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Informe de mi viaje a Washington

El pasado 26 de marzo viajé a la ciudad de Washington para asistir a una audiencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre los prisioneros políticos (PP) venezolanos.

Dado que se trataba de una audiencia “temática”, el objetivo de nuestra presencia no fue exponer el caso particular de mi esposo, Alejandro Peña Esclusa, quien se encuentra injustamente encarcelado en los sótanos de la policía política venezolana (SEBIN), sino explicar cómo el sistema de justicia venezolano se usa única y exclusivamente para perseguir a la disidencia política, en lugar de utilizarse para hacer cumplir las leyes y para castigar el crimen.

La audiencia se realizó el 29 de marzo y, junto conmigo, también expusieron las esposas de otros tres prisioneros políticos: Rolando Guevara, Lázaro Forero y Delfín Gómez Parra, víctimas inocentes de un sistema judicial controlado por el gobierno de Chávez. En el auditorio se encontraban la esposa del prisionero político César Camejo, abogados de los PP, periodistas, defensores de derechos humanos, e integrantes de ONGs.

Considero que nuestras exposiciones -de cinco minutos cada una- se enlazaron perfectamente, para demostrar a los comisionados que en Venezuela no sólo existen prisioneros políticos, sino también exiliados, expropiados, y perseguidos políticos, cuyo único delito ha sido disentir del modelo castro-comunista cubano.

En realidad fue fácil demostrarlo, porque en su Informe Anual de 2009, ya la CIDH había condenado duramente al sistema de justicia venezolano. Lo que nosotras hicimos fue añadir nuevos elementos y explicar cómo funciona el patrón de persecución: se utiliza la propaganda oficial para criminalizar a las víctimas, se soborna a testigos falsos para que las incriminen ilegalmente, y se recurre a  fiscales y jueces gobierneros para que condenen a las víctimas, aunque sean inocentes.

Paradójicamente, uno de los elementos sirvió para reafirmar nuestra denuncia fue la participación de los representantes del gobierno venezolano, quienes, además de la evidente falta de profesionalismo y educación que los caracterizó, se mostraron arrogantes, irrespetuosos, y hasta ofensivos; aparte de que no esgrimieron argumentos para refutar nuestras ponencias.

Al día siguiente, el 30 de marzo, sostuvimos una rueda de prensa en el National Press Club, a la cual asistieron numerosos medios de comunicación, sobre todo hispánicos, así como las principales agencias de prensa. Allí pudimos presentar, una vez más, la triste realidad judicial venezolana y contestar a muchas preguntas. Considero que fue muy exitosa, porque los principales medios latinoamericanos cubrieron la noticia, desde México a la Argentina.

Durante nuestra estadía en Washington, recibimos bastantes invitaciones a participar en entrevistas, así que nos dividimos el trabajo; algunas asistieron a los estudios de CNN, otras fuimos a The Voice of America, y otras recibieron llamadas telefónicas de medios venezolanos y extranjeros.

El jueves 31 de marzo fuimos recibidas por la Presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso de los Estados Unidos, Ileana Ros-Lehtinen, quien se mostró muy interesada en nuestros casos, no sólo por el aspecto político, sino sobre todo por el aspecto humano. Casualmente estaban de visita en el Congreso algunos senadores bolivianos, algunos de los cuales denunciaron públicamente la detención arbitraria de mi esposo; así que aproveché para agradecer su apoyo y solidaridad.

Creo que el principal logro de esta visita fue demostrar, sin lugar a equivocaciones, que en Venezuela existen prisioneros y perseguidos políticos, por lo cual ya no se puede usar las palabras “presuntos”, “supuestos” o “alegados”; sino que se trata de hombres y mujeres de carne y hueso que están injustamente encerrados, o lejos de su patria, o despojados de sus bienes, o acosados judicialmente, sólo por pensar distinto.

Durante el viaje, encontré comprensión, solidaridad y un enorme interés por la realidad venezolana. Regresé a Caracas agradecida, llena de esperanza, y dispuesta a seguir luchando hasta que mi querido Alejandro sea liberado y reivindicado, y hasta que todos los prisioneros políticos vean la luz del día rodeados de sus familiares.

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