Opinión Nacional

Puro gamelote

«Su fuerza es el petróleo, no la inspiración. Cree que puede comprar el mundo con el petróleo. Como observador, puedo aconsejarle que no hay suficiente petróleo como para comprar el resto del mundo. Este no es un problema entre el mundo y Venezuela; es un problema entre Venezuela y Chávez», Shimon Pérez, presidente de Israel.

Cuando Carlos Andrés Pérez fue sacado de la Presidencia de la República en 1993 por malversar 250 millones de bolívares de la partida secreta para pagar la seguridad de la Presidenta nicaragöense Violeta Chamorro, un analista político muy sesudo él, me lo explicó así: «Los pueblos perdonan que sus gobernantes roben pero no que no les recojan la basura en la puerta de su casa». A CAP no le perdonaron ninguna de las dos fallas. Y henos aquí, 16 años después, con un gobierno que ofreció acabar con la corrupción, el clientelismo, la inseguridad y tenemos todos esos problemas potenciados. Lo peor es que no sólo no recoge la basura sino que ha sido incapaz de suministrarnos agua, luz, gas, vivienda, transporte, infraestructura, hospitales, escuelas. Y en cuanto a la seguridad, ni siquiera ha descubierto quién mató a su fiscal Danilo Anderson, que por cierto se cumplen hoy 5 años del crimen. Después de acusar a la CIA, a Mezerhane, a Patricia Poleo, a Salvador Romaní, al General Añez y hasta al mismísimo Cardenal Castillo Lara y a pesar de que el entonces Vicepresidente José Vicente Rangel afirmó que «tendremos justicia antes de lo pensado», tuvimos que pasar por el penoso episodio de Isaías Rodríguez y su «testigo estrella» para constatar que no sólo son ineficientes sino malvados y mentirosos.

El Presidente israelí Shimon Pérez, actualmente de gira en Latinoamérica, resumió la situación de Chávez y de su carnal iraní Ahmadinejad así: «los dos líderes están destinados a caer, no porque ninguno de nosotros vaya a matarlos sino porque sus propios pueblos se están cansando de ellos y no tomará mucho tiempo para que desaparezcan». Palabra clave: cansancio. Los venezolanos, hasta los más chavistas y recalcitrantes se dan cuenta que este es un gobierno de pura habladera de bolserías, un gobierno de insultos y amenazas que pretende que los venezolanos aguanten callados, a cambio de nada. Porque dicen quienes lo vivieron que por lo menos Pérez Jiménez construía autopistas, hospitales, hoteles y universidades. Además, parece que solo se disgustaba con sus opositores políticos, como todo dictador que se respete, pero que no se metía con el resto de la población así supiera que no lo apoyaban.

El chavismo predador destruye no solo al país productivo, a las instituciones democráticas sino que quiere destruir la dignidad del venezolano, sometiéndolo a la humillación de los baños de totuma a la luz de velas, al silencio de los cobardes, a la lluvia de insultos con que acostumbra el Comandante y sus sirvientes dirigirse a los ciudadanos que no piensan como ellos: escuálidos, pitiyanquis, lacayos del imperio, tarifados de la CIA, rancia oligarquía, puntofijistas, fascistas, golpistas, burgueses de la cuarta, capitalistas explotadores, desestabilizadores, magnicidas, paramilitares, vendepatria, acaparadores, neoliberales salvajes y el más novedoso: uribistas. Puro gamelote, como siempre, que no tiene nada que ver con la realidad, pero que encanta a sus fanáticos.

Ya basta, los venezolanos sufren desde hace más de diez años esta gallera en que el ocupante (por ahora) de Miraflores tiene convertido al país. La mala fama de él contamina al país internacionalmente. Fuera de todos los organismos regionales, no ha logrado tampoco entrar al MERCOSUR por ese belicismo expansionista que hace temer a muchos países de la región. Si no fuera porque sabemos que al primer tiro el Museo Militar lo acogerá, también los venezolanos temeríamos estas avanzadas guerreras contra Colombia y Estados Unidos. Cuando lo veo medirse de tú a tú con potencias militares ante las cuales Venezuela no tendría oportunidad ni de estornudar, recuerdo un chiste que me contó una avispada niña sobre un elefante y unas hormiguitas. Dice así: «Las hormiguitas estaban cansadas de que el elefante con sus grandes patas les destruyera el camino que ellas hacían. Entonces idearon un plan para salir del elefante y silenciosamente se subieron al gigantesco animal. Cuando estaban todas arriba, el elefante se rascó la espalda con la trompa y las tumbó a todas, menos a una. Desde el suelo, las esperanzadas hormiguitas le gritaron a su amiga de arriba: «Ahórcalo, ahórcalo».

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