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Convergencia en guayana

Como se pudieron dar cuenta, en el mes de Mayo no pude consignar mi cuento dado que mi disco duro literalmente explotó y me dejó casi desnudo. Sin embargo, he logrado recuperarme y para compensar, más adelante podrán leer el comienzo de la historia que salió en Abril pasado y más abajo, la continiación que nos ocupa durante este més. Quiero agradecer las muchas comunicaciones que me han enviado a mi dirección de e mail y espero seguir oyendo de ustedes.

Muchos saludos

A.O.

Convergencia en Guayana (I)

El otro día un amigo me preguntó que es lo que yo había hecho durante las Navidades pasadas. – De verdad quieres saberlo ?, le dije – Claro Andy – me respondió – Por qué crees que te estoy preguntando ?. Tu crees que yo soy de esas personas que preguntan por compromiso, acaso piensas que soy un idiota o algo así – añadió . – Bueno te contaré, pero después no me vayas a reclamar si te fastidias. OK? , puntualicé. – Andy, dejate de pendejadas y cuéntame de una vez, que con todo ese misterio me pusiste más curioso – increpó él. – Si eso es lo que quieres, ahí voy: primero me botaron de mi casa, después se murió mi abuelo y luego me pasé dos semanas con cincuenta y dos hindúes en Puerto Ordaz, ah, y antes de que se me olvide, también me dio un virus con fiebre por primera vez en diez años. Que te parece ?.

Por la cara de mi amigo supe que se dio cuenta que había tocado una tecla muy delicada y que al verme abrir la botella de Bucannans se estaba gestando una larga noche, así que le dije – mira huevon, tu empezaste con la preguntadera, así que ahora te la calas !- y servidos los tragos (mucho whisky, mucho hielo y poca soda, como me gustan a mí) el amigo comentó – no me hables de tu abuelo, acuérdate de que yo lloré más que tu en su entierro; lo del virus no me interesa para nada; y con respecto a la botada de la casa, me lo has contado tanto que siento como si el botado fuera yo. Sin embargo, la verdad que has estado tan ocupado que nunca me contaste acerca del viaje a Puerto Ordaz. Así que si te quieres desahogar por ahí, échale bolas pues-.

Estoy seguro que siempre recordaré esas dos semanas en Puerto Ordaz, tanto así, que las bauticé para mis adentros como «Convergencia en Guayana». El proceso de privatización de las empresas básicas de Guayana, Venezuela, consiste en la venta sistemática, a través de licitaciones públicas internacionales, de las compañías productoras de aluminio, acero y las accesorias a estas (bauxita, carbón, alúmina y ferroaleaciones) pertenecientes al Gobierno de Venezuela y algunos desafortunados socios privados minoritarios. Pero en estas líneas no trataré los detalles formales inherentes a estos procesos ,debido a que primero, estoy sometido a un acuerdo de confidencialidad que me lo prohibe y segundo, lo que quiero es transmitirles mis apreciaciones e impresiones humanas de una de esas situaciones que se dan pocas veces en la vida. Para darles una visión de lo que estoy hablando, discutiré un poco los órdenes de magnitud de los servicios en demanda y de la limitada oferta de estos en Ciudad Guayana y luego seguiré con mi historia.

Para comenzar, las privatizaciones del acero y del aluminio se están llevando a cabo simultáneamente. Esto significa que Trece participantes precalificados para el Aluminio y once participantes precalificados para el acero debieron converger en Puerto Ordaz entre la primera semana de noviembre y la tercera semana de diciembre del año pasado. Estos grupos tenían como meta la evaluación más detallada posible de las compañías a ser privatizadas en un período de visitas cuya duración era de dos semanas. Con tal fin, cada uno de los Grupos tiene contratados equipos de asesoría contable, legal, estratégica y banca de inversión. En total cada Grupo llevó un promedio de cincuenta personas. Si multiplicamos cincuenta por veinticuatro Grupos, obtenemos que aproximadamente un mil doscientas personas de muchas partes del mundo visitaron Guayana durante ese período de mes y medio. Si además sumamos los representantes del Gobierno, sus asesores, espías de terceros y curiosos, esta cifra llega a unas dos mil personas. Por supuesto que no a todo el mundo le tocó a la vez. Mas o menos en cualquier momento dado el número de «turistas» residiendo en Pto. Ordaz rondaba por las 500 personas.

