Opinión Nacional

Las cifras ni las estadisticas engañan

Hace apenas unos días amaneció uno de  esos que pueden llamarse fatales por los hechos que acontecen en él  o por las noticias que en ellos se divulgan.  En la mañana en uno de esos programas  de entrevistas un integrante del cuerpo profesoral de una universidad daba cuenta sobradamente del grave problema de la falta de  seguridad ciudadana y comentaba que pese a todos los esfuerzos de gobierno para que ello no se divulgara, con tremendas dificultades pero basados en la realidad de  los acontecimientos, para el 2008, se daban estadísticas de 123.000 muertes violentas, de las cuales solo 23.500 habían generado los correspondientes expedientes que suponían las aperturas de averiguaciones penales , cifras estadísticas estas igualmente corroboradas e indiscutibles.

                Apreciados conciudadanos, como se oye  se lée,  mas de cien mil casos quedaron impunes, no generando ni aun investigaciones policiales de rutina.  No puede ser que en un país medianamente civilizado se produzcan ciento y tantos mil asesinatos  y muertes de ciudadanos sin que nada pase, sino que se incrementen tan espeluznantes cifras.

                Es inhumano, arbitrario e ilegal que un gobierno no lleve siquiera estadísticas reales de tan reprochable situación, y más, que impida se tomen datos y coarte el derecho a llevar adecuadas estadísticas sobre tales hechos y peor aun , que no se tomen medidas de clase alguna para controlar, manejar o hacer llevadera la vida de los nacionales del mismo sin riesgos ni peligros.

                Con tales cifras, sin lugar a dudas entramos en la categoría de país donde las muertes  por asesinatos superan las cifras de países que se encuentran en estado de confrontación bélica, y  esto pasa y ocurre sin que ninguna voz seria y fuerte se levante y clame justicia, pida y exija cuentas sobre esta forma de genocidio contra un pueblo manso y sin capacidad de reacción y tolerante de todo tipo de atropellos.

                Pero ya viene la noche de ese fatídico dìa. Hemos drenado durante el día la fuerza destructora de estas noticias, cabizbajos  y  apesadumbrados nos retiramos a la paz de nuestros hogares,  y antes de llegar a ellos,,  en la avenida principal de Cumbres de Curumo, aventajada  o desafortunada zona de Caracas, por la cercanía de una de las entradas a Fuerte Tiuna, donde viven y moran militares de la nueva o vieja reserva, herederos que injustificadamente reclaman para si las glorias del Ejercito Libertador,  nos encontramos  en una esquina un carro manchado de sangre, donde hacía poco, para robar a su dueño, le hicieron  varios disparos casi mortales. Pero todavía no termina todo en ese dìa.

                A las  pocas horas, en la misma urbanización,  otro ciudadano, periodista ,por salvar a su esposa de que la asaltaran y le robaran el carro, en la Av. Rio de Orinoco , caía abatido  por seis disparos de los delincuentes actores de los hechos narrados.

  De los delincuentes, como suele pasar,  solo uno fue detenido, el  que por  casualidad y defensa propia logro herir el fallecido, los otros dos , como también suele pasar, se dieron a la fuga con todo y despliegue policial.

                Ese es el acontecer de un día ordinario en la ciudad Capital. Sobran comentarios, Los  efectos de tan  impactantes sucesos, en cualquier país  medianamente serio y civilizado estarían haciendo temblar al desfachatado gobierno que dice y asume  la protección de su ciudadanía.

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