Vida con estilo

Conoce «Las Vegas» del Mar Caspio

Aktau, una ciudad surgida hace poco más de medio siglo a orillas del mar Caspio prácticamente en medio de la nada, en una zona desértica tanto o más árida que el Sahara, se ha convertido en un elemento clave de la Nueva Ruta de la Seda, el gran proyecto chino en el que también se ha volcado Kazajistán.

Fundada en los años sesenta, en tiempo soviéticos, como ciudad industrial para la explotación de yacimientos de uranio, hoy es un centro de actividad petrolera, y hasta hace muy poco el único puerto de Kazajistán.

Precisamente la ruta a través del Caspio permite a Kazajistán convertirse en país de paso de un corredor de transporte entre Asia y Europa sin pasar por el territorio de Rusia.

No en vano Aktau y las nuevas instalaciones portuarias de Kuryk servirán de punto de tránsito para las cargas militares estadounidenses con destino a Afganistán.

Con cerca de 190.000 habitantes, Aktau es una demostración de la capacidad de los seres humanos de soportar las inclemencias climáticas: en verano las temperaturas superan ampliamente los 40 grados centígrados.

Y si bien gracias al mar en invierno las temperaturas no son extremadamente bajas y su crudeza la marcan la humedad y el viento, hacia el interior de la provincia de Mangystau, de la que Aktau es cabecera, estas caen hasta los 40 grados bajo cero.

«Un desierto sin ningún tipo de vegetación: únicamente arena y piedras. Cuando uno mira alrededor siente una desolación tal que dan ganas de colgarse», escribió en 1.850 el gran poeta ucraniano Tarás Shevshenko, que fue confinado por los zares rusos en un puesto militar en esta zona de la ribera oriente del Caspio.

En honor del vate ucraniano, las autoridades soviéticas bautizaron con su apellido la ciudad, que adquirió su actual nombre (Aktau en kazajo significa «montaña blanca») después de la independencia de Kazajistán, en diciembre de 1.991.

Ni en Aktau ni en cientos de kilómetros a la redonda hay fuentes de agua dulce, por lo que el abastecimiento de la ciudad con este vital elemento recae totalmente en sus plantas que desalinizan el agua del Caspio.

«En casa tenemos dos calidades de agua, una potable, y la otra, llamada de uso técnico, que empleamos para lavar y otros menesteres», dice a EFE Oidoz, de 35 años, marinero de un remolcador del puerto.

Esta no es la única peculiaridad de Aktau: es también una ciudad de calles sin nombre, que sirven para separar unidades urbanísticas denominadas microdistritos, todos ellos numerados.

«5a.13.23», esto que al visitante le puede parecer un mensaje cifrado no es más que una simple dirección que se lee de la siguiente manera: microdistrito 5a, edificio 13, apartamento 23.

Para los habitantes de Aktau no hay manera más sencilla de señalar una dirección y se mueven como peces en el agua en este sistema.

«Parece complicado, pero es muy fácil. Cuando viajo a otras ciudades me pierdo con tantos nombres de calles», dice a EFE Almaz, joven dependiente de una tienda de electrodomésticos.

En los últimos años Aktau busca desarrollar su incipiente potencial turístico con la construcción de nuevos hoteles, así como del paseo marítimo, que se ha convertido en el lugar predilecto de sus habitantes.

«El año pasado recibimos a más de 200.000 turistas, casi 30.000 de ellos extranjeros», dijo a EFE el jefe del departamento de Turismo de la provincia de Mangystau, Urken Bissakáyev, quien añadió que no es poco para una región petrolera.

En este sentido, destacó que Aktau fue diseñada como ciudad industrial, inicialmente para la explotación de yacimientos de uranio, por lo que no incluyó el «componente turístico».

«Aun así, el sector crece de manera sostenida», indicó Bissakáyev, que subrayó el creciente interés por el turismo etnoecológico.

Mangystau, explicó, alberga más de 13.000 monumentos de la cultura kazaja, más de la mitad de los que tiene el país, entre ellos 362 santuarios sufíes, entre ellos la necrópolis de Beket Ata, que el año pasado fue visitada por más de 52.000 peregrinos.

«Los paisajes de la provincia, a la que llaman ‘tierra desnuda de carne hasta los huesos’, son un atractivo para los turistas», dijo el funcionario.

De hecho, Kazajistán ha solicitado a la Unesco que incluya los desiertos de Mangystau en su lista de geoparques mundiales.

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