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«Mulas» venezolanas en Londres:

Tengo tiempo tratando de encontrar en Venezuela a quienes alerten e informen, quizá en grito de alarma, a un grupo muy vulnerable de la población femenina venezolana que percibo desde acá, en Londres, como atrapado en el terrible submundo de la pobreza y el vicio. Este grupo de mujeres se dedica al sórdido negocio de introducir drogas en Europa, específicamente en Inglaterra.

He trabajado largamente con mujeres latinoamericanas que se encuentran en prisiones de Gran Bretaña, detenidas, las más de las veces, en los aeropuertos de Heathrow y Gatwick por transporte ilegal de drogas, principalmente cocaína. En los últimos meses he notado un cambio radical y preocupante en el sistema y la mecánica de esa importación: Venezuela se está perfilando como el puerto de salida de la droga proveniente de Colombia, Perú, Bolivia y otros países latinoamericanos, con destino a Europa. Por varios años, en el grupo total de 94 prisioneras en Gran Bretaña, había una sola venezolana y la mayoría la constituían colombianas. En el curso de este año, el número de venezolanas ha aumentado considerablemente y, como curiosidad, las últimas detenciones son de nacionalidades variadas, pero de procedentes de Venezuela. La edad promedio de estas mujeres es de 22 años; casi todas son madres solteras, con enormes problemas y responsabilidades respecto de uno o más hijos o diversos miembros de una larga familia. Sin ningún tipo de recursos, y bajo esa presión, terminan siendo reclutadas por los distribuidores o «dealers» quienes trabajan en una operación bien organizada y planificada para reclutar en los sectores de pobreza crítica, identificando a las mujeres más vulnerable, aptas para este negocio del tráfico de drogas.

La recluta de quienes aquí, en Inglaterra, son llamadas «MULAS», funciona de la manera siguiente: Los agentes identifican a la mujer que tiene deudas, necesidad, que pide prestado, que trata de obtener dinero para cubrir necesidades básicas y le ofrecen «amistad» y ayuda material. Cuando la mujer está endeudada con ellos, le hacen pagar la deuda trabajando en el transporte de paquetes con droga, de un sitio a otro, de un país a otro. Si la mujer trata de salirse del compromiso, la amenazan con maltratar y hasta matar a los hijos o padres. Una vez que la mujer queda atrapada, la hacen operar de diversas maneras: por ejemplo, hacen que trague cápsulas burdamente preparadas, rellenando condones o dedos de guantes quirúrgicos con cocaína. Algunas se han visto forzadas a tragar hasta 100 cápsulas —operación ésta que generalmente requiere violencia— otras veces las «embalsaman», esto es, sujetan pequeñas bolsas de cocaína al cuerpo, con vendajes. He visto mujeres con señales del adhesivo en todo el cuerpo. Una vez cumplido este requisito, viajan —la mayoría de las mujeres nunca han viajado en avión— y es mínimo lo que pueden comer o beber, la incomodidad es enorme. Otras traen la droga oculta en tacones falsos, en el forro de la ropa, en maletines y bolsos de mano, en cosméticos y hasta en alimentos.

Así llegan al aeropuerto elegido. Los británicos están muy bien equipados para detectar contrabando de drogas y la policía aduanal es muy competente. En Inglaterra, la ley es sumamente severa con respecto a este delito en particular. Allí comienza, pues, la terrible experiencia que yo presencio continuamente y que, con la esperanza de evitar nuevas detenciones, he buscado modo de hacer sonar la alarma en Venezuela y lo hago ahora públicamente, a través del Internet, en Venezuela Analítica, revista electrónica ésta respetada por su seriedad y cuyos artículos son reproducidos igualmente, con cierta frecuencia, por la prensa escrita.

El interrogatorio en el aeropuerto, a través de intérpretes, es muy duro. Se les somete a exámenes de diferentes tipos, rayos x, etc. Son retenidas en celdas del aeropuerto hasta que la droga ingerida sea evacuada o, en los casos en que haya sido transportada de otra forma, hasta que sea pesada, analizada para establecer su pureza y su cantidad; de todo ello va a depender la sentencia que se dicte luego.

