido, la revolución ha dejado de ser el gran vehículo del progreso. Los parámetros cuantitativos de esta involución son desgarradores.
  6. La dimensión del desastre. El Producto Interno Bruto (GDP) cayó en 2014 un 4% y para este año se espera una caída de 7.5%. Las reservas internacionales están en su nivel más bajo ($17.5 Mrd) desde el golpe de Estado petrolero del 2003. La inflación en 2013 alcanzó el 56%, en 2014 el 68% y para este año llegará probablemente a 120-175% (HSBC). Los aumentos del salario mínimo 2014-2015, no cubrieron las pérdidas inflacionarias, lo que repercutió en un dramático deterioro de la calidad de vida de las clases populares. La tasa de pobreza estuvo en 1999 en 49%; en 2009 bajó a 33,5%, y en 2013 subió a 38,2%. Para 2015 se calcula en alrededor del 55% (Cesar Gallo). Ante los salarios simbólicos que se pagan, hay una extrema fuga de cerebros de las universidades, de PDVSA y de empresas privadas. El sueño de la sustitución de importaciones quedó en el olvido. Ni en el campo, ni en la industria se ha reducido la extrema dependencia de las importaciones que caracterizó a los años prerevolucionarios. La industria nacional trabaja al 50% de su capacidad instalada (V. Álvarez); alrededor del 70% de los alimentos y medicinas se importan y los inmensos fondos crediticios chinos no se invierten en el aparato productivo, sino para financiar el consumo nacional. Por ordenes de su presidente Nelson Merentes, el Banco Central (BCV), ha dejado de publicar las estadísticas de la escasez e inflación, desde hace cinco meses. Ante la escasez de divisas, el suministro de dólares al sector privado se ha reducido en un 70% durante el último año, mientras que la depreciación de la moneda se calcula en 60%. La posibilidad de un default a inicios de 2016 es real, si no se consigue nuevos prestamos externos.
  7. Al abismo – The walking dead. Sin ideas, ética e iniciativa, ni en lo nacional, ni en lo internacional, el desgobierno no se atreve a atacar el problema destructivo fundamental de la economía nacional: el precio del dólar y su absurdo sistema de segmentación que genera oportunidades de arbitraje sin fin. Este cáncer se tenía que haber removido hace tres años. Ahora el oficialismo ya no lo puede controlar y el paroxismo se acerca: La troika ha perdido el apoyo de las masas que la hace, correctamente, responsable del desastre. El 74% de los venezolanos opina que, en términos generales, el país está mal o pésimo y sólo un 20% piensa que mejorará. El 76% evalúa negativamente la gestión de Maduro y el 45% quieren un gobierno de unidad nacional inmediatamente, para solucionar la crisis del país. Pero, un gobierno de unidad nacional requiere una negociación entre ambas partes, cuando la troika se ha quedado sin poder de negociación, salvo, las bayonetas.
  8. La solución sandinista y el neofascismo estadounidense. El último poder de negociación oficialista es la fuerza militar. La troika podría tratar de negociar un gobierno de emergencia nacional con la oposición, en el cual el control de la Fuerza Armada quedaría en manos del “chavismo”, mientras que las muy dolorosas medidas de sanación económica inevitablemente tendrán que adecuarse a la lógica de la economía de mercado (de la oposición), con cierta protección de las clases populares y medias. Esta fue la solución del Frente Sandinista en 1990, cuando se perdieron las elecciones nacionales. Existen, sin embargo, dos obstáculos a tal solución. No está nada claro, si Washington aceptaría tal solución institucional de la crisis. Es muy probable, que el neofascismo estadounidense y su cínico presidente prefieren un escenario tipo Maidan que podría abrir la puerta a la separación del Zulia y Esequibo. El segundo obstáculo es la maraña de intereses entre políticos, empresarios y militares, que tiene tres años llevando el país hacia el despeñadero, pensando sólo en sus intereses particulares. Esa camarilla en el poder no acepta consejos ni razones. No tiene sentido pretender asesorarla. Para las fuerzas patrióticas que quieren impedir la solución sangrienta de Maidan hay una sola tarea: organizar el poder para sustituirla, sin hacerle el juego a la oligarquía y a Washington.
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