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La Virgen del Valle emigra

E s conocida la devoción de los pobladores deNueva Esparta por la
Virgen del Valle, la cual se extiende a toda Venezuela. Recientemente
tuve la oportunidad de visitar la iglesia, linda y restaurada,
situación que hubiese sido más grata si ciertas detestables costumbres
nacionales no hubiesen estorbado mi paseo esa tarde en Margarita.

Sea porque nos estamos quedando sordos de oír cadenas presidenciales o
sea por agresividad inconsciente o contenida, el venezolano debe ser
uno de los pueblos más ruidosos del planeta. Como se sabe, en los
alrededores de la iglesia hay puestos de venta de artículos religiosos
pero abunda la música profana.

Sentía que los oídos me iban a estallar mientas oía a un cantante de
vallenato que clamaba, cual ciudadano harto de cadenas presidenciales,
«No me digas nada, no quiero escucharte, busca un confidente y
cuéntaselo todo»; Wisin y Yandel exigían «Dame un poquito de eso»,
lema del chavismo corrupto o clientelar; Luis Fonsi repetía, al estilo
de nuestro primer magistrado con la enmienda, «No me doy por vencido».

Más allá sonaba mi amado Ismael Rivera con su caballerosa «De todas
maneras rosas para quien ya me olvidó».

Comí una empanada en los puestos organizados en dos hileras de kioscos
con un ancho patio entre ambas. Estaba divina, más allá de un largo
cabello en el plato de cartón o de las moscas y la basura: soy criolla
como ninguna y no le paré a eso, como nunca le he parado a la mala
atención, los charcos de aguas negras, las colas de automóviles, las
calles rotas, los efluvios a cloaca y los cobradores de tareas nimias
en el mercado de Conejero. Supongo que la relativa poca afluencia de
turismo extranjero fuera de playa El Yaque puede tener que ver con
estos detallitos, pero este no es el tema. El tema es que la música
tronaba en un lugar de devoción y recogimiento y que a los feligreses
no parecía importarles que en las narices de la Virgen sonara «Y tú
eres mi perrita, mamá».

Caí en algunas reflexiones melancólicas sobre la edad y la molestia
por la música, pues mis sobrinas estoy segura que me hubiesen dicho
ante mi incomodidad, «tía, listo, te estás poniendo vieja como mi
mamá». Le pedí a la Virgen que me diera paciencia ante la adversidad y
los años. En esa estaba cuando empezó a sonar una flauta con música de
esa que llaman vagamente «New Age». Observé fijamente a la Virgen
siempre bella y bien vestida y recordé que hacía poco las lluvias
habían afectado el santuario.

Imaginé entonces una escena beatífica. La Virgen, con las manos
tapándole los oídos, era llevada por las aguas, sin hundirse, en medio
de una inundación que arrasaba con los equipos de sonido retumbantes,
la basura y las construcciones a medio hacer que afean la isla. Cesó
de repente de llover, las nubes desaparecieron como por arte de magia
mientras la Virgen flotaba en el mar abierto coloreado de tonalidades
rojizas en un atardecer nunca visto. Se alejaba del país
milagrosamente sin necesidad de dólares ni de visa

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