Opinión Nacional

Tormenta de ciegos y sordos

No sólo es que se sienta en al aire, sino que se ven los síntomas, las nubes que se ponen más oscuras y pesadas. Los signos de violencia. Un CNE que sigue dando tumbos, con su comité técnico presuntamente paralizado y una directiva que poco aclara ante las proclamas del chavismo de que no habrá revocatorio, que las firmas son insuficientes y que se ha producido un megafraude. Una especie de silencio técnico de la Coordinadora Democrática y la instalación, con tiendas de campaña y todo, de la dirigente extremista Lina Ron y su gente en las narices del CNE y de la Guardia Nacional. Si juzgara uno por la proliferación de e-mails, habría que concluir que si el CNE llegara a dictaminar que no se recogieron las firmas suficientes, estallaría la violencia en las calles, aunque la oposición ha degollado tantas veces sus propias explosiones nonatas, que también podría presumirse que nada pasará más allá de un montón de declaraciones.

Hay diferencias esta vez, sin embargo.

Da la impresión –atemorizante- de que la gente está harta de que el gobierno se mantenga ciego y sordo ante realidades evidentes. El Presidente sólo anuncia tiempos claros bajo un cielo casi negro y cargado de nubes ominosas, y triunfos cuya falsedad se demuestra con sólo ir a comprar cualquier cosa –los pocos que todavía tienen con qué comprar-, y los dirigentes chavistas repiten como loros las mismas proclamas mentirosas, como si no tuvieran capacidad, no sólo de pensar por sí mismos, sino ni siquiera de prever que la vida sigue y no todos tienen capacidad para vivir en Florida. ¿Es ése el chavismo que se supone permanecería como movimiento político después de la salida de Chávez? ¡Patético partido de esclavos!

Se percibe, se palpa, la indignación, el hartazgo. Los sueldos no alcanzan, y cada día alcanzan menos. El gobierno aumenta el valor de la unidad tributaria, con lo cual aumenta automáticamente todos los impuestos. El Presidente se burla en público de la oposición e insulta a millones de ciudadanos acusándolos sin prudencia alguna de cómplices de un fraude. El Presidente y su dirigencia permanecen en silencio cuando unos militares agreden físicamente a dos representantes de los poderes nacionales, uno de ellos además producto de los votos de ciudadanos. Cada semana cien venezolanos son asesinados a pesar de que los militares están en la calle supuestamente para dar seguridad. El hampa campea tranquilamente mientras la militancia chavista alardea de su propia violencia.

Chávez y su gobierno parecen ver sólo sus propios ombligos, mientras todo el panorama más allá de sus narices es un horizonte oscuro que gruñe rabia, frustración y desesperanza. La Coordinadora Democrática llama estrategia a sus silencios, los militares cumplen órdenes y son testigos mudos de su propia decadencia ante los ojos de la ciudadanía, los medios anuncian y denuncian y el chavismo insiste en la necedad de que insultándolos se lleva la credibilidad para su propio patio, cuando en realidad sucede lo contrario. No se da cuenta el gobierno, pero el proceso se le está cayendo a pedazos, como el país.

Abundan los ciegos y los sordos políticos en esta temporada de rayos y truenos, frente a una población que ve y escucha las alarmas y los lamentos día tras día. El gobierno ha manejado con torpeza inaudita todo el proceso que lleva al revocatorio y sólo ha logrado cerrar salidas, en vez de abrirlas. Paradójicamente, es muy difícil que el gobierno aguante una victoria en el CNE: ganando, perderá mucho más que lo que ganaría perdiendo.

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