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Venezuela, la somalización de un país

En el último quinquenio se ha utilizado frecuentemente esta palabra convertida en categoría de la sociología política, para señalar el grado de precariedad institucional in extremis, alcanzado por naciones de África, Asia y América Latina. Su origen proviene de los países del Cuerno del continente africano: Etiopía, Djibouti, Eritrea, Kenia y Somalia, quienes compiten en cuanto a indicadores de pobreza, masacres, hambrunas, guerras civiles, epidemias, éxodos migratorios, tiranías etc. En fin todo género de calamidades resumidas en el concepto de estado disuelto, estado fallido.

Definiciones que en cierto modo en nuestro continente han sido ubicadas en Haití y en diferentes estudios han señalado también a Venezuela, aun cuando en materia de historia las analogías son una referencia, ya que las realidades de cada país le conceden condiciones específicas a la experiencia cruel, que sufrimos hoy los connacionales quienes han marchado a la diáspora por millones a nivel continental y mundial , y a quienes habitan actualmente el territorio nacional.

Resulta que los espectros  del continente noreste africano se vislumbran como tragedia probable para nuestro país, cuando se anuncia un mes adicional de cuarentena hacia mediados de junio, en el contexto de una economía en ruinas que a juicio del Banco Mundial y del FMI pronostican el cierre técnico, al caer adicionalmente el PIB para 2020 en 20%, que agregado al 65% perdido desde 2013 nos indica una hambruna colectiva en medio de la pandemia que asola al mundo.

Pues bien, no estamos muy lejos al visualizar por las redes sociales el retorno a la tracción sanguínea utilizada hasta el siglo XIX para concretar procesos productivos, mulas transportando vegetales desde zonas agrícolas, asnos asperjando químicos para combatir plagas de la agricultura, incluso utilizados también para el transporte público en algunas ciudades del interior, hasta la situación deplorable de campesinos perdiendo sus cosechas al carecer de cualquier tipo de transporte ante la carencia absoluta de combustible.

En el caso de los servicios públicos vitales como la salud, registramos el traslado de pacientes en carretillas, bicicletas, por la destrucción del parque de ambulancias, que ha resultado en la pérdida de vidas humanas, sea por el retardo en la atención de la emergencia o porque el centro médico carece de las medicinas esenciales para salvar vidas.

El confinamiento o toque de queda ha agravado el traslado entre poblaciones en el mismo estado, por ejemplo en el Estado Zulia donde Maracaibo ejerce una relación centralista sobre el resto de la región, cualquier traslado es una odisea al carecer de dinero efectivo para pagar el deficiente transporte ante el cierre de cajeros y bancos desde marzo, debiendo recurrir al trueque para lograrlo. Trasladarse de Cabimas a Maracaibo implica pagar con un paquete de arroz hasta el Puente sobre El Lago, otro paquete de Harina de maíz del Puente hasta Maracaibo y un paquete adicional en el interior de la ciudad, siendo un proceso que se repite para el regreso del atribulado residente en la Costa Oriental del Lago, o en su defecto si eres «usuario VIP» debe pagar en divisas 60 $ el viaje ida y vuelta.

La disolución del Estado se reconoce en el enfrentamiento entre bandas que se apropian de territorios, en medio de una orgía del terror para los pobladores de esas zonas, como lo sucedido recientemente en Petare, cuyo conflicto se extiende a otras ciudades y regiones del territorio nacional, conllevando a la población  preguntarse ¿el Gobierno y resto de instituciones públicas donde están?, aun cuando está presente a diario en cadenas interminables de Radio, TV, su presencia es cada día más lejana para un ciudadano indefenso y desprovisto de sus derechos consagrados en la Constitución y las Leyes de la República.

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Un comentario

  1. Ciertamente, el país retorna progresivamente a su «estado de naturaleza original», cuando nuestros abuelos infectaban a los indios motilones en la Sierra de Perijá para fundar en sus tierras las primeras haciendas de aquel siglo XX, en sus inicios. Caminos de trochas selváticas y ríos con caños turbulentos que, bordeándolos, los llevaban a la fundación de los primeros asentamientos : Machiques, San José, La Villa, Las Piedras y así sucesivamente. Una sociedad rural, campesina y agraria, distante de Maracaibo que, sería un centro comercial y urbano con sociedades muy diferentes y cada una, con su perfil propio y distintivo. Hasta que se llegó al concepto de hoy en día de Estado fallido aunque hay uno mucho mejor : «PAÍS FUERA DE SERVICIO», ya que el último que se fue, hace rato que apagó la luz. Aquí, todos estamos presos, enjaulados, sin entretenimiento, sin DIRECTV, sin agua, luz ni alimentos para todos. Viendo la caza y captura de los ciudadanos después de las 2 p.m. en la calle, los bajan de los carros y les roban lo poco que lleven, después al estadio PACHENCHO ROMERO donde o te bajas de la mula o tu carro va al garaje municipal, donde lo desvalijan y además, pagas multa. También, muchos, ya no subimos a las montañas trujillanas pasando por el Mercado Municipal de Valera, donde las recuas de burros y mulas defecan en el mercado a la espera de bajar las verduras de los municipios vecinos. Todo un objeto de estudio para antropólogos, y sociólogos rurales, o un retroceder a la noche de los tiempos en medio de un desempleo bestial y de gochos en bicicleta, vendiendo cepillados con las manos sin lavárselas y echando un melado con agua sucia sobre el hielo . De pronto, nos vino la luz para salvar a toda Venezuela : contrabando de comida de campo y cigarros, aprovechando las redes del crimen desorganizado y sí, por organizar. Como cuándo éramos niños y «San ISIDRO» montó la red de contrabando más grande y próspera de la región zuliana. O como modernamente se diría : ¡ UN FUTURO PROMETEDOR PARA EMPRENDEDORES EN DELINCUENCIA ORGANIZACIONAL !.

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