La intolerancia

Uno de los peligros que asechan a toda sociedad es cuando, por una u otra razón, prevalece un solo credo. Los que forman parte de la cofradía dominante se consideran investidos de una especie de poder sobre-humano que les permite dictar a los demás , lo que es o no justo, lo que es o no admisible y lo que constituye la única verdad tolerada.

Esa intolerancia característica del fanatismo se la puede observar en distintas áreas de la vida en sociedad, tales como en el deporte, la religión, la política. En todas ellas el fanático se cree el rey del mundo y los que no están con él no merecen ser tomados en cuenta.

En Venezuela hasta ahora la regla había sido la tolerancia, salvo en los simpáticos antagonismos de Caraquistas y Magallaneros y en las diatribas que surgían en los carnavales electorales, en la que los enfrentamientos entre partidarios de uno u otro candidato, se resolvían por lo general amistosamente en un botiquín tomando cerveza.

Desde que Chávez llegó al poder y empezó a utilizar su lenguaje de confrontación permanente se ha desatado en el país una furia de intolerancia con la que , tanto los partidarios del Presidente como sus adversarios, se enfrentan con absoluta incapacidad de admitir, en los argumentos del otro el menor viso de verdad. En Venezuela vivimos cada día más un auténtico diálogo de sordos.

Si seguimos por este camino iremos irremediablemente a una trágica confrontación, en la que las diferencias, que nos separan se tornaran progresivamente en combates en los cuales sólo la fuerza prevalecerá. Es hora de hacer un llamado a la concordia y detener las posiciones extremas en ambos bandos y tratar de armonizar las divergencias. Sólo así lograremos construir un país en el que todos podamos vivir y contribuir a resolver los innumerables problemas que nos impiden convertirnos en una nación moderna