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CERVANTES EL MAJADERO ETERNO. I parte, tertulia.

(%=Image(4856717,»R»)%) Expreso mi gratitud a esta universidad, Valle del Momboy, a sus profesores, a ustedes los presentes y de manera muy especial al Prf. Pedro Frailán, quien anda suelto siempre en busca de las mas virtuosas aventuras del saber, en ese mundo tan especial que carece de límites. Me han llamado para que conversemos del Quijote. Monstruoso atrevimiento sólo comparable a esos señores que suelen ir casa por casa, calle a calle, diciéndonos y enseñándonos qué dicen las sagradas escrituras, pues nada que se diga del Quijote será mejor que su propia lectura. Digo mejor, nadie podrá conversar mejor de sí mismo que don Quijote, en quien se transubstancia don Miguel. Eso de don para ambos es una exageración imperdonable, pues Miguel no alcanzó nunca tan noble trato. Ningún trato noble y ningún otro trato que el de sus desgracias que muchas fueron. Como saben, en su familia hubo de todo. Un abuelo inquisidor que cansado de ser lo que no era, porque ser inquisidor es un acto del destino, nadie por propia voluntad puede ser eso. Un inquisidor es un engendro del destino trágico para ser feliz con el daño ajeno que él suele sentenciar como necesidad para calmar la ira de los dioses. Sean esto del poder terrenal o del divino, a través de cuyo oficio esconde su miseria. Pues bien ese abuelo se fue no se sabe aún donde, pero iba escondiéndose de su propia vergüenza. En eso andaba. Los padres, de ellos tampoco hay tanta claridad, sólo que presumimos buenos sin mayores ni mejores otras cualidades. Hicieron muchos hijos, siete y Miguel era el sexto. Rodrigo de Cervantes Saavedra eran sus datos y Leonor de Cortinas su madre.

Ella vivó esconda tras su apellido y salvo eso de haber parido y criado hijos no se sabe mucho que digamos. A don Rodrigo le tocó de a duro. Barbero médico, tenía que embellecer y curar, delatar y salvar, todo a la vez, por tan buen oficio de esa era. De pueblo en pueblo llevando la belleza del barbero y buscando las bondades de la vida amenazada y derrotada siempre por la muerte. Muchas cosas pasaron y por diversos modos cayó preso.

De entre esos hijos, dos prostitutas. Pero cultas, sabían leer y escribir lo que en aquella era, era como más complejo que ser en esos días astronauta mujer. Y en aquel mundo, sólo Dios siempre presumo que Dios es buen amigo de estas chicas, de las chicas Prosti ˆ debió saber las dificultades de tan instructivo, pedagógico y noble oficio. Ellas lo ayudarían más tarde con sus escasos dineros logrados en el calor de tantos esfuerzos cálidos en el ascenso de su propia muerte. Y muchas cosas más pasaron. Miguel, por si fuese poco, era tartamudo, de modo que sus dificultades para pedir, convencer, sencillamente hablar eran mayores, porque ha de saberse que ser tartamudo infería algo de satánico o cuando menos de castigo divino. Algo pues antes de nacer para nacer con eso estuvo muy mal hecho. Se horrorizaría Miguel para hacer discursos, pero, sobre todo para pedir los dulzores ácidos de una buena mujer.

Y tantas y tantas cosas pasaron de ciudad en ciudad de pueblo en pueblo que condenado fue en Madrid, porque fue él, dos Miguel de Cervantes no son ni fueron nunca posible no serán, fue condenado a arresto y amputación de una mano, la derecha, por supuestamente haber herido a un tal, que ese sí era tal, Antonio de Segura. Se huyó, se fugó. Esa condena fue como una premonición, como la escritura anticipada de que sería manco, según cuentan en uno de los pocos actos heroicos en defensa de la patria. En ese empeño fue derrotado como en todos sus actos. No pegó una. Ni una. Víctima siempre, hasta Lope sintió por él un dejo de desprecio, ese extraordinario dandi, medio chulo, pentabuelo de Rodolfo Valentino, según eran testimonios de mi abuela, ferviente admiradora de Fuente Ovejuna, no pudo entender, dado su singular racionalismo, que un pobre diablo de dudoso pedigrí escritor fuera. Porque hasta eso, se piensa que proviene de una familia de conversos y algo habrá de eso, porque andando por Italia, Miguel pidió se le diera una constancia de cristiano de siempre, la cual recibió, pero que lejos de probar su linaje pone en vivencia sus miedos. Pero hasta en eso se evidencia su mala suerte, si así puede llamarse tanta pava.

