Vida con estilo

Hotel Humboldt: Historia de lujo y abandono

Durante el gobierno del entonces presidente de Venezuela Marcos Pérez Jiménez (1953-1958) se concibió la idea de unir a Caracas con el Litoral Central por medio de un complejo turístico y recreativo con dos grandes protagonistas: un teleférico como medio de transporte y un emblemático hotel, que posteriormente significó una construcción única en su género y se convirtió en un referente arquitectónico del país y también de Latinoamérica.

El Hotel Humboldt, llamado así en honor al alemán Alejandro de Humboldt, está situado a una altura de 2 105 metros sobre el nivel del mar. La obra consiste en una torre circular que mide 59, 50 metros de altura, distribuida en 14 pisos y 70 habitaciones. Por su ubicación, su acceso y la excelencia de las vistas panorámicas se convirtió desde el primer momento en que se conoció el proyecto en uno de los iconos de referencia del país.

La torre destinada a alojamiento disponía de unas estructuras adosadas en las que se situaban las áreas sociales: hall, salones con chimeneas de cobre, griferías de bronce y pisos de mármol, un mirador, una discoteca con una pista de baile giratoria, dependencias administrativas, servicios y piscina cubierta dotada de calefacción mediante un circuito de recirculación del agua caliente desde las calderas para mantener una temperatura cálida y franqueada por una pared de vidrio desde la que se podía ver el mar a dos mil metros de altura. Se trata de la primera piscina de estas características construida en Venezuela.

El hotel y su entorno constituyen uno de los proyectos arquitectónicos más interesantes de la Venezuela de la época, en la que la pujanza petrolera había multiplicado la población y el poderío económico había crecido de forma muy considerable.

El diseño original del hotel se deben al arquitecto Tomás José Sanabria Escobar, representante de la segunda generación de arquitectos venezolanos formados en el exterior (Universidad de Harvard, 1947) e impulsores del estilo internacional en su país.

Participaron, asimismo, los afamados ingenieros Gustavo Larrazábal y Óscar Urreiztieta y la compañía venezolana ENECA.

La supervisión estuvo a cargo del Ministerio de Obras Públicas y del propio Marcos Pérez Jiménez, que visitó las obras en varias ocasiones.

Uno de los hitos sorprendentes de la construcción del Hotel Humboldt es que se realizó en apenas seis, lo cual es realmente llamativo si se considera tanto su emplazamiento como las dificultades para acceder al enclave, en lo que al transporte de materiales y maquinaria se refiere, que se hizo a través de una carretera abierta expresamente para la ocasión en notable pendiente.

El proyecto representa, al mismo tiempo, un ejemplo demostrativo del dinamismo que imprimía el gobierno de Marcos Pérez Jiménez para llevar adelante su ambicioso plan de obras públicas nacional, en el que consideraciones políticas aparte, está claro que dicho periodo marca un antes y un después en la historia del desarrollo del país.

Invertidos unos 20 millones de bolívares de la época, el hotel y los tramos de los teleféricos fueron inaugurados el 29 de diciembre de 1956 y el público pudo acceder a partir de enero de 1957.

Fracaso de un proyecto para El Ávila

Años después, debido problemas logísticos para obtener suministros, los cuales eran trasladados por medio del teleférico, y por los efectos del terremoto que asoló a Caracas en julio de 1967, el hotel fracasó y cerró en 1969.

Posteriormente, en 1975 se reabrió pero esta vez como sede como sede de entrenamiento del Convenio Unión Internacional de Organismos Oficiales de Turismo (UIOT). Sin embargo, por fallas en teleférico se complicó la remodelación de la estructura y desde mediados de 1979 el hotel quedó en abandono.

Transcurrieron varios años y a mediados de la década de los ochenta, en tiempos del gobierno del presidente Jaime Lusinchi, se procedió a la rehabilitación de una parte del Hotel Humboldt y el sistema del teleférico en el tramo de la estación de Maripérez, siendo reinaugurado el 6 de febrero de 1986. El diseño original de las áreas sociales del complejo hotelero fue alterado y posteriormente sería utilizado como escuela de turismo.

