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Preguntas a Venezuela y a Colombia

Las iniciativas y tentativas de paz que han comenzado a tomar cuerpo en Colombia, parecen auspiciosas. Pero este parecer mas que inducir alegría efervescente y certidumbre, sólo genera un discreto optimismo. Sobre este proceso de paz incipiente gravita la herencia de tradiciones, compromisos, estilos y culturas coloniales del Virreinato, a pesar del más contemporáneo narcotráfico y la omnipresencia de los intereses del «Imperio».

Como venezolanos conscientes de la magnitud de la crisis que los de allá están viviendo en carne propia desde hace 40 años, pensamos, si en esta ocasión, dentro de las perspectivas de salida del conflicto podrá obviarse un proceso que tendrá que culminar en una refundación de la sociedad y del Estado colombiano.

Refundación de la sociedad civil y Estado en Colombia es algo más profundo que el «refrescamiento» que ha ofrecido la más reciente y modernizante Constitución. La percepción de que el pueblo colombiano sigue en contramarcha frente a las instituciones civiles de la oligarquía, es una demostración palmaria de que sin éste todo cambio no puede ser sino efímero y menguado. Pueblo y paz unidos son la fuerza garante del cambio que surgirá del proceso como florescencia natural. A la vera del cambio, también está el pueblo venezolano, que sigue siendo gemelo univitelino del colombiano, también en la búsqueda de la refundación de la sociedad y Estado, en espera de desandar el camino extraviado desde 1830, por ahora de una conspiración secesionista extranjera que mutiló o desmembró la patria común y dejó sembrada en nuestro suelo una oligarquía de comerciantes extranjeros, tinterillos, tránsfugas de la epopeya anticolonial y apátridas, engendro social antinacional y antipopular que con máscaras sucesivas y bajo tutela externa han explotado por casi dos siglos la engañosa ilusión de que podemos ser una sociedad y un Estado separados de nuestras propias raíces, la patria Colombia, cuyos padres fundadores fueron expulsados, y transformados en mitos, inmunes al transcurrir del tiempo, como controles ideológicos de la legitimidad de la clase dominante hasta el presente.

La paz de allá, también es la paz de aquí y el reencuentro de ambos pueblos, es inevitabilidad histórica, sin la cual hasta el momento cualquier integración entre «democracias», burocracias, comerciantes y «empresarios» es una construcción precaria sin fundamento y el fundamento no es sino el pueblo.

En la consciencia y la certeza de que la encrucijada de una convergencia de pueblos se anuncia de un lado y otro de la frontera para sellar la unidad y reconstituir la unidad y reconstituir la patria grande, más allá de las regiones y las comarcas que las sustentan, no podemos menos que hacer en voz alta algunas preguntas que se agolpan ansiosas de respuestas. ¿Puede haber paz en Colombia sin el consenso y concurso de Venezuela y viceversa?. ¿No existe también aquí, una guerra declarada bajo formas y características diferentes, transida de la misma contradicción fundamental? Podrá ser Venezuela allá tercero en discordia, conciliador, o buen oficiante? O ¿parte ineludible del conflicto?. ¿ Contribuirá la paz en Colombia a acelerar aún más la integración o por el contrario implicará, por parte de los dirigentes políticos actuales de ambos países, la componenda de mantener a los actores encerrados en sus espacios estatales singulares?. El curso de los acontecimientos pareciera conducir de un lado a la búsqueda de una salida pacifica a mediano plazo, mientras del otro en cambio, se están creando, a marcha forzada condiciones de una confrontación existencial que nos hace temer un desenlace no deseado. ¿Podrán dos diferentes «tiempos», seguir cada uno su ruta, impermeable o ajena el uno respecto al otro?; o bien la necesidad de integración entre ambos traerá consigo situaciones imprevistas y composiciones inesperadas?. En todo caso, ¿puede culminar un proceso de paz en Colombia de tan vasto alcance y profundidad histórica en un simple o complejo arreglo circunstancial de incorporación de la fuerza opositora al cuadro político constitucional y a la sociedad civil tal como hasta ahora lo ha pautado el «Imperio»? o abrirá el paso como algo inevitable y necesario a un proceso constituyente aún no visualizado o verbalizado. Sí esto es así, preguntamos finalmente, ¿podrá seguir siendo viable una constituyente concebida sólo para Venezuela?.

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