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Premisas erradas

Los pocos medios independientes que van quedando , y que sobreviven aun a la mordaza autocrática que copa espacios a favor de la propaganda revolucionaria, informan de enfermedades, brotes epidémicos, carencia de insumos médicos, fallecimientos. Pero en lugar de aclarar, informar, el gobierno desmiente, acusa, persigue y criminaliza la crítica, salpicando a la noticia de la ambigüedad del rumor, de saboteo, de mera conspiración golpista.

Gobierna la sospecha. El verbo más popular es perseguir. Ante la angustia por enfermedades diversas, el Ejecutivo prefiere la pompa militar a la sensatez, y anuncia un Estado Mayor para generar alguna acción.

Así, la inercia se extiende en su indolente avance, y marca el signo de una crisis política, económica, social, pero esencialmente una crisis de las élites y clases dirigentes que detentan el poder en Venezuela, y no logran descifrar la gravedad del deterioro ocasionado, ni mucho menos del sentir colectivo. Del lado del gobierno, está clara la idea que se maneja del país: un coto partidista, un botín, una sociedad cómoda, rentista pero a veces “confundida” a la que debe controlarse, guiarse y conducirse, a la fuerza, por el camino de la “revolución” socialista, esto es, el sometimiento definitivo al Estado Comunal-Comunista-Militarista.

Pero en el predio opositor, la tesis del cambio anhelado se bifurca: Hay quienes hablan de políticas fallidas, errores, corruptelas, que pueden subsanarse por la vía electoral, en su debido momento. Y hay quienes sostienen que no se trata de un cambio de políticas o decisiones, sino del modelo, del sistema, del gobierno, del régimen y del secuestro de la estructura de poderes a favor de una parcialidad, que ha borrado de su vocabulario, hace rato, la palabra “alternabilidad”, y la ha reemplazado por “eternidad”.

En ese dilema parece diluirse la unidad, como activo estratégico para lograr el cambio político en el país.

Las élites parecen refugiarse en su cálculo y conveniencia. La inflación, la escasez y la crisis sanitaria en ciernes, avanzan indetenibles. La República a la deriva, con una revolución fracasada, y un cúmulo de oposiciones que no terminan de entender lo que ocurre y se derrumba a su alrededor.

La acción no logrará sus frutos, ni el cambio se hará posible, mientras sigan dominando sólo premisas erradas.

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