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Wuhan, un concierto para piano y el coronavirus (5)

IV. Comentarios finales.

El efecto dominó del brote del COVID-19 está produciendo enormes desafíos a los sistemas de salud mundiales y generando consecuencias negativas de gran alcance en la economía global, que se extenderán si su propagación no se controla con efectividad. Probablemente sean las naciones latinoamericanas las más duramente afectadas por dicho brote, debido al tipo y escala de sus economías, que podrían estallar en crisis sociales difícilmente manejables.

El programa Solidarity, anunciado por la OMS a mediados de marzo de 2020, es un llamado a todas las naciones a sumar sus esfuerzos en la búsqueda unificada de un tratamiento eficaz para el COVID-19. Obviamente, intenta concentrar recursos financieros, logísticos y humanos, particularmente los primeros, en la lucha contra esa enfermedad. Actualmente participan alrededor de 40 países. Este programa internacional está diseñado para generar los datos sólidos que se necesitan para mostrar cuáles tratamientos son los más efectivos.

El resultado ha sido la construcción de un gran conglomerado internacional diseñado para generar esos  datos. Responsables iniciales son la Fundación pro-Naciones Unidas y la conocida Swiss Philanthropy Foundation, ya existentes, conjuntamente con la propia OMS, para recabar y administrar los fondos aportados por las naciones o entes privados participantes. Se han elegido cuatro fármacos para el ensayo internacional. Esto evitaría la dispersión de todo tipo de recursos, incrementando las posibilidades de éxito del emprendimiento.

Existen más de 2.000 patentes relacionadas con los coronavirus SARS y MERS, parientes del SARS-CoV-2. El 80 % es sobre agentes terapéuticos, el 35 % sobre vacunas y el 28 % sobre técnicas diagnósticas (una patente puede cubrir varios aspectos, por eso el total suma más del 100 %). En esa lista hay varios cientos de patentes de anticuerpos, citocinas, terapias ARN e interferones que están en fase de investigación y desarrollo para los coronavirus SARS y MERS y podrían funcionar contra el nuevo SARS-CoV-2.

También hay decenas de patentes sobre posibles vacunas contra SARS y MERS que podrían ser útiles para combatir el SARS-CoV-2. Son vacunas como las que se han mencionado en este texto: con virus inactivados y atenuados, de ADN, de ARN mensajero y VLP. Pero poco más de una veintena de ellas presentan grados de desarrollo prometedores.

Evidentemente, la cantidad de conocimiento científico yacente en esos logros permitirá agilizar nuevos ensayos clínicos y experimentales para combatir a este virus.

La secuenciación de los nucleótidos del genoma del virus fue rápidamente determinada por grupos de investigadores chinos y se publicó para que su acceso fuese completamente libre, el 23 de enero de 2020 (GenBank, Peng Zhou et al.). El virus es una mutación de un coronavirus de murciélagos.

Conocer la estructura del virus permite combatirlo eficientemente (antivirales y vacunas). Se sabe, que su genoma es similar en un 80% al del SARS; que la proteína S permite su adherencia y penetración al huésped; que la proteasa TMPRSS2 del huésped facilita esa penetración; que la ARN polimerasa es la enzima que replica al genoma del virus y los de las proteasas C3CLpro y PLpro, que son activas en el procesamiento de las proteínas virales y el papel de la proteína ACE2 (enzima convertidora de la angiotensina 2) como receptor de la proteína S para la penetración del virus en el huésped.

A pesar de que en algunos sectores de la comunidad científica, a lo cual se agregan los representantes políticos, se habla de la necesidad de disponer de una vacuna para dentro de 12 meses a 18 meses, va a ser muy difícil cumplir con ese desideratum. Puede ser un enfoque demasiado optimista, al que habría que anteponer la precaución, que siempre es buena consejera. Las dificultades son ingentes, además de los problemas conocidos de la investigación y desarrollo, escalamiento de la estrategia para fabricar el producto y las varias etapas de los ensayos clínicos hasta estar seguros de su inocuidad, que debe ser declarada como tal, finalmente, por la autoridad oficial. Y luego su producción en masa.

Quizás el virus pueda hasta “desaparecer” (adormecerse) como sucedió con el SARS y despertar cada invierno. ¿Qué se haría entonces? Aún así habría que pensar, que debió haber valido la pena el aprendizaje, generando nuevo conocimiento, útil para el abordaje de otros virus. Y fortaleciendo los preparativos para el próximo brote, que probablemente llegará. Se ha anunciado, que China parece prepararse para ello.

A menos que, como estrategia de emergencia, se eliminen las fases de los ensayos clínicos o algunas de ellas, que consumen mucho tiempo, lo que desataría un enorme problema bioético, que recordaría la posición controvertida de la OMS durante el brote de Ébola de 2014 en África Occidental, cuando indicó, que sería éticamente aceptable emplear un medicamento (preventivo o terapéutico), sin que se hubiese demostrado su efectividad e inocuidad en humanos, aún cuando los ensayos en animales fueran prometedores.

El material que se presenta en este texto, en forma muy condensada, es básicamente, divulgativo y pone de relieve los intensos esfuerzos realizados por los institutos de investigación, la industria farmacéutica y entes financiadores privados para tratar los brotes actuales y futuros del coronavirus. No pretende ser completo ni exhaustivo.  

P.D.   Durante la redacción de este texto fue anunciado por un grupo australiano de investigadores (Leon, C. et al.), que la substancia Ivermectina, un antiparasitario ampliamente usado en medicina veterinaria, presentó un efecto inhibidor de la replicación in vitro (cultivos de tejidos) del virus SARS-CoV-2, destruyéndolo en 48 horas, con lo cual se agrega a la lista de posibles candidatos de los fármacos existentes para ser estudiado en profundidad como potencial tratamiento a la COVID-19. Está en la lista de medicamentos esenciales de la OMS.                

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