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Penzini Analítica: En Venezuela ¡ya no hay mango bajito!

El mango se ha puesto de moda en el país. Pero no por sus propiedades nutritivas, ni por su exquisito sabor, sino que se ha convertido en la salvación de los venezolanos ante el hambre, el alto costo de la vida y la escasez de productos.

Tan en boga está este divino fruto que nos ofrece la naturaleza que hasta los políticos convierten una simple visita a una vendedora de la calle en todo un acontecimiento. Prueba de ello fue un encuentro casual que tuvo el presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, en un viaje desde  Caracas a Valencia, cuando se detuvo en la autopista para comprar mangos y la vendedora aprovechó la ocasión para contarle sobre la dura situación en la que se encuentra su familia.

La vendedora le dijo que su hijo estaba ya cansado de que le llevara yuca, cambur y mango para comer: «Mamá, no traigas más mango”,  pero ella contestó: “¿Cómo se hace?”. También dijo que ya lleva más de 3 meses sin aplicarse jabón de baño sino «puro jabón azul”, reflejando la grave situación que se vive en la Venezuela actual. Afortunadamente estamos en temporada de mango, los hay por todas partes, de todos los tipos, y muchos venezolanos pueden alimentarse de ellos .

Recordemos que el mango, aunque creamos que es un fruto originario de Venezuela, proviene de la India y Malasia y fue traído al país en el siglo XVIII, pero ha sido tan extraordinaria su adaptación, que se considera que ha permanecido en esta tierra desde siempre.

Este fruto que Dios nos regaló era tan fácil de obtener que muchos los dejaban pudrir en el jardín de sus casas sin sospechar que algún día se convertiría en una alternativa al déficit alimentario nacional.

Algunas personas están desayunando, almorzando o cenando mangos, que es lo único que consiguen, por el alto costo de la comida y la escasez, y este producto es de obtención fácil porque está presente en todas partes.

Para muchos venezolanos, el mango se ha convertido en el pan de cada día, sustituyendo lo poco que puede conseguirse en los supermercados, y para cuando no les da tiempo de hacer las colas.

Es por ello que el mango ha comenzado a ser comercializado y sustituir hasta a la leche, porque lo preparan como batido y como es dulce no hay que endulzarlo con azúcar.

Pero lamentablemente, no todas las historias son dulces como un mango.

Ejemplo de la violencia, primitivismo e intolerancia que se viven en Venezuela son las tristes y emblemáticas historias que le pasaron a un niño y a un bombero por tan solo buscar un mango para alimentarse, que muy probablemente se hubiesen podrido en el piso.

Alexander Sánchez se acababa de graduar de bombero, quizás este nombramiento le dio la valentía para entrar en una casa en Río Chico, para agarrar unos mangos. Después de tomar los mangos, al salir de la vivienda, apareció el propietario, y sin mediar ni una palabra, sin ningún reclamo, le disparó cinco veces, dos veces en la cabeza y tres en las piernas, logrando su muerte.

Otro triste caso fue el que le ocurrió a un niño de 11 años de edad, a quién  encontraron muerto en Puente Orinoquia situado en Ciudad Guayana, en el Estado Bolívar.

El travieso niño, saltó la reja de seguridad de una finca para bajar unos ricos mangos que colgaban de las matas pero fue sorprendido por diez perros, que sin contemplación lo atacaron sin misericordia. Lo que pasó después es demasiado grotesco para contarlo.

Cuando su papá se levantó de madrugada para buscarlo en su cuarto, no se encontraba allí. La familia y los vecinos comenzaron a buscarlo desesperados por todas partes. Después de cinco horas dieron con los restos del niño que encontraron en el suelo de la finca. Y todo por un mango.

Cuantas historias como estas no pasaran día a día en Venezuela, donde la compasión y la generosidad parecen abandonarnos. Antes, los mangos podían podrirse de la cantidad que habían. Hoy los protegen con violentos perros o los dueños sienten el derecho de vaciar una pistola a otro ser humano, hambriento, por este fruto que nos ha brindado la naturaleza con tanta generosidad.

Por ahora, abunda el dulce fruto, pero la pregunta que hacemos es: ¿Qué comeremos los venezolanos cuando se acabe la temporada de mangos?

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