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¿Qué dicen los Bimba?

Ciertamente, en crisis la gente se dedica a comentar los problemas que esta genera. Por eso, muchas familias como los Bimba, discuten la auténtica y cruda realidad que ven, sienten y padecen. Carlos “Rojo” y Diego “El escéptico”, hermanos de Juan Bimba, creían en la revolución; pero, ahora dudan de ella. Los Bimba, estaban divididos. Antes peleaban por política. Se enojaban y duraban tiempo sin cruzar palabras. Vivían sesgados por sus ideas; pero la crisis político-económica los unió. Todos hablan del fracaso de la revolución chavista-madurista. Dicen que cayó en decadencia por abandono, corrupción, falta de mantenimiento y de respuestas efectivas. Además, agregan, que el gobierno, fue quien de verdad hizo y hace la “guerra económica” contra la propiedad y la empresa privada. Vació y malversó la alcancía del Banco Central de Venezuela y dañó, como empresa e industria, a PDVESA. Expropió, invadió y destrozó a la producción nacional, debilitó a la economía, hasta favorecer al contrabando de extracción. Aseveran, que todas estas políticas desacertadas, son las culpables de la escasez, la inflación, la especulación, las calamidades y el sufrimiento por la que pasa el pueblo.

También expresan que los abusos y la corrupción de los funcionarios públicos, miembros de las policías y de las Fuerzas Armadas Nacionales, son impuestos por una cantidad estimable, de jefes superiores y de la oficialidad de alto mando, que están corrompidos y, en consecuencia, corrompen a sus subordinados. Así mismo, agregan que no todos están viciados, que en la mayoría hay reservas éticas. Otros hablan de la inefectividad de las instituciones y de los servicios públicos, del problema sanitario o de salud nacional, de la falta de equilibrio de los poderes, de la fractura del estado de derecho; de la creación de monopolios, apropiación de materias primas y enriquecimiento ilícito por parte de algunos jefes revolucionarios. Muchos se preguntan, ¿será que todas estas tropelías agradan al Jefe del Ejecutivo?

Los Bimba, intercambian ideas, y dentro de ellas, surgen interrogantes como: ¿cuál será el mejor tipo de gobierno? Juan dice que es el que respeta los derechos de las personas, reduce, al mínimo, a la corrupción y a la impunidad. Diego “El escéptico” pregunta: ¿Y ese gobierno existe? Juan, responde: ¡Sí! Es aquel que práctica, de verdad, la separación de Poderes Públicos. Y sus miembros son hombres, valientemente honestos y capaces. Además, se reafirma, donde cada persona ejerce la ciudadanía y, celosamente, haga seguimiento de la aplicación de los preceptos constitucionales. Enseguida, Carlos “Rojo”, agrega: Yo siempre he sostenido lo que pensaba el filósofo romano Cicerón: «El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretenda hacerse superior a las leyes.” -Y complementó, mientras miraba a Diego-: Esto se logra con amor patrio y rechazo contra todo tipo de exceso. ¡Eso es cierto! -Exclama Juan-, y añade: Ese secreto es de toda nación civilizada. Por supuesto, sin llegar al chovinismo ni a la moralina. ¿Cómo se logra?, pregunta Diego “El escéptico”. Le contesta Juan: No hay más que tener amor ético por la gran familia venezolana y por la tierra que nos vio nacer. Pero hablas de ángeles y querubines, -riposta Diego-. Juan, lo mira largamente, y le contesta: Diego, el venezolano es capaz de hacer grandes hazañas, es hospitalario, le gusta luchar por la libertad, no tiene que envidiar, desde el punto de vista histórico, a nadie. ¡Su historia es maravillosa! Además, quiere vivir sin limitaciones y, por encima de todas las cosas, busca la felicidad; pero para ello, tiene que organizarse y atender lo que dice Cicerón: “Cuando seamos esclavos de las leyes, entonces seremos libres.” Diego “El escéptico”, un tanto pensativo, contesta: No soy muy ciceroniano, pero hay que acatar a las leyes, también, hay que estudiar, investigar, trabajar y producir, para reafirmar más, a esa felicidad. Y Carlos “Rojo”, agrega: ¡Claro! Hay que luchar, diariamente, por la libertad y producir para lograr más flujo de caja. Para así, tener con que responder con lo social. ¡Ojo!, -contesta Diego “El escéptico”-, pero sin chantaje político ni hacer a la gente esclava de la dádiva. Pero, ¿quién controla a la maldad?

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