Opinión Nacional

Educar para la mediocridad

No espero para los niños y jóvenes de la Venezuela de hoy y del mañana una educación de inferior calidad y competencia que la que yo tuve. Creo que todos los mayores esperamos que los menores nos superen en saber, que sean mejores que nosotros, mejor preparados, tanto más ilustrados y muchísimo mejor instruidos que nosotros. Eso, gracias a la basura de ley de Educación que las focas de la Asamblea Nacional han diseñado y sancionado (acatando órdenes expresas de Chávez) será un imposible. El nuevo instrumento de domesticación garantiza la mediocridad, el igualitarismo en lo decadente. Nuestros niños y jóvenes, a consecuencia de esta ley, estarán en minusvalía intelectual con respecto a sus pares del hemisferio y el mundo. Se les ha condenado a la posición de segundones profesionales.

Pero, ¿qué menos se puede esperar de este gobierno? Es, al fin y al cabo, un gobierno que festeja y celebra el pobrecitismo, la vulgaridad, el “peor es nada” y el “10 es nota y lo demás es lujo”. Ciertamente, la Venezuela del futuro no vivirá el éxodo de sus jóvenes profesionales. El mundo desarrollado no tendrá interés alguno en sumar a su músculo productivo a profesionales cuyas mentes han sido modeladas para la incapacidad para competir. Sí, competir. Léase bien, medirse en igualdad de condiciones y ser capaces de superar escollos, de ser altamente creativos y de ser vistos con admiración y respeto por esos millones de jóvenes que en el planeta son educados para el progreso. Dicen que es una ley basada en la dignidad. ¿Qué de digno tiene meter a nuestros chamos en el lodazal de las limitaciones?
Algunos consideran antipático compararnos con otros países. Yo no. Un país no es una isla flotando en el espacio sideral en una galaxia desconocida. Un país tiene vecinos con los que tratar y negociar. Un país está inmerso en una realidad continental, hemisférica y mundial. Cuba – lo siento por los adoradores de ese patético tirano que es Fidel Castro – no es ejemplo de nada para nadie. Cuando cayó el muro de Berlín, las gentes de los países tras la cortina de hierro se dieron cuenta de una muy dolorosa realidad: no podían competir con las gentes de sus vecinos países y del hemisferio libre. Tuvieron los occidentales que lanzarse en una campaña de rescate y actualización para lograr la integración de esos millones de individuos que habían sido condenados a la mediocridad de la domesticación de su intelecto. Hoy, veinte años más tarde, han logrado progresar en ese menester, y los alemanes ya son iguales. Así ocurre con los cubanos; se encuentran en posición de minusvalía intelectual cuando se comparan con sus “pares” del mundo libre, aunque esa élite que manda antidemocráticamente en Cuba rellene montañas de informes panfletarios con cifras y logros que son una invención literaria.

En la búsqueda de un igualitarismo hacia abajo, empero se generará mayor distanciamiento social. Muchos harán cuanto sacrificio esté a su alcance para garantizar que sus hijos no caigan en ese bache de ignorancia y decadencia. Quienes puedan, enviarán a sus hijos a estudiar fuera. Y no me refiero a mandarlos a “Gringolandia”. No, cerca, muy cerca, está Colombia, un país donde la educación es de primer nivel (aunque le duela a quienes son xenófobos anticolombianos). Los descendientes de europeos aprovecharán las ventajas que les produce su condición para conseguir que sus hijos puedan educarse en aquel continente. Los orientales, como solían hacerlo antes, buscarán matricular a sus muchachos en escuelas y liceos en Trinidad. Y Panamá está “a pata de mingo”. Total, que la nueva ley, ese bodrio que pomposamente alardea de igualdad, parirá un escenario de desigualdad.

Creo, y así lo he dicho en varias ocasiones, que es tiempo de dejar de aceptar todo como si fuéramos corderitos que van camino al matadero. Creo que hay que negarse. Y negarse supone ponerse de pie. Hay que negarse a que los niños sean convertidos en focas amaestradas; negarse a que las escuelas, liceos y universidades sean espacios de domesticación política; negarse a que un perfecto extraño decida qué clase de educación van a tener nuestros hijos; negarse a que nuestros niños y jóvenes sean condicionados para el odio, el resentimiento, el rencor y la violencia.

Del maestro Guillermo Morón copio el siguiente extracto de uno de sus muchos artículos: “Una antigua costumbre de los cabildos y ayuntamientos – raíces de los Municipios y Alcaldías – demuestra que los gobiernos municipales fueron bases de descentralización del Poder, que la antigua teoría y práctica de la soberanía popular no es una invención del Estado de Derecho Republicano. “Se acata pero no se cumple”. Pues esa es la lección para los venezolanos de esta intemperie.”
Así las cosas, con el “se acata pero no se cumple”, llamo a las gobernaciones y municipalidades y a las gentes de este país a rebelarnos. Y si los jóvenes tienen que perder algunas semanas o meses de clases, bueno, más tiempo se perderá en una educación maltrecha. Mucho más difícil es quitar unas cadenas que evitar que unos cancerberos pongan los candados.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba