Opinión Nacional

Nuestro gobierno en la sombra

Uno de los comportamientos posibles de la oposición en el Parlamento consiste en actuar conscientemente para permanecer como tal, es decir, para no verse envuelta en la acción del Gobierno, ni súbitamente proyectada por sí misma al escenario gubernamental; aunque existe otra manera de ser gobierno ya.

Primeramente, la lucha a librar por la oposición desde la Asamblea Nacional es por una nueva institucionalidad mucho más eficiente y eficaz. Así, la oposición deberá luchar por una institucionalidad pública que obedezca a tres imperativos: 1) Simplificar; 2) Hacer transparente; y 3) Decidir. Por lo que cabría la siguiente pregunta: ¿Cómo puede ponerse la oposición en condiciones de presionar por la simplificación, la transparencia y la decisionalidad de nuestras instituciones? Se abren dos vías, a veces divergentes, pero que pueden encontrarse con provecho.

La primera, ve la propuesta política de la oposición en un programa o agenda que se ofrece a los sectores sociales ya conocidos y a otros diversos grupos no suficientemente identificados. Esta vía es inaccesible porque la fragmentación de los grupos sociales obliga a una elaboración programática quizá excesivamente detallada, y por ello, difícilmente comunicable, o decididamente difuminada, y por tanto poco atrayente.

La segunda vía es la constitución de un entramado alternativo al gobierno en el poder, esto es, un «gobierno en la sombra». Este, dada la polarización del escenario político venezolano, constituye un instrumento fundamental para una oposición que quiera de verdad optar al Gobierno.

Un gobierno en la sombra puede desarrollar tres cometidos de gran importancia. Ante todo, puede mejorar la calidad de la política demostrando que el programa o la agenda alternativa caminan con las piernas de las personas y que la competencia política puede dar vida realmente a un conflicto de ideas, propuestas y capacidades, y no sólo de recursos o de cargos. Con ello, la oposición se obliga a ser no sólo decididamente alternativa, sino que debe ser fuertemente programática y considerablemente propositiva. Por lo que, si actúa bien, la oposición del gobierno en la sombra (o, el gobierno en la sombra de la oposición) garantizará un fuerte renacer de una oposición alternativa, radical en la medida en que basta y sirve para ofrecer una elección real a los votantes. Seguramente, la elaboración programática conducirá también a una renovada confrontación entre los valores y, finalmente, entre las ideologías.

Nos hace falta un autentico gobierno en la sombra, ágil y aguerrido, compuesto por venezolanos competentes capaces de medirse con éxito con los ministros en funciones, y guiado por alguien que represente no sólo la capacidad de gobernar, sino también la de inspirar confianza y satisfacer las esperanzas del electorado. Será así como la oposición retomará sus funciones de intermediaria con la sociedad, de participación política y de elaboración de alternativas electorales.

El Gobierno en la sombra podría parecer el rostro visible de la alternativa que representará en la Asamblea Nacional la oposición política venezolana. Entonces, aquél no se trata de sombras nada más… (como decía Javier Solís). 

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