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Oposición: coherencia o fracaso

Desde la oposición democrática venezolana, mucho nos ufanamos, por considerarlo muy positivo, que exista en su seno una pluralidad de opiniones, pareceres diferentes ante muchos temas. Y eso no tiene nada de malo…. hasta cierto punto.

Porque si hay visiones controvertidas sobre el cambio climático, el precio del petróleo, el Estado islámico o la filosofía de Schopenhauer, uno no se preocupa tanto. Pero sobre temas de la política concreta, de lo que debe hacerse o declararse, ahí ya entramos en temas más espinosos.

Cuando se habla del asunto, siempre nos recuerdan que en ella -quiero decir en la MUD- conviven representantes de todo el menú ideológico. Desde neoliberales hasta algunos que se reclaman del marxismo, pasando por diversas versiones de socialdemócratas, demócrata-cristianos o simplemente quienes se dicen de centro.

Y uno, en tanto que convencido de las virtudes de las libertades de pensamiento y expresión, no puede, sin caer en inconsistencias, cuestionar ese collage de tendencias, algunas de la cuales, y en honor a la verdad hay que decirlo, no se avienen muy bien, no sólo en lo que a asuntos de gran calado se refiere, sino también en las estrategias y tácticas de la política concreta, o sea, en el día a día.

Dicho lo dicho, y esperando haberme ya curado en salud, y para que no vayan a acusarme de revivir el centralismo democrático leninista después de leer estas líneas, quiero pasar a comentar algo que no deja de ser inquietante, sobre todo, por las apreciaciones que hemos oído de gente de fuera consternada por lo que aquí ocurre, y particularmente, por la imagen incongruente que transmite en general la dirección opositora hacia el mundo y a lo interno del país.

Lo que para nosotros es algo muy positivo (me refiero a la diversidad de la oposición), para muchos de los que nos miran allende las fronteras es una mala señal, al menos en el aspecto discursivo que reflejan los medios. Y no es porque esos observadores descrean del pluralismo, o estén contra la diversidad de corrientes ideológicas y el debate, o planteen un monolitismo.

Ellos ven como inadecuado y causa de cierto descrédito, el que no haya un discurso único en una oposición que se supone está unida contra un gobierno autoritario. Porque no basta que exista una instancia como la MUD y que los dirigentes de los partidos que la conforman digan que están unidos.

Ciertamente, un discurso político único –dicen nuestros amigos- no significa pensamiento único, pero sí una línea de acción política clara ante la opinión, que es lo que no se está percibiendo.

Tienen razón los que del extranjero hacen esos comentarios. Para que haya ese discurso debe existir previamente una estrategia compartida que haya sido consensuada y que se adelante sin fisuras, de manera coherente entre todos los actores que la han diseñado. Lo cual también impone unos movimientos tácticos conjuntos, aunque pueda haber matices, ritmos o estilos divergentes.

Es inaceptable, por tanto, que el discurso y las iniciativas de algunos dirigentes pongan en entredicho o contradigan una estrategia acordada.

Si la oposición decidió una estrategia democrática y electoral –me dicen los fuereños- que implica prepararse para las elecciones del año entrante y las que vengan ¿cómo es que en algunas declaraciones de opositores se oyen voces que hablan de promover una Constituyente y otros piden la renuncia del presidente, sin mencionar los que andan promoviendo salidas de fuerza? ¿Qué clase de unidad es ésa?

Incluso, admitiendo que la Constituyente es un mecanismo lícito, preguntan ¿cómo puede la oposición enviar un mensaje tan confuso, dual, inconsistente, a los que estamos afuera y que deseamos que triunfe? ¿Cómo sentir seguridad y claridad en ella si un grupo dice una cosa y otro busca otra? ¿Por qué la MUD extrañamente acepta tal disonancia? Una oposición así no es garantía de nada, rematan estos observadores externos.

El comentado aquí es un problema, sin lugar a dudas, que debería ser resuelto por la dirigencia política democrática. Hace mucho daño. Si no hay coherencia en lo estratégico y lo táctico, si se dispersa los esfuerzos, si el mensaje es contradictorio, los resultados serán los peores.

Soy de los que están comprometidos con la UNIDAD y creen firmemente en la pluralidad. Pero también tengo la convicción de la necesidad de la eficacia política y ésta sólo se logra con coherencia y una dosis sólida de disciplina política mínima de parte de los que se llaman líderes, entendida en los términos señalados.

Si somos serios, responsables y abandonamos los arrestos de soberbia y megalomanía, y si somos consecuentes con las decisiones tomadas democráticamente, es posible un triunfo rotundo en las próximas elecciones de 2015. Desterremos la dispersión, no sigamos enviando un mensaje confuso.

@ENouelV
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