Opinión Nacional

¡Atrévete! ¡Tómate tu pastillita!

Las consultas a psiquiatras están abarrotadas de pacientes a la espera
del récipe milagroso que les alivie el estado de angustia. Muchos
acuden allí recelosos acerca de la efectividad del galeno y de la
técnica psiquiátrica en general, particularmente por la imagen
deformada de tan importante ejercicio profesional. La mayoría piensa
que hay que estar loco para acudir al psiquiatria. Y muy pocos están
dispuestos a reconocerse orates.

Una buena porción acude por recomendación de sus médicos tratantes,
quienes de muy buena fe, y ante la recurrencia de etiologías
indefinibles, apelan al estrés y a la somatización de las angustias
como causantes de muchas alteraciones de salud.

Los psiquiatras, por buenos profesionales y bien intencionadas personas
que sean, tienen muchas limitaciones en cuanto a la efectividad de los
tratamientos que puedan sanar cosas tan inasibles y abstractas como la
mente, el espíritu y el alma misma.

Por su parte, las causales de angustia, también aportan lo suyo.

Porque cuando se puede identificar la génesis de la patología en un
despido del trabajo, en el abandono de la pareja o la aversión a las
matemáticas, el tratamiento podría ser relativamente sencillo. Pero
si el paciente refiere como causa de su inestabilidad a la inseguridad
ciudadana, al clima político o a la situación del país, la escuela
Gestalt, Jung, Freud y demás ilustres colegas, se estremecen, doquiera
se encuentren.

De manera que nuestros ilustres loqueros deben apelar a una enorme
dosis de paciencia para escuchar las repetidas cantaletas acerca de la
exasperación resultante de habernos equivocado tantas veces en la
selección de gobernantes, para luego apelar a una fórmula que,
desconocemos si es así, pero ya debería figurar en los libros de
texto:

– Mire, vamos a hacer lo siguiente: se me toma estas pastillitas tres
veces al día, una después de cada comida, y estas otras antes de
acostarse; no se me angustie, que las amarillitas son ansiolíticas,
que son las que le van a quitar esa angustia con la que me dice que
está amaneciendo; las azules, le van a tranquilizar y me le van a
hacer que todas esas cosas que le parecen así como horrendas las vea
en la verdadera dimensión que tienen; y las otras, son para que me
duerma un poquito mejor, que eso es lo que me le está haciendo falta.

– Lo otro que vamos a hacer, es que no me vea mas televisión, sobre
todo los noticieros, para que no haya cositas que me le alarmen sin
necesidad. Póngase la televisión por cable y vea peliculitas y
programitas así muy «light». Verá como enseguida empieza a notar
los cambios.

– Y me le pide otra cita a la secretaria para dentro de unos quince
días o tres semanas, para volverle a hacer otra evaluación.

Como resultado, aparte de las colas en las farmacias en búsqueda de
pastillitas de todos los colores, que cada día suben de precio, los
pacientes, que deben dejar medio sueldo en consultas y a laboratorios
farmacéuticos, logran estar medianamente felices porque pueden dormir
algunas horas sin sobresaltos. Y las asfixias, vaporones, sudores
fríos, turbaciones y taquicardias, se distancian y hacen esporádicos.

No están curados, pero al menos disponen de una armadura protectora y
un paraguas, con los que al menos pueden seguir transitando por el
laberinto agresivo y plagado de amenazas en el que se está
convirtiendo nuestra vida cotidiana.

Al igual que en los casos personales, donde vamos pasando de una
pastilla a otra y subiendo las dosis progresivamente, en el ámbito
político pareciera estarnos ocurriendo algo similar.

Las diágnosis y tratamientos han sido muchos. Y hemos probado a
ingerir demasiadas pastillas. Con todas hemos sentido alivios
temporales. Cada candidato que asomó (Borges, Teodoro, Smith y
sopotocientos otros), cada propuesta (primarias, acuerdo, encuestas,
consenso) y cada tratamiento alterno (350, NO participación, aventuras
endógenas o exógenas), han sido vendidos o considerados como
tratamientos milagrosos.

La última pastillita salida al mercado se llama Atrévete, y la vende
laboratorios Rosales y Compañía, que la trae desde el Zulia, donde
dicen que ha dado excelentes resultados. De hecho, ya hay mucha gente
tomándola y diciendo que les va muy bien. Esperemos que Rosales y
Compañía tengan también el remedio para el cáncer que nos está
carcomiendo y que es la verdadera causa de todas nuestras angustias.

Hace dos años nos tuvieron tomando «Referéndum Blindado» (que era
algo así como Buscapina Compositum, pero antidictatorial) y de la
noche a la mañana, los que lo recetaban desaparecieron y nos dejaron
peor que antes.

De manera que si no vemos a Rosales y Compañía tomando a diario
grandes dosis de Atrévete, si no reparten dosis masivas de Atrévete
adentro mismo de todo el CNE y vemos que surte algún efecto, y si no
nos garantizan que van a seguir con el suministro de Atrévete después
del 4D, preferimos seguir en vela.

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