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¡Faltan 5 pa’las doce!

No es sólo una tradición venezolana, es una reiterada costumbre mundial, celebrar con muy especial alegría el final de un año y la llegada del nuevo. Con el que se va –los años, que son tiempo, no mueren, se difuminan en la eternidad transformados en gavetas de los archivos de la historia- se amontonan recuerdos ingratos y también los agradables y es la memoria de cada ser humano la que, poco a poco, va poniendo su propio orden. No se olvidan, se ajustan en espacios propios de los cuales después, en algunas noches y en soledad, se asoman de nuevo aún sin llamarlos.

Con el año que se acerca a ocupar su lugar, se atropellan deseos renovados, propósitos, cambios, iniciativas y, especialmente, esa pareja perfecta que forman la esperanza y la ilusión. Y eso es, en realidad, lo se celebra ruidosamente, con sonrisas, abrazos, risas, miradas brillantes y despliegues de fuegos artificiales con broncos cantares de sueños de todos los colores.

Mientras el año desgastado agoniza el ansia por el nuevo se intensifica

Los días de la semana final del año se hacen más cálidos y humanos aunque haya frío en el ambiente. El frío es cosa de la naturaleza en el hemisferio norte y el calor en el sureño, leyes del universo que rigen constelaciones y rotaciones de planetas mientras el sol nuestro poco se preocupa, él sigue bombeando su energía espectacular y guiando su rebaño de planetas por los campos ordenados de la constelación que le tocó en suerte, la llamada Vía Láctea.

Son los seres humanos los que ponen la temperatura del espíritu, que no depende de equipos de calefacción o de enfriamiento, de abrigos ni ropas especiales. Amar y sufrir, entusiasmarse o deprimirse, son privilegios de los seres que viven, y el tope de la cadena de la vida, los humanos, han creado y desarrollado matices.

Todos ellos afloran con desorden y contento en esa noche, cuando nos desembarazamos sin contrición de lo desagradable y abrazamos con jolgorio lo que deseamos sea agradable. Dinero, para unos, amor para otros, salud y tranquilidad para los de más edad, usted diga lo quiere y suéñelo esa noche única.

Por eso la alegría desbordante, las risas sin parar, los abrazos para intercambiar calores humanos, ser familia todos los que abrazan, es noche más que de reencuentros, de afirmaciones.

En la noche de Año Nuevo el tiempo se hace más intenso

Porque estamos esperando renovación, nuevas oportunidades, un sentimiento un tanto etéreo, pero pleno, de felicidad. El año que se va ya no ofrece nada, se ha hecho desechable el que cuenta es el que viene, el que está a horas y de repente a minutos de caernos en las manos. Como dice la popular canción, cuando faltan cinco minutos para las doce, sólo puede pensarse en tener las uvas a punto y el corazón preparado.

En esa noche única de dos años, uno que se va y uno que llega, la tristeza pierde su silla y la alegría y la fe se convierten en protagonistas principales.

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