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¿Y si todo esto es a propósito?

Alfredo Maldonado

Suicida, si, pero como una estrategia deliberada en acción. Pensamientos y análisis de pensadores como los del Podemos español –la España en autodestrucción sobre la base de un socialismo destruido y desconcertado- y de los ideólogos del castrismo en Cuba, un ejemplo activo de seis décadas menos dos meses de destrucción de un país y de su pueblo.

¿Dónde fue formado Nicolás Maduro, es el bobo ignorante que algunos imaginan? Es hombre de izquierda extrema, de la Liga Socialista fenecida pero regada y rápidamente incrustada en la débil y muy etérea ideología del chavismo. Y en La Habana, bajo la guía del fidelismo en acción. Un hombre con ese pasado formativo puede ser un gobernante incapaz desde la perspectiva de gerenciar un país, pero no desde un punto de vista político.

Los Castro arrasaron su propio país para consolidarse en el poder. Acabaron con el ejército que, corrompido o no, era una estructura organizada y por eso peligrosa para los asaltantes del poder. Degollaron con rapidez la organización empresarial de un país que en los años 50 era un líder económico al menos caribeño. Transformaron a un pueblo dicharachero y emprendedor –fíjense en los cubanos que han salido a diversos países durante esas seis décadas- en una nación sometida y resignada. Y llevan sesenta años mandando, e incluso engañando a miles de necios que desde lejos creen en el romanticismo de la justicia social revolucionaria.

El chavismo, o el madurochavismo, o el castrochavismo o como usted quiera llamarlo, lleva 19 años aplicando todos los programas adecuados para destruir la forma de ser de esta nación. No sólo han desilusionado, atemorizado, desentusiasmado y puesto contra la pared a todo tipo de empresarios y emprendedores, sino que han convencido a muchos venezolanos de que perder esas fuentes de trabajo es sólo un paso necesario hacia una vida más justa y feliz. Y que además no es culpa de los atracadores del mandato, sino de los empresarios que generan empleo y riqueza, y de los países imperialistas del mundo –Estados Unidos, por supuesto, y la Unión Europea, pero no los aún más imperialistas Rusia y China, porque estos revolucionarios nuestros se quedaron atascados en Stalin y Mao, no entienden ni ven a esos países ahora.

Se han encontrado, Chávez primero, y mucho más Maduro después, con un pueblo de escasa formación, dedicado a las telenovelas más románticamente intrascendentes y muy poco a los libros, que utiliza las redes sociales para las informaciones y contactos necios de Facebook y Whatsapp –entre otras redes sociales- principalmente para pasar el tiempo, un pueblo que desconoce su propia historia de caudillos majaderos pero sangrientos que han lucrado hasta hartarse sin construir una nación. Sólo Pérez Jiménez, que no fue un caudillo sino un hombre fuerte con profunda formación técnica, hizo una tiranía diferente, pero con el mismo empeño que puso para construir y para desarrollar, encarceló, torturó, exilió y asesinó a la oposición.

Los partidos principales nunca se han atrevido a hablar con los venezolanos con la verdad por delante, han mantenido el mito del Estado todopoderoso y benefactor, convirtieron el petróleo en una leyenda que regó dinero pero no conciencia. Son los iniciadores y desarrolladores de la corrupción administrativa como empresa especializada, que el chavomadurismo ha llevado a niveles de plaga nacional en pleno desarrollo.

Hugo Chávez no fue diferente, sólo que usó métodos más actuales, aunque originalmente perfeccionados por aquél perverso estratega de la propaganda que se llamó Joseph Goebels, aparte del comunismo que ha hecho de la propaganda una estrategia permanente y fundamental. Trabajó duro para él mismo aunque fue lo suficientemente ingenuo e ignorante para creer en los cariños venenosos de castrocubanos, chinos, rusos, iraníes y otras plagas ideológicas, controladoras y asesinas. Se hizo famoso y popular hablando, pontificando, proclamando, estatizando y después muriéndose, que seguramente era con lo que no contaba.

Pero dejar a Nicolás Maduro en su lugar quizás no fue una simple mala escogencia. Tal vez fue como algunos aseguran una recomendación insistente de La Habana, que veía en Maduro a su sargento de confianza y no en Cabello, que aunque chavista y hoy perseverante amenazador en televisión, no automáticamente es comunista ni castrista, no lo sabemos,  dicen que sus pecados son otros.

Lo que sí sabemos es que la crisis económica es la más eficiente forma de adormecer un pueblo –clase media incluida- acostumbrado a recibir favores del Gobierno, sea socialdemócrata, socialcristiano o chavista. O ahora madurista. La gente dedica su tiempo a esperar los pagos de bonos que se pagan a veces sí a veces no, sus bolsas Clap, y que le arreglen sus pequeños –pero importantes, como el hambre- problemas. El gran éxito castrochavista es que nos hemos acostumbrado a las carencias, a la constante falla de la electricidad, del agua, de los servicios públicos, de los programas de salud, de la seguridad.

Sabemos también que centenares de miles de venezolanos de todos los niveles sociales se han marchado y se siguen fugando, y entre ellos decenas de miles de especialistas, profesionales y técnicos; la mayoría no regresará, se están adaptando a las sociedades a las cuales llegan cuyos gobiernos –no parece casualidad- están aceptándolos e integrándolos con programas en más o en menos claramente diseñados.

Es una fuga a la castrocubana, sólo que no es jugándose la vida en cuanta cosa pueda flotar en el mar Caribe, sino en autobuses, motos, autos e incluso a pie. Es decir, la fuente real de la resistencia se está yendo de Venezuela. Ciertamente muchos quedan, siguen luchando, se ajustan y mantienen sus empresas grandes, medianas y pequeñas como van pudiendo, en dólares, euros, yuanes o soberanos, con sangre, sudor y lágrimas. Esos que siguen luchando aquí, aunque tengan algunos de ellos –los menos, como siempre- aviones listos para huir, son héroes, ellos son la resistencia socioeconómica, así como hay la resistencia del activismo político. Ambos grupos siguen luchando aquí, justo donde la agresión oficial crece un poco más cada día.

Todo pareciera una estrategia para conservar el poder –y todas sus ventajas incluso con hiperinflación- usando la derrota del país como arma principal. ¿Es un suicidio? Sí, ciertamente; sólo que al suicidarse nos matan a todos.

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