Economía

¿Fin del rentismo puntofijista – chavista?

Sorpresiva y felizmente, el conflicto de Pdvsa ha permitido descarnar la nuez de nuestra problemática, que es el rentismo, heredado de España y alimentado por un pensamiento de izquierda embebido en petróleo y corrupción. Es inútil atacar sus consecuencias políticas y económicas – autoritarismo y populismo – sin enmendar sus causas.

Según la luz que lo ilumina, nuestro prisma petrolero refleja dos visiones opuestas. Una irradia producción, con sus destellos de inversión, empleo, democracia y desarrollo institucional horizontal. La otra refleja rentismo, verticalismo y su progenie de los peores ismos, generando lo que Terry Karl denomina el Petroestado, que significa crisis cíclicas, retroceso social y pobreza.

La primera es la visión de trabajadores y empresarios, de la sociedad civil organizada y de la gente de Pvdsa.

La segunda, que florece al subir el petróleo, es la percepción de buena parte de nuestros políticos – adecos, copeyanos o chavistas – que se exacerba con el poder. Su meta es lograr la mayor renta con la menor producción; su máscara, la preservación del recurso no renovable que pertenece a todos y que el Estado justiciero se ocupará de repartir equitativamente; su realidad, un Petroestado voraz, demandante de fondos crecientes para financiar aventuras políticas nutridas de fantasía y corrupción.

Cuando baja el petróleo, el rentismo entra en crisis y se reduce el gasto público a la par que la prepotencia gubernamental. Entonces – una vez exprimida Pdvsa – se redescubre la virtud del sector privado, florece el diálogo y brota la esperanza en la sociedad civil.

La ilusión muere con el inicio del nuevo ciclo de subida sincrónica del petróleo y el autoritarismo.

Dogmatismo suicida

El pensamiento anacrónico y restrictivo que nos gobierna – y que intenta hacer de Pdvsa su instrumento – tenía asidero en los años 60, cuando creíamos tener reservas solo para 15 años y en función de tal convicción creamos la OPEP y sacrificamos nuestra participación en la producción mundial para proteger el precio. Pero hoy, con reservas para 400 años y la nefasta experiencia de décadas de descapitalización, desempleo, empobrecimiento colectivo y pérdida de mercados, el sagrado dogma ha caducado, animando una nueva estrategia basada en la producción, según la actual coyuntura petrolera:

1- La participación de la OPEP en la producción mundial se redujo al 30%, agotando su capacidad de manejar los precios. Paradójicamente su sacrificio beneficia al resto de los productores, en su mayoría corporaciones privadas, que amplían su mercado y mejoran sus ganancias. Urge el diseño de un nuevo esquema de asociación que articule a productores y consumidores en el marco de la Organización Mundial del Comercio.

2. – La crisis energética que vive Estados Unidos se acentúa con el deterioro creciente de su relación con Arabia Saudita. La circunstancia es propicia a la negociación de un convenio de autoabastecimiento continental a cambio de inversión masiva, que nos permita recuperar en una década nuestra participación en la producción mundial al nivel que ostentábamos a la creación de la OPEP, equivalente hoy a 10 millones de barriles diarios. Con tal inversión motorizada por Pdvsa y las consecuentes, diversificadoras de la economía, lograríamos el crecimiento promedio de 8% anual requerido para superar la pobreza.

Hacia una apertura petrolera popular

La apertura petrolera del 97 resultó positiva para el país, pero falló en reivindicar la propiedad ciudadana del recurso y lograr la participación del capital nacional para revertir la fuga del ahorro y liberar a Pdvsa del agobio político. De haberse asociado en forma igualitaria a los venezolanos como accionistas de Pdvsa a través de sus fondos de pensiones – como obstinadamente propusiéramos con Alberto Quirós Corradi – la empresa tutora del ahorro nacional no estaría sometida a la intromisión política y a la exacción rentista corajudamente denunciada por Guaicaipuro Lameda y secundada por la mayoría del personal, puesto que los políticos se cuidarían de afectar el patrimonio de sus votantes.

Si el Gobierno mantiene el instinto de conservación exhibido últimamente, enfrentará el conflicto mediante un salto hacia adelante, promoviendo una apertura petrolera revolucionaria, de amplia participación popular, apoyada en un convenio energético con Estados Unidos que vía producción (y no gasto público) induzca un crecimiento sano y sostenido de Pdvsa y del país. De lo contrario cederá neciamente el programa a su temprano sucesor.

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