Se ha dicho y no sin testimonios que se hacen fehacientes en la música, que Bach en una extraña escapada de Alemania se internó en los llanos de Venezuela y de allí que en el joropo se encuentre su presencia. De Miguel no se puede decir lo mismo exactamente, vivía si eso puede ser vida huyendo o preso, pero yo tengo fundamenta tesis de que una maracucha, Silena, escapada tras la estela de un bergantín, llegó hasta Italia, buscándolo para comprobar la existencia de la mala suerte y tuvieron un hijo a quien pusieron por nombre Promontorio. No recuerdo si fue Millares Carlo quien hizo este trascendental descubrimiento, rastreando a Baralt, pero la más pura inferencia demuestra que un tal hijo que lleve así por nombre tiene la cualidad necesaria y suficiente de ser maracucho.

Lo demás lo sabemos casi de memoria. Preso. Manco en Lepanto, en el más heroico de todas sus acciones de patria derrotadas, esclavo, preso, y mil más vainas que solo Don Quijote biografía exactamente, de modo que no hace falta que yo siga con esta biografía. Salvo que quiero demostrar la tragedia que siempre va consigo.

Si a esas tantas penas ha de sumarse la peor. Miguel no existe. Él es Don Quijote. No importa que no sepamos nada de Platón, de Kant, de García Márquez, Bach, Mozart, Beethoevn, Newton, Einstein y así, pero nadie osaría desconocerlos y menos ignorarlos. Platón es Platón y no la República, Shakespeare es Shakespeare y no Hamlet, Goethe es él a pesar de Fausto. Ellos en ellos y por sus obras están por encima de sus obras. Pero con Miguel de Cervantes las cosas son distintas. Él es el Quijote y en esa identidad vive y no hace falta para nade el nombre. Las aventuras y desventuras de Don Quijote son las aventuras y desventuras de lo real y lo posible de Cervantes, Miguel. Más adelante en la conversación, como se diría en la segunda parte del encuentro, vamos a estudiar un aspecto que para mí es esencial en el Quijote, el conflicto entre los límites del racionalismo y las aventuras de la creación en la plenitud abierta de sus búsquedas.Pero tengamos un poco de paciencia. Permítanmele pues hoy expresar mi asombro porque la mala suerte de Miguel de Cervantes ha alcanzado al Quijote, obra que según los más amplios estudios es la más citada en el mundo conjuntamente con la Biblia. Pienso que el mundo se reduce acá a occidente y a la intelectualidad de todo el planeta. De esto último carezco de información, mientras de los primero hay pruebas según testimonia la Universidad de Columbia.

Decía y demuestro que la pava hereditaria de Miguel alcanzo hoy a Don Quijote. De ello es, nadie dude, Cervantes el responsable, porque él no puede zafarse de ser Don Quijote. Pero he aquí que ahora a Don Quijote lo empava Cervantes. En estos cuatrocientos años del Quijote, él reinaba en la oposición permanente, él es el héroe único de lo posible, su escudero, Sancho el rey de lo imposible. Pero, para demostrar la pava congénita de Miguel, que ha contaminado severamente a Don Quijote, acaba de concebir la Princesa, por obra y gracias del Príncipe de Asturias, según la anunciación que reyes, políticos, sabios, doctores, han hecho de tan trascendental acto. Las felicitaciones del mundo llegan todas para honrarse y vivir la alegría del reino. Toda España se apresta para tan magna celebración. Nadie escapa de tan universal acontecimiento, que además ya ha sido bendecido por la Santa Madre Iglesia y alcanzado todas la primeras, segundas y terceras páginas de los periódicos, cubierto todas las pantallas de la televisión, y hasta los toreros salen al ruedo a ofrecer rabo, oreja, cuernos a quien ha de venir que si bien no se sabe, impone ya reflexiones de la más alta cordura, como si fuesen Sansón Carrasco y el cura, los mas importantes tratadistas del asunto.

Si varón, bueno, claro, rey será. Si hembra bueno, dificultades han de verse. Si por la grandeza de la ley que permite el casamiento de homosexuales entre sí, con ellos, y el heredero saliese con tales cualidades, todo el ordenamiento jurídico podría sufrir traumas irreconciliables con la universalidad de la ley o lograr que la universalidad de la ley se imponga al trauma. En eso andan los españoles de España y los súbditos de todos los reinos como sus más elaboradas preocupaciones. En alguna mazmorra ha de estar preso Cervantes, esperando fugarse o lo liberen para escribir el tercer tomo de Don Quijote, ahora con nuevas manchas y las de antes.

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