En apariencia 500 personas no suena como mucho. Pero por supuesto, para usar una expresión muy masticada » … todo es relativo …». Para empezar nos encontramos con la oferta hotelera. Como un mes antes de la visita que le tocaba a mi equipo, me llegó una comunicación del cuartel general de mis clientes que decía «favor enviar lista de Hoteles disponibles para estadía de dos semanas». Mi respuesta fue breve » Hotel Intercontinental Guayana, 320 cuartos y Hotel Rasil ,150 cuartos». – » You must be kidding» – me dijo el hindú por teléfono. Tomé como media hora en explicarle que no lo estaba engañando y que por el contrario, teníamos que apurarnos en reservar en el Inter(abreviatura conocida por sus visitantes frecuentes) ya que el otro, el Rasil, es mejor conocido como el Ratil (sin broma).

Apenas me autorizaron a coordinar toda la visita, procedí a solicitar 50 cuartos en el famoso Inter. La respuesta del agente de viajes fue categórica – Lo más que puedo hacer y porque fui novia del gerente cuando éramos chiquitos, es conseguirles 27 habitaciones en el Inter. El resto se deberán quedar el Ratil durante la primera semana y se podrán ir mudando al Inter durante el primer fin de semana. Y que conste que las del Ratil las conseguí porque era novia del dueño cuando éramos chiquitos. Otros Grupos menos afortunados se tendrán que quedar en Ciudad Bolívar y deberán manejar como hora y media todas la mañanas. Lo tomas o lo dejas? – Supongo que lo tomaré – respondí acongojado e inmediatamente supe que estaba a las puertas de una experiencia existencial importante. En la próxima entrega les contaré lo que pasó.

Convergencia en Guayana (II)

El Domingo 8 de Diciembre comenzó de lo más normalito como si de verdad todo fuera a salir perfectamente. Pero cuando llegué al terminal nacional del aeropuerto de Maiquetía y me dijeron que nuestro vuelo había sido cancelado, me llené de valor y me preparé para lo peor. La mitad del equipo de mis representados consistía en individuos de muchas nacionalidades distintas. Había Alemanes todos con PHD en metalurgia, había norteamericanos de pura raza mercantil , rusos, malayos, mexicanos y por sobre todo nacionales de la República de la India, todos con un solo propósito en mente, evaluar a SIDOR hasta su más íntimo detalle. Así que empecé una gran pelea con la gente de AVENSA y por suerte todos cupimos en el vuelo de otra aerolínea. Ya en Pto. Ordaz, teníamos un autobús esperando para llevarnos a ese pedazo del cielo en Venezuela llamado el Inter, no si antes haber soltado a los más desafortunados en el famosísimo Ratil. Lo que no había quedado claro era quien estaba a cargo del Grupo, ya que los grandes capos de la organización no habían llegado ese día y me informaron que lo mas probable era que se tardaran un par de días en llegar. Exhausto, pasé mi primera noche en el Inter durmiendo vestido sobre la cama.

La mañana del lunes comenzó muy temprano, como a las cinco y media, ya que el «data room» (mítico lugar donde esperábamos conseguir toda la información que buscábamos) abría a las siete y como no me habían dado instrucciones para contratar un transporte, decidí que sería una buena idea tratar de cuadrar algo con el personal de Hotel. Pero antes, una rica ducha tibia me pondría en la condición adecuada. Coñooooooo, fue lo único que pude exclamar cuando de la ducha solo salió una corriente de barro negro con piedras como a presión. Menos mal que yo siempre prendo el agua desde afuera, porque si no, todavía estuviera inconsciente. Así que sucio y arrecho me dirigí al restaurante del Hotel para por lo menos comenzar con una balita fría para desayunar. Coñooooo, fue lo único que pude exclamar cuando el mesonero me dijo – Señor, la próxima vez será mejor que baje más temprano, porque la verdad es que aquí se acabó todo. Ud. ve esos Noruegos de dos metros ? Bueno, cada uno come por diez y hay como cuarenta de ellos. De hecho al cocinero lo mandaron a Caracas con un ataque de nervios -.La verdad era que mis nervios empezaban a molestarme ya que como a un cuarto para las siete empezaron a aparecer los miembros de mi equipo. Todos me preguntaban – como hacemos para irnos?- y yo respondía – no se preocupen, yo tengo todo controlado – (si claro!).

Ya como a las siete y media todos estaban nerviosos y por lo tanto contraté como 10 taxis y los mandé por delante. Yo me quedé para tratar de arreglar un servicio con los magníficos oficios de Happy Tours. Estos individuos me prometieron un par de vans para 12 personas cada una, (aunque nosotros éramos como cuarenta) por la bicoca de cien mil bolívares al día. – Y no le parece eso un poco caro? – pregunté ingenuamente y la Srta. me respondió – claro que no, Como Uds. no son chinos (refiriéndose a los Japoneses y a los Coreanos) les estamos cobrando barato !-. Para comprar tiempo le dije – te compro medio servicio por hoy, para que nos vayan a buscar a las 6:30 p.m. y por favor dame una cotización por escrito para el resto de las dos semanas – De esta manera pensé que por lo menos tendría el resto del día para conseguir algo mejor. Mi único consuelo lo sentí cuando abrí la puerta de mi Bronco (no les había contado que me autorizaron alquilar el único carro del grupo, ja, ja ,ja), ya que el hecho de andar en cuatro ruedas particulares me subió el espíritu y me permitió llegar al «data room» como a las nueve y media, cuando ya el termómetro pasaba los treintiuno.

