Opinión Nacional

Unidad, primero principista

Es peligrosa la tendencia, perceptible en la oposición democrática, de adoptar actitudes electoreras frívolas, tolerables en una democracia normal y estable, pero irresponsables en un país como la Venezuela actual, afectada por los más angustiosos problemas de inseguridad, crisis económica, pobreza y escepticismo político. El éxito logrado en la consulta del 2 de diciembre de 2007 no fue interpretado correctamente por la oposición, como victoria sólo parcial que exigía inmediatos esfuerzos de consolidación y de preparación para batallas futuras, sino que dio origen al más desenfrenado triunfalismo. La oposición bajó la guardia ante el adversario siempre alerta, a la vez que sufrió el efecto centrífugo de las ambiciones electorales encontradas en su seno. Ahora se da cuenta de que el autócrata, en brutal embestida, trata de borrar su derrota mediante la imposición violenta de los mismos cambios estatistas y autoritarios que el pueblo rechazó en el referendo.

No cabe duda de que el autócrata está golpeado. El 2-D lo humilló. Las divisiones del oficialismo y la revelación de su corrupción interna son inconfundibles síntomas de crisis y de debilitamiento. (La “implosión” llegará algún día, inexorablemente, como le llegó a otros populismos militaristas latinoamericanos). La inflación y el deterioro económico desquician al país y desesperan a su población, incluida la “chavista”. Pero a pesar de todo ello, es un error subestimar la fuerza que el mandatario aún conserva y que podría aumentar con el apoyo y asesoramiento interesado de aliados internacionales.

Encuestas confiables indican que el autócrata sólo cuenta con el apoyo de un tercio de la población. ¡Pero la oposición apenas disfruta de la simpatía de una sexta parte de la misma! Más que nunca prevalece el escepticismo de los “ni-ni”: la mitad de los venezolanos rechaza tanto al gobierno como a la oposición organizada y busca la solución de sus problemas personales y grupales fuera del ámbito de la política institucional.

Ante tal panorama, sería urgente una declaración conjunta de los dirigentes de todos los partidos democráticos de oposición, que no sólo ratificase el compromiso de escogencia de candidaturas únicas, sino que por encima de todo esbozase una Alternativa Principista, breve pero medulosa y temática, que pudiese recuperar la confianza popular al plantear una democracia pluralista que combine la libertad con la equidad.

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