No es difícil imaginarse el estado de «shock» en el cual encontramos a esas mujeres; generalmente en esta etapa cuando se informa a mi Grupo. La mujer detenida es trasladada desde el aeropuerto a la prisión de Holloway, en Londres. Allí permanece hasta ser enjuiciada y sentenciada; esta espera puede durar hasta seis meses. La condena se cumple en una prisión del interior del país. Para este tipo de delito las sentencias son severas: de siete, nueve hasta doce años. En prisión, la mujer se siente aislada y totalmente desorientada; desconoce el idioma, el sistema legal y los reglamentos internos de la cárcel. El desconsuelo por haber dejado en su país de origen a familia e hijos, vulnerables a su vez por la ausencia de la prisionera, es causa de problemas agudos al comienzo de lo que, en la mayoría de los casos, es una larga sentencia.

Tenemos varios casos de mujeres que dejaron hijos pequeños a cargo de una amiga, cuando salieron de viaje «por una semana», con promesas de pagos de doscientos a seiscientos dólares por transportar cocaína, cuyo valor en la calle es de 20.000 a 30.000 libras esterlinas y que están cumpliendo sentencias de hasta 12 años. Los niños, por supuesto, ya no están a cargo de la amiga, quien, generalmente, es tan pobre como la «mula». Esos niños, tenemos prueba de ello, entran rápidamente al círculo vicioso de pobreza-vicio-droga-crimen.

Quiero poner énfasis en otro hecho: por regla general, la mujer reclutada, una vez que opera bajo estos sindicatos, no tiene escape. Las probabilidades de que cumpla su misión y regrese a su país, son mínimas. Si la misión es cumplida con éxito, es vuelta a utilizar. Si la detienen, la familia es víctima de represalias. Se me ha informado que, a tres mujeres detenidas, les han matado los hijos. Una suramericana recibió en la cárcel la noticia del asesinato de su hijo de 16 años: dormido en su cama, en la casa de su abuela, lo ejecutaron de un tiro a la sien. A otra mujer, también le mataron la hija, cuando salía de una tienda de su ciudad, disparándole a la cabeza igualmente. Un tercer niño fue arrollado y muerto por un automóvil y, al hermano de otra prisionera lo asesinaron a palos.

Mi trabajo con estas prisioneras se originó en la conexión que tiene con niños la ALAF, es decir la Anglo Latin American Foundation. Esta fundación recauda fondos para asistir a niños desamparados de Latinoamérica. Pensé que podíamos ayudar con los hijos desamparados de estas mujeres pero no lo logramos porque ellas no informan a sus familias que están presas; sin embargo, hay tanta necesidad de atenderlos y el peligro es tan inminente que pienso que tenemos que hacer algo. Trabajo muy de cerca con el Centro Comunal de Catia, a través de las Damas Voluntarias del Servicio Social Internacional, Capítulo Venezolano, pero no consigo ese maravilloso puente que pudiera darle entrada a un proyecto de apoyo y asistencia para los niños de estas mujeres detenidas tan lejos y por tiempos tan largos

Quiero concluir explicando brevemente en qué consiste el GRUPO AMIGA: se trata de un grupo de apoyo a mujeres latinoamericanas detenidas en el Reino Unido. Está reconocido y apoyado por el Servicio de «Middlessex Probation Area», en el Condado donde están localizados los aeropuertos, con el cual hay una colaboración estrecha. El grupo está constituido por mujeres de diversas nacionalidades, que dominan en forma fluida el idioma español y portugués. Es un grupo autónomo, de voluntariado, que no depende del gobierno ni de instituciones públicas; está activo desde octubre de 1989.

La meta es brindar apoyo a esas mujeres durante el período traumático de detención, interrogación y enjuiciamiento en las cortes, así como en el posterior encarcelamiento en la prisión de Holloway, Londres, o en prisiones del interior del país. Cuando las autoridades le informan a la mujer que está bajo arresto, el Grupo Amiga trata de ponerse en contacto con la cárcel de Holloway y de asignarle una voluntaria a la detenida, quien, bajo la coordinación del grupo, la visita mientras se encuentra en Londres, facilita las traducciones, las llamadas telefónicas a la familia y ayuda a escribir cartas, a la vez que mantiene, con los servicios consulares y de Libertad bajo Prueba, un contacto que sirve de enlace y es vital para la prisionera. Es necesario, por supuesto, que la prisionera esté de acuerdo en que se contacte al servicio consular, cosa que no siempre sucede. Posteriormente, cuando la mujer ha sido sentenciada y trasladada a una prisión del interior, se mantiene la comunicación por carta, en los casos en que el Grupo no tenga una representante en la zona. (En la actualidad tenemos representantes en las prisiones de Styal, Manchester y Cookhamwood, en Rochester).

