Opinión Nacional

La emoción por la libertad

Si las encuestas en Venezuela tienen algo de credibilidad, y yo me cuento entre los que respetan mucho el trabajo de esos señores, el país vive una patología sicológica digna de estudio. Por una parte, nuestro Líder goza de una amplia credibilidad y confianza de la gente que lo coloca en niveles de Mesías redivivo (no conozco resultados de las encuestas después del cierre de RCTV) y, al mismo tiempo, la inmensa mayoría de la población está en desacuerdo con todas las ideas que nuestro Profeta difunde, y hay que reconocerle que ha sido pertinaz y consecuente con sus ideas: Que la solución del planeta es el socialismo, que el capitalismo envilece, que Estados Unidos representa la etapa final del imperialismo y un largo etcétera. Escuchar los principios del socialismo del siglo XXI recuerda las gastadas arengas comunistas de los años 60 que cayeron al suelo, para los últimos creyentes, después de la invasión rusa a Checoslovaquia.

Sin embargo, las encuestas nos dicen que el venezolano defiende la propiedad privada; que le agrada la democracia liberal; que le gustan los americanos y no quiere pelear con Bush; que no le gusta el sistema cubano; que no acepta la lucha de clases; que quiere igualdad, pero de oportunidades; que ser rico es bueno; que el que tiene mucho es porque se lo ganó. En fin, nuestras encuestan dicen que el venezolano es un perfecto liberal que sería feliz viviendo en Weston (cosa que nos demuestran muchos allegados a la revolución). Que alguien me refute sobre lo patológico del fenómeno, yo pienso que su gravedad requeriría un tratamiento dirigido por Freud y Jung juntos.

Reflexionando sobre el asunto yo me atrevo a asomar una explicación. La relación de las masas con nuestro Líder es completamente emocional, sin un mínimo intento de reflexión, el amor es totalmente irracional. El pueblo lo quiere porque es noble y bueno, porque es como ellos, porque ama al país, porque les ha dado presencia e identidad, porque por primera vez se sienten incluidos, valorados, representados. Las ideas y los proyectos de futuro tienen muy poco que ver con este amor. De su discurso lo único que cala es el mensaje de identificación con la gente y una buena dosis de resentimiento: aquellos te discriminaban, te excluían, te rechazaban. Yo no, yo te quiero, te respeto, te incluyo. Pero más allá, pensando en proyectos de futuro, no existe ninguna conexión. De allí que el combate que tiene que dar la oposición tiene que ser en el campo emocional. Toda explicación de la ineficiencia de las iniciativas económicas públicas, de la incapacidad de organizar la prestación de servicios, de las ayudas al exterior o de las ruinosas Empresas de Producción Social, caerá en saco roto y no reducirá el amor a nuestro Prócer.

Toda está consideración me viene a la mente después de ver la reacción que ha tenido el cierre de RCTV. Hay que reconocer que la jornada del domingo fue una clase magistral de televisión que nos ofrecieron los creativos del canal. Aunque sólo sea por el programa del domingo merecen quedarse en el aire. La emotividad que despertó fue de antología y todos nos conmovimos viendo a tantas artistas hermosas e inteligentes dar rienda suelta a sus aflicciones con razones de peso. La respuesta ha sido el despertar de las fibras más sensibles del país para luchar por la libertad de expresión. Confieso que para mí no hay motivación que merezca más respeto. Inclusive se logró movilizar a la juventud universitaria que tenía 8 años apática y ahora están en la calle recibiendo la respuesta soberbia de una revolución que no sabe sino mandar y ante el clamor popular por la libertad sólo embiste. Quién sabe si de aquí surgirán los líderes opositores que tanta falta nos hacen. Líderes que tengan las condiciones para conectarse emocionalmente con el pueblo.

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