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La fiebre del vinilo se apodera de Miami

Lo daban por enterrado, una nostalgia para la necrológica musical. El vinilo era un mundo extinguido. Pero lejos de eso, la fiebre por los LPs se ha apoderado de EE.UU., de tiendas de discos en Miami, por ejemplo, donde el auge de este formato desmiente su pretendido anacronismo.

Dejó dicho el escritor español Azorín que «vivir es ver volver», ahora también del ritual que ilumina el momento en que nos extasiamos ante la carátula ilustrada de un disco y, con manos nerviosas, rompemos el plástico para extraer el vinilo y plantarlo bajo la aguja del tocadiscos.

Quizá estas sean experiencias táctiles, físicas, auditivas que la invisibilidad de la entrega por sistemas digitales resulta incapaz de insinuar, de ofrecer o siquiera recrear.

Pero las claves de la vigencia y tirón actual del vinilo se le escapan al cubano Hinsul Lazo, propietario del popular Museo del Disco, en Miami, abierto hace 15 años, con un catálogo de más de 5.000 discos.

«Esto es una cosa extraterrestre, no es normal. No tiene sentido. Estamos hasta ampliando la tienda para dar más espacio a los vinilos», comenta con entusiasmo el empresario dueño de esta megatienda de discos.

Una fiebre «extraterrestre» es poco probable que sea la razón del auge del disco, pero, como en la novela «Amo de Títeres», el fascinante pulp de Robert A. Heinlein, somos muchos los que volvemos a sentirnos bajo el control de los «alienígenas» vinilos.

«La exclusividad del coleccionismo y el punto de que hay una nueva generación de chavales que ha descubierto el vinilo, aunque no se crió con él», son factores que pueden influir en este ‘revival’ del disco y frenar la extinción de la pocas tiendas que resisten a las ventas de música digital, el streaming o la piratería.
Así lo entiende Luis Granda, gerente del Museo del Disco, quien celebró las excelentes ventas cosechadas recientemente durante el Record Store Day, una fiesta y tributo en todo el mundo a las tiendas independientes de discos y a los vinilos.

En Estados Unidos, la reedición exclusiva del disco «Empire of the Clouds», de la banda Iron Maiden, fue el más vendido en esos días, «en nuestra tienda también». «Los hemos vendido todos. Los 30 que teníamos», sigue Granda, mientras despliega singles y LPs a los que cuesta resistirse.

Reediciones especiales, con carátulas muy cuidadas de The Kinks, B.B.King, Miles Davis o la tentadora caja de la emblemática banda Creedance Clearwater Revival (1969), a un precio esta última de 150 dólares, son algunas de las codiciadas piezas a la vista del coleccionista, entre más de cuatrocientas.

Crece la venta de vinilos gracias a las nuevas generaciones, en opinión de Granda, que «prefieren el sonido analógico al digital» y a las que construyeron su identidad comprando discos y lo habían olvidado, pero «lo han redescubierto», asegura.

Tiendas independientes de Miami como Yesterday and Today Records, Uncle Sam’s Music o Sweat Records, esta última una suerte de cuartel general y café informal de músicos locales, mantienen viva la sensación única de ir a la caza de tal disco o dejarse atrapar por una portada al azar.

Resiste desde 2005 Sweat Records, ubicada en el barrio conocido como Pequeña Haití, reteniendo todo el sabor de una tienda de discos independiente, divertida, con hileras abarrotadas de vinilos y hasta una cabina para escuchar a tus favoritos y alguna que otra novedad en este formato.

Pop-punk, música experimental, indie, hip hop, heavy metal, rock, disco, reguee o r&b configuran un extenso catálogo de vinilos nuevos y usados que los coleccionistas revuelven aquí, seleccionan, apartan y acumulan para una dolorosa (qué remedio) criba final.

Iggy Pop, Fred Schneider (B-52’s), Ian MacKaye (Fugazi/Dischord) o Thurston Moore son algunos de los músicos que se dejan caer de vez en cuando por Sweat Records.

La fachada de esta tienda es toda una declaración de intenciones pop: los rostros de Prince, Morrissey, Bjork y Bowie, entre otros grandes, cubren este «muro de la idolatría» musical, nombre con que lo han bautizado los propietarios de la tienda, el promotor de conciertos Lauren Reskin y la DJ Sara Yousef.

«Esta época de sistemas digitales, de rapidez en la adquisición de música a través del teléfono móvil, choca con esta tienda, donde todo es más humano y la gente prefiere el formato físico antes que un archivo de una computadora», asegura a EFE Randy Piro, empleado de Sweat Records.

«Lo que más me asombra es la gente que viene a nuestra tienda, llegan de todas partes del mundo y encuentran aquí un experiencia comunal mientras buscan discos, toman un café y charlan unos con otros», explica con entusiasmo Piro.

Una pequeña tarima al fondo de la tienda sirve de escenario para actuaciones de grupos locales en vivo los fines de semana, un reclamo de resistencia para los heroicos aficionados a los LPs que han hecho de este local su segunda casa.

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