Un nuevo Proyecto Político
En Venezuela no hay voluntad de debatir y mientras no exista esa voluntad estaremos condenados a que un grupo- el más fuerte en su tiempo y espacio- domine (más no gobierne) al otro. Es imposible fundar un proceso democrático bajo ese esquema social, y poco efecto tendrá, si alguno, las veces que modifiquemos la constitución y su catálogo de derechos humanos. La política es esencialmente un proceso social no legal y por lo tanto nuestro punto focal (más no único) debe ser esa sociedad y no las leyes que la gobiernan.
De allí que existan dos grandes grupos políticos en Venezuela que se ven en términos depredatorios, a saber: oficialismo vs oposición; tal así, que mientras escribo esto me da risa porque parece el título el de una pelea de boxeo. Tristemente la realidad no dista mucho de eso. El proceso es francamente complejo, no hay que tratar de simplificarlo. Cuando Chávez llega al poder ya existía en la casta política una fuerte división y una percepción antagónica de ambos bandos. Recordemos que en el natalicio del sistema partidista en Venezuela luego de la muerte de Gómez, centro-izquierda (Acción Democrática) e izquierda comienzan un camino en paralelo por alcanzar el poder y modificar el sistema nacional. Ambos padecerían la vuelta que diera ese camino cuando Pérez Jiménez se instaura como dictador y ambos sufrirían la persecución política. Sin embargo, ellos nunca se vieron en términos igualitarios, es más, existían fuertes rencillas internas. Los comunistas (izquierda) veían a AD como una suerte de pseudo-revolucionarios, copias malas de lo que significaba la pureza y disciplina del proceso revolucionario y la doctrina Marxista. Miquelena, Garcia Ponce, por nombrar algunos, nunca se vieron par a par con Betancourt o Caldera; ellos eran “saco de otro costal”. Lo cierto fue que, AD ganó la carrera por el poder, y ello elevó también a la centro-derecha (COPEI) ya que, centro-derecha y centro-izquierda tenían más en común que lo que tenían con los comunistas. El panorama político internacional y la afinidad de Betancourt y Caldera con EEUU coadyuvan al pacto de “Punto Fijo” que por decirlo generosamente “limita” la participación política comunista.
Cuando Chávez llega al poder en 1999, su brazo político era en gran parte las reminiscencias de esas época: Miquelena, Douglas Bravo, García Ponce, Brito Figueroa y otros muchos intelectuales de izquierda. Su entrada a la política era vista superficialmente como una renovación a lo construido pero en el fondo existía una intensa pugna política entre los adecos y copeyanos que habían gobernado por tantos años y esta “nueva” casta de políticos antes excluidos. Retrospectivamente era obvio que esto iba a terminar como hoy estamos. El odio en el discurso de ambos bandos es la gestación de una larga lucha de ideologías que comenzó a mediados de 1930. El problema claro es que esa lucha está afectando mayoritariamente a jóvenes que no tenemos nada que ver con esa vendetta. Es allí donde se hace patente una filosofía generacional. Si en verdad queremos construir un verdadero sistema democrático de fluido debate, es esencial que evitemos que los factores políticos del pasado vuelvan otra vez, como hubiese sucedido con Carmona, ya que el proceso volvería otra vez a ser una arremetida a la izquierda por estos 9 años.
La nueva generación debe dar espacios a un debate sincero y honesto, no es una mera cuestión de ubicarnos en bandos y velar por nuestros propios intereses políticos. La plataforma debe ser abierta a todos los factores para la construcción de un fecundo debate nacional. Es allí, queridos lectores, donde fervientemente creo, los jóvenes tenemos las de ganar y donde pertenecerá nuestro proyecto político.