El grupo procura ciertas necesidades básicas como ropa, recolectada con regularidad y asignada de acuerdo con las necesidades de las mujeres y los reglamentos de las diferentes cárceles. También se recolectan periódicos, libros y revistas y, en ocasiones especiales, como en Navidad, se organizan reuniones y se les povee a las mujeres de una modesta suma de dinero para necesidades especiales. En junio de 1996, el Grupo fue reestructurado y, por razones administrativas, fue asimilado al «FEMALE PRISONERS WELFARE PROJECT» [Proyecto de Beneficencia para Mujeres Prisioneras], donde tenemos nuestra sede, como la rama encargada de las prisioneras latinoamericanas. Bajo su dirección, estamos tratando de salvar y continuar este trabajo que es difícil y solitario. Disponemos de escasos recursos, tenemos grandes necesidades y aumentan los arrestos. Dependemos de donaciones privadas y del apoyo financiero, bajo forma de asignación del Middlessex Probation Service.

Personalmente, tengo una visita de grupo en la Prisión de Su Majestad de Holloway, donde converso con todas. Me reportan sus problemas generales, formulan peticiones, discutimos planes de educación y actividades y, al final, sostengo conversaciones individuales cuando ello es requerido. Luego, informo a las Oficinas del Grupo, donde sólo hay una persona que trabaja una tarde a la semana, No disponemos de más personal. Hago también visitas individuales en Londres y en prisiones del interior. Atiendo igualmente «casos especiales» como, por ejemplo, el de una mujer que veo con regularidad, detenida hace poco con droga proveniente del Sur. Tal vez éste sea el caso mas dramático que he atendido. La prisionera reaccionó ante el arresto con un episodio de shock tan fuerte que, desde su llegada a Holloway, estuvo bajo observación las 24 horas del día. Había riesgo de suicidio. La primera vez que la visité, en una celda sin ningún tipo de mueble y vestida con camisa de fuerza, sólo pude conversar con ella a través de una ventanilla y con dos guardias y una enfermera detrás de mi. Era muy agresiva, pateaba, arañaba, mordía y no cesaba de gritar o aullar. Este personaje es la víctima clásica de lo que antes comenté. Comenzó como «mula» y se convirtió en adicta -es la única de las prisioneras que lo es.

Para adquirir la droga de su uso personal, esta mujer se endeudó con un cartel que luego le fijó su itinerario de viajes con encomiendas. Me dijo: «Una vez que entras en ese círculo no te puedes salir aunque lo desees y trates». Después de uno de sus intentos de escapar le mataron a un hermano en represalia.

Lo que escribo aquí puede servir de información importante acerca de los diversos componentes de esta tragedia humana que veo de cerca, en la esperanza de encontrar, en Venezuela, a quien quiera alertar para evitar que mujeres incautas se conviertan en «mulas» que seguramente van a ser detenidas.

Lo que aquí digo tiene visos de novela de televisión, de esas que tanto gustan en Venezuela y que tratan el tema con tanta crudeza y horror que la gente piensa que se trata de ficción, pero es muchas veces la realidad. Quiero que haya comunicación con las mujeres en riesgo de ser engañadas con una falsa bondad que luego va a ser cobrada con la mayor crueldad que pueda imaginarse. Difícil resulta esa comunicación con mujeres que no leen la prensa, no oyen programas de noticias por radio y solo ven los «culebrones» difundidos por la televisión con sus enseñanzas nocivas. Hay que buscar la manera de hacerles saber que no caigan en la trampa.

Una vez, traté de establecer un contacto para difundir la información de alerta a través de un medio masivo de comunicación, de esos que llegan a todos. La persona que me atendió, aparentemente tenía estrechos contactos con el mundo del lavado de dinero. En otro país hablé con alguien importante quien me dijo: «no te puedo ayudar porque no es en beneficio del sistema judicial, policial o político presentar públicamente esta triste realidad, el dinero generado por este …multimillonario imperio es inconmensurable y el oxígeno de esos sistemas…»

* Miembro de la Anglo Latin American Foundation, de Londres; trabaja con el Grupo Amiga, que le brinda apoyo a las mujeres latinoamericanas detenidas en el Reino Unido. La Sra. Wigglesworth puede ser contactada a través de Venezuela Analítica por la siguiente dirección de correo electrónico: .

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