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Venezuela, ¿Qué ruta llevas?

Desde hace tiempo, el hombre vive sofocado por gruesos y serios problemas que vienen reduciendo los valores que, en otrora, lo encumbraron. Su vida está allanada de angustia, violencia y desorden, particularmente. Y para colmo de males, se encuentra impávido ante un panorama de anarquía, de descomposición social y de desesperanza que hacen ver los medios de información que actualmente dispone. 

De manera que lejos de escapar de los temores y amenazas sembradas a su alrededor, la dinámica política, social y económica, lo acerca cada vez más al horror de verse atrapado por la turbulencia que puede arrastrarlo y hundirlo en el tremedal de la desesperación o la confusión.

Es lo que está sucediendo. No sólo en Venezuela. Sino también en muchos de aquellos países que alardearon de sistemas socialistas como la fundamentación política que exaltaría ámbitos de libertades integrados bajo el concepto de una democracia “socialista”. 

Sin embargo, Venezuela cayó en la trampa funcional que le tendió el elaborado y fantasioso discurso político. Plagado de elementos teoréticos que exaltaban el pensamiento revolucionario universal. Discurso éste que se hizo acompañar de razones abstraídas del marxismo clásico para manipular las esperanzas del hombre moderno. Y que en efecto, lo lograron.

Todo concurrió a insensibilizar aquella población que contaba con alguna conciencia política. Asimismo, ello llevó a conducirla hacia parajes de riesgo donde la autodestrucción caracteriza de modo abierto las formas por las que se rige la civilización en su sector  dominante. 

Lo específico de la situación (en crisis)

No obstante, las realidades poco dejaron ver las lesiones que comenzaban a deformar sus capacidades. En consecuencia, se alteraron proyectos de vida, modelos políticos, criterios económicos, hábitos y prácticas sociales y tendencias culturales. 

En el caso Venezuela, las informaciones tendenciosas, aprovechándose de las coyunturas tecnológicas, alimentarias y sanitarias que sorprendieron al mundo en toda su magnitud, sirvieron para estropear al país que ya venía desmejorado. Hasta dicho momento, el país no pudo resistir más el diluvio de desgracias que lo inundó por entero. Además, produciéndole la supresión de importantes derechos y libertades fundamentales para su desarrollo.

Hoy, luego de tantas décadas de continuas atrofias, y de haber experimentado anomias por distintas causas, Venezuela potenció sus crisis de todo orden y condición. Y aunque hayan podido adelantarse algunos esfuerzos, los mismos se han hecho en direcciones no sólo incompatibles con la esencia de los conflictos que intenta aplacar. Sino también, han sido aplicados sin orden alguno esparciéndolos equivocadamente según el tamaño de los problemas anotados.

Y es todo lo contrario como tales esfuerzos -ciertamente- pudieran alcanzar algún resultado capaz de reducir el desarreglo que, en todos los grados y jerarquías, sobrelleva Venezuela. Pues de ser así, no habría ninguna razón para preguntar Venezuela, ¿Qué ruta llevas?

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