Opinión Nacional

Ëchamelo con caldito, Ibsen, que lo que hay es casabe

En El Mundo nuevo, redimensionado con mucha más consistencia y alegría por el inefable Kiko, leímos una entrevista hecha por José Pulido a Ibsen Martínez (30/12/03) donde éste hace la siguiente afirmación sobre la política: “Lamento mucho, al mirar atrás, haber contribuido con mis columnas y con ‘Por estas calles’ al descrédito de un oficio tan antiguo como indispensable para la vida en comunidad. Como expiación, me he impuesto a ayudar en lo posible a mis lectores a hacerse un juicio menos severo de la política y los políticos, justamente porque necesitamos más y mejores operadores políticos profesionales. ¡Ya basta de gerentes y de dirigentes vecinales y de politólogos y reinas de belleza y de periodistas y de militares retirados moralizando en pantaletas acerca de la gestión pública!”

Así de simple, el ex mono aullador de la televisión resume mucho en pocas palabras, haciéndonos recordar que la excelencia de una buena comida tiende a ser mejor servida en cuatro o cinco breves platos, y provocándonos degustarla con igual frugalidad. (Eso sí: evitando los eructos moralizadores, camarada.)

El entremés que llama a la reflexión es el reconocimiento del orquestado plan de descrédito de que fueron víctimas la política y los políticos en la antesala del torcido de Sabaneta, donde con todo oportunismo y aberrantes intenciones –dignas de la decadencia perezjimenista- se le facilitó el camino al chavismo, dañando gravemente a la democracia con cuanto jarabe de lengua supuestamente moralizador servía para pasarle por encima a sus inmensos logros. ¡Ibsen! (Fue otro querido amigo, Alexander Milic -a quien el suscrito descubrió para el teatro en la obra Chicago de Sam Sheppard, 1967-, quien por cierto y casualmente hizo el papel de Don Lengua por aquellas calles, y en unos cuantos cientos de capítulos.)

Se sirve conjuntamente otra delicia: es poca la gente que se lamenta de ciertas cosas hechas, y mucho menos que lamente mucho el objetivo de desacreditar a la política. Lo hacen sólo quienes defienden su talento sinceramente y siguen adelante, evitando la falsía en el tanque del estancamiento, atentos siempre a ganar más en saber, como Ibsen. Porque “si hay algo que no admite simulación es el talento”, como decía el abuelo de Alfredo Sánchez Rodríguez. Y el talento no es nada si no se conjuga con las realidades de la creación, sea ésta materialista o de la imaginación. (Ibsen, gústenos o no, es una realidad de la creación. Y que, además, aún no ha dado lo mejor en la valía de su… ¿proyección?.)

Y así llegamos al plato de la expiación prometida: el descrédito de la política y de los políticos fue la “alfombra roja” que muchos interesados en pantaletas –a conciencia o inconscientemente- le pusieron al amateur, diletante, inmaduro e inepto Chávez, según atinadas adjetivaciones de Ibsen. E indudablemente: el que no se haya querido ver ninguna virtud en la erróneamente llamada Cuarta República –esa real alfombra roja sobre la que Chávez camina, descoca y patalea sin haberla adornado con siquiera un parche- no es precisamente una exclusiva de sátrapas adecos, según moralización también en uso. (Reléase arriba final de cita entre signos de exclamación y nótese que son los mismos alfombristas que esperan otro turno al bate a futuro, otra vez, buscando ahora inculpar renovantemente a sátrapas adecos de la calamidad todo-terreno de Chávez.)

Con el plato fuerte expiatorio, es bien que todos hagamos actos de contrición, tanto sátrapas como antisátrapas, porque la peor estupidez sería morir ahogados por ambos. Ya sabemos y vemos que existen hasta en las mejores familias, especialmente en “un oficio tan antiguo como indispensable para la vida en comunidad”. Aquí el juego dividido entre buenos y malos moralizadores adquiere características de sainete farsesco, con tanto alocado fiscal de tránsito haciendo de mesonero yuppie, cual sadomasoquista en Disneylandia, o Chávez en el poder. Sin duda: “necesitamos más y mejores operadores políticos profesionales”, y se necesita ayuda para hacer “un juicio menos severo de la política y de los políticos”. (Pero se repite tanto el canto aquél de “guardia no lo deje entrar” a cuanto blanco satrapita o antisatrapita en prospecto asome la nariz o pretenda arrebatar la exclusividad de ser campeón, chef o ladrón del espichado tablado.)

Pero lo realmente arrecho y multisápido es la exclamación final de la cita arriba extractada. ¡Qué vaina tan buena punza y subyace en esa exclamación! No sólo por lo que expone, sino por lo que guarda la vainita en su interior. El ¡basta ya! contra tanto pontificador “acerca de la gestión pública” es un tortazo frontal que nos cae a todos, incluyendo al escritor que falta en el listado, y que se complementa en otra parte de la entrevista donde Ibsen afirma que entre nosotros no hay respeto por las formas excepto en las del béisbol, y que “si extendiéramos ese respeto de las formas al resto de la vida pública nos iría mejor”. (¿Será también que tantas manos en un plato saben a mierda de gato?.)

Como postre de nuestra escueta especulación, decimos: qué falta hacen estas opiniones creativas, autonómicas y audazmente incisivas en la degradación política del presente, aún cuando no estemos en concordancia con todo lo que digan. Recordamos la sombra insacudible que José Ignacio Cabrujas ha sido para Ibsen, cual símil no desechable y equiparable en su valor opinático de acidez política. Escribir a nombre de todos desde afuera sobre algunos que están adentro, es algo de excelencia para activar neuronas colectivas. Ibsen reconoce que la política requiere de talentos especiales que él no tiene, “pero que sé identificar”. Dice también que últimamente prefiere escribir (en prensa) sobre “el pensamiento de terceros, sobre lo que otros más aptos y dedicados que yo han meditado y escrito”. Pues bien: la política es una jungla que te llama, aullador, unos manglares en los que ya te metiste cuaimeramente y que también contienen especies más aptas, dedicadas y meditabundas, que muchos no saben identificar. ¿Te vas a echar para atrás ahora que puedes ayudar a la audiencia con menos severidad pero con más experiencia? (Diga bingo, chamín, porque en este peo algo seco y directo… respaldamos a los zulianos cuando dicen: “echámelo con caldito que lo que hay es casabe”.)

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