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Cuando la brecha generacional se expresa en las urnas

Hasta hace poco se les tachaba de pasotas. Los jóvenes no se sentían en general muy concernidos por los asuntos públicos y su participación en las elecciones era baja. De repente han podido comprobar que si no votan, otros deciden por ellos. Y en algunos casos, contra ellos. Esta es la impresión que ahora tienen muchos jóvenes que no fueron a votar en el referéndum del Brexit, en el que se decidía la permanencia de Reino Unido en la UE. Cuando en la mañana del viernes, 24, vieron con estupor que había ganado el Brexit,era ya demasiado tarde. La generacional es una de las grandes brechas que el referéndum ha abierto en la sociedad británica. Mientras el 75% de los jóvenes de 18 y 24 años votaba por la permanencia, en las franjas de mayor edad, una proporción similar votó por abandonar la Unión.

El problema es que la abstención fue muy alta entre los jóvenes, y ahora la prensa británica aparece llena de lamentos de jóvenes que acusan a sus mayores de haberles segado el futuro. Ellos viajan y se mueven por Internet en un mundo sin fronteras, justo cuando los de mayor edad quieren levantarlas. Ellos creen en el futuro y piensan en lo mucho que tienen por delante y por ganar. Los mayores piensan sobre todo en el pasado y en lo que pueden perder. Ellos están ilusionados; los mayores, atemorizados. Esos dos estados de ánimo se han confrontado en el referéndum, y han ganado los mayores. Ahora, no quieren ni imaginar que no puedan moverse por Europa como lo han hecho hasta ahora, que su vida quede atrapada en la metáfora de una isla encerrada en sí misma. Y todo porque sus mayores tienen miedo.

Pero la brecha generacional no solo se ha manifestado en Reino Unido con el Brexit. También hay una gran brecha generacional en los países golpeados por la crisis. En Grecia, Portugal o España, los jóvenes son los grandes perdedores de la crisis y ven que su futuro ha quedado truncado por decisiones políticas que han tomado sus mayores. Las generaciones anteriores tuvieron su ascensor social. Crearon el Estado de bienestar. Ellos han de pelear en un mundo altamente competitivo, cada vez más desregulado y con las instituciones sociales que protegen contra las adversidades de la vida en permanente crisis de sostenibilidad.

La brecha adopta muchas formas. Por ejemplo, el Informe de Coyuntura Económica del área de Barcelona revela que el porcentaje de personas en situación de pobreza que tiene título universitario ha pasado durante la crisis del 4,3% al 18,4%. Es decir, que casi uno de cada cuatro pobres tiene estudios superiores. Obviamente, la mayoría son jóvenes que no tienen trabajo o que si lo tienen es tan precario que no salen de pobres. Y las perspectivas no son buenas: España es, según Unicef, el cuarto país de la UE con más desigualdad infantil. Esos niños marcados por la crisis engrosarán una brecha generacional que tiene su reflejo en las urnas: mientras el PP y el PSOE se nutren de electores de más de 55 años, los partidos emergentes tienen el grueso de sus votantes entre los jóvenes. De momento, el 26-J, también en España, han ganado los mayores.

Milagros Pérez Oliva
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