Cuando entré en el «Data Room» numero dos, yo pensaba que me iba a encontrar una isla de orden en donde todos mis representados tenían todo preparado y solo había que leer y copiar información. Poco, pero muy poco me imaginé la guerra que estaba llevándose a cabo en ese sitio. Por un lado, mis clientes caminaban desordenadamente en todas direcciones y una joven y hermosa pero sarcástica recepcionista les gritaba en español – veinticinco, solo veinticinco – y por el otro lado, un grupo de sidoristas de la vieja guardia, atrincherados en una oficina que decía «coordinador» se limitaban a observar el show con cara de pocos amigos. Solo me bastó un segundo para comprender que la voluntad privatizadora de Caracas estaba muy lejos de aquí, y que había instrucciones expresas de la retrograda gerencia del momento de sabotear el proceso de la manera más flagrante. Como si eso no bastara, entre mis clientes se sentía claramente una desorientación causada por la ausencia de sus máximos jefes. Al llegar, todos vieron en mí la respuesta de sus dudas y problemas y me cayeron encima los cuarenta.

Yo estoy seguro de haber revivido la torre de Babel, ya que después de una hora de gritos y discusiones en Español, francés, ingles, hindi y como media docena de dialectos impronunciables, me salió el Andy Otero y pegué un berrido impresionante que calló a todo el mundo. Con voz brava y en ingles dije – Si no hay jefes aquí, ahora el jefe soy yo, así que se callan todos y se sientan, y los que no tengan puesto se quedan parados pero también callados y Uds., si Uds., los de SIDOR, tenemos que hablar ya!!!!!-
Por mi tono de voz y mi tamaño, todo el mundo hizo caso y por lo tanto me presté a celebrar la décimo quinta batalla del día, esta vez con el equipo coordinados del «data room» dos. Los ingenieros a cargo con mucha vehemencia me informaron que la gerencia de SIDOR había decidido limitar las visitas a las plantas productivas para poder seguir produciendo y que no estaban dispuestos a modificar el horario que trataban de imponernos. Como gritarle a ese tipo de gente no sirve para nada, me dispuse e explicarles que no era posible tener a un grupo de siete doctores alemanes inactivo por una semana y que no era justo que no nos hubieran avisado de las limitaciones antes de llegar y que por lo tanto la posición era inaceptable.- Exigimos un cambio ya – dije enfáticamente. A lo que el coordinador respondió viendo su reloj, – mira chico, si siguen peleando no podrán ver ni siquiera las plantas que tienen pactadas para hoy, así que si yo fuera tu les dijera a los Hindúes esos que se alisten para salir a los distintos destinos. Ah, y eso sí, vayan consiguiéndose botas de seguridad porque con esos zapaticos no los van a dejar entrar a ninguna parte en la planta!-. Furioso grité, – pero eso tampoco nos lo avisaron – y sonriendo respondió – pero ahora ya lo sabes, ja, ja, ja-. – el coño de tu madre – desafortunadamente me limité a pensar – por ahora me jodiste, pero ya verás – pensé tan duro que creo que me oyó.

El resto del día pasó de un lado a otro. Conseguí las botas para todos, contraté un autobús baratísimo, coordiné almuerzos vegetarianos para quince, compré toda clase de utensilios que se necesitaban. Negocié cuartos de reuniones para trabajar en el hotel, pero lo más importante, pasé todo el día quejándome con mis amigos pesados de Caracas acerca de la mala actitud de SIDOR y todos los problemas que teníamos. Finalmente, cuando me di cuenta, estaba otra vez dormido vestido y sucio encima de la colcha de mi cama en el Inter. No sin antes por lo menos haberme comido un suculento club sandwich y un helado de chocolate.

Cuando en la mañana del martes el agua fluyó cristalina por el grifo, el desayuno estuvo riquísimo, el autobús llegó a tiempo y lo mejor de todo, el Correo del Caroní anunció la botada que le echaron al presidente de Sidor por antiprivatizador, supe que todo mejoraría rápidamente. De hecho, todavía estoy vivito y coleando, aunque con un poco menos de pelo. Hasta la próxima aventura

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