Opinión Nacional

El asalto a la sinrazón

ZEITGEIST

Esta expresión alemana, que se puede traducir como “espíritu de los tiempos” o  “espíritu de la época” y que tiene una larga tradición en la filosofía alemana y universal, se refiere al clima cultural general, al tono dominante de un momento de la Historia.

Una organización mundial está utilizando esa palabra para transmitir de distintas maneras una visión global del mundo actual que pone en tela de juicio la mayor parte de los principios, valores y dogmas de la sociedad capitalista contemporánea. (1)

El análisis de las propuestas de esta organización, que están disponibles en películas muy bien producidas y en textos teóricos, plataformas web , redes sociales , etc. es una tarea que vale la pena intentar si se quiere comprender lo que está ocurriendo en los países  que corrientemente llamamos del primer mundo en términos de discusión económica y social.

Esa tarea , que va más allá de los límites de este breve artículo, incumbe más de lo que podría pensarse a quienes quieren entender a fondo la realidad de los países de nuestra región, porque ese “espíritu de la época” permea de una u otra manera en todos los estratos de la sociedad y en todos los países del globo.

Como ya pasó hace doscientos años, cuando las ideas de la Ilustración atravesaron el océano como esporas peregrinas para encontrar suelo fértil en los pobres y apartados “territorios de ultramar”, hoy ocurre – con más rapidez y con mayor intensidad – que los sueños de nuevas utopías post-industriales alcanzan a las poblaciones de países que todavía no han llegado siquiera a la plena industrialización para generar ilusiones y alimentar esperanzas.

Las palabras claves son “cambio”, “evolución”, “futuro” y las promesas se refieren a la eliminación de la pobreza y la injusticia, a la distribución equitativa y humanitaria, a la supresión de la miseria, de la corrupción y del crimen, etc.

Por más que las tesis del “zeitgeist movement” desemboquen en una propuesta tecnocrática desarrollada como un relato de ciencia ficción, el sólo hecho de esbozar una alternativa de mundo les gana adeptos por millares entre los jóvenes de muchos países.  

Pero no es sobre ese movimiento en particular que quiero llamar la atención, sino sobre  las banderas del cambio neo-utopista y beligerante. Porque quienes levantan banderas de esta clase aseguran audiencia en cualquier parte del mundo. Por mentirosos o corruptos que sean, los gobiernos que se declaran contra el estatus quo, contra la injusticia imperialista y contra el mercantilismo y la ganancia como únicos valores sociales, se suben a la ola del zeitgeist y hacen resonancia con los más profundos anhelos de las personas.

Es esa conexión emocional de carácter casi religioso la que se evidencia en estudios y propuestas como los que Oscar Schémel  y  Emeterio Gómez, desde ópticas distintas,  llevan tiempo desarrollando y presentando en nuestro país con menos audiencia de la que merecen en los sectores que se dicen de oposición.

Porque es difícil de entender por qué los líderes y los teóricos del antichavismo no caen en cuenta de que defender valores capitalistas clásicos y ortodoxos en pleno siglo XXI, en plena crisis financiera mundial y en pleno auge de los movimientos ambientalista y antiglobalización es algo que no tiene público ni siquiera en Wall Street.

Mientras los políticos , líderes y pensadores de los países capitalistas -empezando por magnates como Bill Gates-  tratan de encontrar maneras de ir más allá del sistema económico imperante  y de integrar fórmulas que resuelvan las enormes deficiencias morales y humanas de una economía que se dice global pero que permite genocidios, dictaduras y hambrunas por el sólo criterio del beneficio y la ganancia y que  parece cada día más  lejos de encontrar el equilibrio sin el cual la especie entera puede perecer, los activistas locales de nuestros países tratan de vender a toda costa un discurso anquilosado y retrogrado que no parece decir otra cosa que “queremos volver al pasado”.

No es de extrañar que no obtengan adhesiones ni confianza por parte de sectores mayoritarios que ansían una propuesta de futuro, incluso si es utopista o fantasiosa, pero que no quieren un mundo ni un país donde la abundancia, la felicidad y la prosperidad estén sólo disponibles en porciones de 90 minutos en las vitrinas de Hollywood.

Y no es raro tampoco que  ese público siga esperando y confiando en quienes proclaman y venden desde púlpitos politizados el paraíso posible, anticapitalista y anti-imperialista de una sociedad con igualdad de oportunidades.  Líderes “carismáticos” sin otra habilidad que la de manipular sentimientos, que han encontrado en la “revolución” una mercancía perfecta para hacer de ella la droga central de un tráfico legal y tremendamente rentable.

Y que encuentran el perfecto adversario, dispuesto a subirse al ring para perder, en políticos sin visión que encarnan el prototipo gastado y trasnochado de un macarthismo tropical.

(1) Zeitgeist moving forward (trailer)

 

 

 

 

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