El proyecto no tuvo éxito. De nuevo llegó el cierre de las instalaciones, lo cual, ante la falta de mantenimiento y la acción de la meteorología de la zona, provocó su deterioro.

Casi una década después, en marzo de 1998, en tiempos del segundo gobierno de Rafael Caldera, el Fondo de Inversiones de Venezuela, en colaboración con Corpoturismo, procedió a la privatización del Hotel Humboldt y el Sistema Teleférico Caracas-Litoral, que pasó a manos del Consorcio Inversora Turística Caracas (ITC) en un contrato de concesión pública con una duración de treinta años. Entonces dieron comienzo las obras de rehabilitación y reestructuración de las instalaciones, con la condición de que había que conservar en lo posible los elementos existentes y recuperar aquellos otros del proyecto de Tomás José Sanabria que habían sido alterados, en consideración a su valor arquitectónico y patrimonial.

El complejo inició sus operaciones en 2001 con el nombre comercial de Ávila Mágica, con sólo unos retoques en las caminerías y el arrendamiento y apertura de locales comerciales y restaurantes. La operación resultó todo un éxito, aún sin haber comenzado a operar el hotel, donde apenas se estaban iniciando las labores de acondicionamiento y remodelación. Sin embargo, estos cambios fueron rechazados por el arquitecto Tomás Sanabria, que expresó en declaraciones a la prensa nacional venezolana lo siguiente:

Las intervenciones fueron un desastre y nunca me consultaron, sellaron los arcos y se perdió la vista panorámica desde el interior; eliminaron la chimenea y pintaron los techos que son de acero inoxidable; alteraron el paisajismo hecho por Roberto Burle Marx, sembraron especies que no pertenecen al Ávila e impiden la vista hacia Caracas

En julio de 2001, la compañía ITC inauguró el denominado Complejo Turístico Ávila Mágica, aunque su reapertura al público se produciría tiempo después. El proyecto se presentó como una nueva alternativa para el turismo y el ocio de Caracas, dotado de restaurantes, pista de patinaje sobre hielo, casino, centros de entretenimiento infantil y juvenil y la recuperación y explotación del emblemático hotel, así como la rehabilitación del teleférico.

Adicionalmente, los usuarios dispondrían de cafetín, museo, cajeros automáticos, teléfonos públicos, baños, bebederos de agua, módulos de información, venta de souvenirs y de material fotográfico.

Otro atractivo lo constituye una plaza cercana al Hotel Humboldt, que sirve de base para la bandera más alta del mundo enarbolada en una montaña. El mástil de aluminio mide 30 metros de altura y fue transportado por partes en helicóptero.

Intentos de recuperación 

Sin embargo, lo cierto es que el proyecto no avanzó como se había previsto, y en agosto de 2007, el Gobierno de Hugo Chávez procedió al rescate de la concesión y a su nacionalización. Un informe de la Asamblea Nacional dice:

La infraestructura presenta problemas de asentamiento por fallas geológicas a nivel de los taludes que conforman el perímetro del edificio y la caminería, siendo el área de mayor afectación el de la piscina, donde se evidencia la presencia de grietas. La alta concentración de humedad produce daños severos y evita la conservación de los elementos estructurales de concreto armado

El Ministerio del Poder Popular para el Turismo ha asumido el proyecto de restauración en dos fases: la primera concluida a finales de 2010 y la segunda, para 2012. El proyecto de recuperación está formado por arquitectos estudiosos de la obra de Tomás José Sanabria y dirigido por el arquitecto Gregory Vertolli, con el criterio de recuperar y conservar en lo posible la concepción original del edificio y su entorno.

El hotel Humboldt –con la calificación de cinco estrellas plus– se convirtió desde su apertura en uno de los íconos de la arquitectura de Venezuela y en el referente máximo de la sociedad caraqueña de la época, compartido con el famoso Hotel Tamanaco.

Los grandes fastos, las celebraciones y los banquetes que se preciaran tenían allí su mejor espacio, con el indudable atractivo del acceso a través de un teleférico y la frecuencia de que el cerro del Ávila estuviera envuelto en la niebla característica. Hoy en día es solo un edificio histórico, referente de lujo y abandono, que los caraqueños pueden observar desde cualquier punto de la ciudad sultana del Ávila.

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