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Vergüenza de ser americano

Después del exabrupto de la suspensión de Paraguay y del ingreso por la ventana de Venezuela, me avergoncé de ser mercosureño. Cuando nuestro entonces Presidente José Mujica lo justificó por el seudo principio de «realpolitik» de que lo político prima sobre lo jurídico, sentí vergüenza de ser uruguayo Luego de la lamentable actuación de la UNASUR, con respecto a Venezuela, me avergoncé de ser sudamericano. Y tras las declaraciones de los Estados Unidos sobre su seguridad nacional y sobre la elección del Secretario General de la OEA, me avergüenzo de ser americano.

¿Qué me queda? ¿Avergonzarme de ser terrestre cuando algún organismo o país serio del planeta siga con la venda en los ojos con Cuba o respalde a Maduro y al populismo autoritario?

Sobre Paraguay-Venezuela, hemos escrito ríos de tinta y no creo que sea del caso insistir, ya está todo dicho. Con respecto a la UNASUR, a todas las tropelías anteriores, se agrega ahora la última reunión de Cancilleres realizada en Quito, simplemente para aplaudir al bolivariano Presidente Nicolás Maduro, no nos engañemos, no seremos más felices pero al menos tendremos los pies sobre la tierra.

Algunas almas ingenuas que no son de izquierda, han sostenido que la UNASUR no sirve para nada. Craso error. La UNASUR es muy eficiente como instrumento para apoyar a los populismos autoritarios, empezando por el dueño del circo: Venezuela, siguiendo con Ecuador, Bolivia, Surinam y Argentina; y para neutralizar a la OEA. En una región donde el liderazgo brasileño está hecho añicos y en la cual los países que no son autoritarios tiemblan de miedo ante los populistas y lo único que hacen es proferir —como escribía Julio María Sanguinetti— un estentoreo silencio.

Con ese panorama, la UNASUR hizo lo que tenía que hacer y como ninguno de los Cancilleres de los países miembros osó señalar que los Estados han acordado, en diversos instrumentos internacionales, que el ámbito de los derechos humanos ha dejado de ser estrictamente interno, situándolo en la esfera internacional; la UNASUR invoca alegremente el concepto de la no-intervención, principio que —por supuesto— no respeta cuando no le conviene (ejemplo: Paraguay).

Porque en el caso de Venezuela las violaciones a los derechos humanos han sido establecidas por la ONU, y —entre otros— por Amnistía Internacional, Human Rights Watch y por… la Internacional Socialista.

Cómo anécdota de la sumisión de la UNASUR a Venezuela, vale la que reveló el Canciller ecuatoriano Ricardo Patiño, miembro de la misión de tres Cancilleres (con Brasil y Colombia) que visitaron Venezuela hace unos días junto con el lacayo chavista Ernesto Samper y se entrevistaron con Maduro. Patiño informó que esa misión le habría planteado al Presidente venezolano que una misión de la Cruz Roja visitara en prisión al dirigente opositor Leopoldo López.

Pero enseguida aclaró —no vaya a ser que el del «pajarito» lo agreda— que «no fue una propuesta formal del organismo, ya que la UNASUR ni lo ha hecho ni lo va a hacer, sino de un planteamiento informal». Planteamiento que ¿quieren apostar? quedará en la nada.

Y así llegamos a la posición de los Estados Unidos. En primer lugar, con respecto a Venezuela que con el reciente anuncio del gobierno de Obama ha causado revuelo en el gallinero bolivariano. Pero vayamos por partes, veamos ante todo el párrafo de la orden ejecutiva que causó el revuelo:

«La situación en Venezuela, que incluye la erosión de las garantías de los derechos humanos, la persecución de opositores políticos, cercenamiento de las libertades de prensa, empleo de la violencia, violaciones de los derechos humanos y abusos en respuesta a las protestas antigubernamentales, arrestos arbitrarios y detenciones de manifestantes antigobierno, así como la exacerbante presencia de corrupción pública significativa, constituyen una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos. En virtud de todo lo anterior, declaro emergencia nacional para atender esa amenaza«.

Seamos serios, no hay nadie que pueda creer (ni siquiera el propio Maduro en sus noches de delirio) que Venezuela es una amenaza para la seguridad nacional de los EE.UU. Entonces, más allá de las justificaciones que los norteamericanos necesitan esa declaración para tomar medidas contra un país, la misma fue inoportuna en el tiempo y en la forma: le dio al bolivariano la oportunidad de colocarse en víctima, de poner al continente a favor de David amenazado por Goliat y mucho peor que eso para el pobre pueblo venezolano, Maduro puede gobernar por decreto «para garantizar la pervivencia de la nación».

¿Y cuales son esas «terribles» medidas del imperio? Son sólo respecto a siete funcionarios con responsabilidades individuales por violaciones severas y masivas a los derechos humanos, no están amparados por inmunidad, a los se les prohíbe el ingreso a territorio estadounidense y se les impide realizar transacciones relativas a bienes localizados en Estados Unidos. Medidas inocuas para el conjunto de un Estado y que ni siquiera son ilegales, como sostiene la UNASUR.

A ese error de la amenaza a la seguridad, los EE.UU. le agrega otro con respecto a la candidatura de Luis Almagro a la Secretaría General de la OEA. Un portavoz del Departamento de Estado anunció el apoyo de EE.UU. a esa candidatura:

«Confiamos en la capacidad (de Almagro) para liderar la OEA en la dirección correcta durante su mandato», El Gobierno estadounidense «cree que la OEA necesita a un líder que esté dispuesto a defender la democracia y los derechos humanos -los valores básicos y compartidos por los miembros de la OEA- cuando estén amenazados».

Que los norteamericanos hayan apoyado la candidatura de Almagro, siendo el único postulante y con Guantánamo de por medio, estaba en la tapa del libro. Pero que lo hagan manifestando que es porque la OEA necesita a un líder que esté dispuesto a defender la democracia y los derechos humanos, cuando Almagro es un bolivariano notorio y convencido y Venezuela es una «amenaza para la seguridad USA», es de esas grandes paradojas que tiene la política exterior yanqui.

De todas maneras, y como parte de la vergüenza y el deterioro de la OEA que se desarrollan en nota aparte, Almagro salió electo por 33 votos y una abstención. O sea con más aval que Insulza en su primer mandato que tuvo tres abstenciones.

Entre todos los ditirambos a Almagro que se lanzaron en tierras uruguayas frentistas, nos llamó la atención la inusitada sobriedad del Senador José Mujica, quién dijo que «esperaba una buena gestión de Almagro» ¿Cómo? ¿No la da por descontado?

Finalmente dos perlas para aumentar la vergüenza, si ello fuese posible: una del Senador Luis Rosadilla: «Tenemos que tener un gesto político y dejar en claro que estamos en el continente, dispuestos a defender la autodeterminación de Venezuela a través de voluntarios dispuestos a combatir».

La segunda es del propio Maduro y vale la pena ver la grabación por la cual dice: «Si nos tocara algún día tomar el fusil, lo tomaríamos y seria el final del imperio estadounidense en la historia».

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